Las tumbas donde yacen los restos de los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, son visitadas por habitantes de Cerocahui, pueblo que continúa de luto por el homicidio de los sacerdotes ocurrido el pasado 20 de junio.
Los cuerpos fueron sepultados en el jardín que conduce a la pequeña iglesia siete días después del crimen, y desde entonces los habitantes colocan flores blancas y rezan por el descanso de sus almas y para que se haga justicia por el crimen contra quienes consideran han sido las dos personas más queridas del lugar, incluso hay quienes afirman que la presencia de ellos está en la iglesia, donde se percibe en forma de eco la voz de los sacerdotes.
“Aquí se les quiso y se les quiere, el cariño no se acaba con la muerte”, indicaron algunos de los pobladores que este fin de semana estuvieron en la Feria de Productos Regionales, que llevó la Secretaría del Bienestar, en la que incluso, se colocaron altares de muertos que en general rendían un recuerdo a todas las personas fallecidas de la comunidad.
El espacio donde se sepultó a los sacerdotes se mantiene limpio, indican los pobladores, que caso todas las personas se ofrecen para hacer limpieza tanto en este punto como dentro de la iglesia de San Javier, donde oficiaron misa tantas veces, y donde se les recuerda no sólo por quienes habitan esta comunidad, sino quienes acuden de otros puntos del municipio de Urique, incluso de municipios aledaños.
En la tierra que cubre la sepultura, están las cruces con el mensaje del eterno descanso de los padres, en ambas se colocan flores blancas, indican los pobladores, porque este color es el que lleva a las almas al descanso eterno y simboliza también la pureza de las almas.
Durante el día, el templo San Francisco Javier permanece abierto, y acuden en familia, o a solas, los habitantes de Cerocahui, a ofrecer una oración, y encomendarse a Dios Padre, a Jesucristo y a la Virgen de Guadalupe, pero en estas fechas, según relataron, es cuando más se pide por quienes se “adelantan en el camino”, y ya se encuentran o han pasado a lo que llaman “una mejor vida”.
Aunque el templo no siempre se encuentra con visitantes, los sacerdotes son recordados en cada actividad que realizan y la colocación de fotografías dentro del recinto religioso, en el lugar donde fueron victimados, es prueba de ello.
Relatan algunas personas que estas se colocaron a manera de altar de muertos, otras, indican que simplemente es una forma de tenerlos presentes en el lugar donde ofrecieron misa, pero algunas, aseguran que la presencia del padre Javier y Joaquín, se puede incluso sentir.
La nostalgia por el tiempo que compartieron con los párrocos, se hizo presente este fin de semana, incluso en la feria que congregó a los oriundos del pueblo, ya que dijeron, ambos padres fueron fieles servidores de Dios, no sólo a través de la misa que celebraban, sino por medio del trabajo incansable que realizaban en el campo, ya que eran productores que dieron fe de trabajo y servicio al prójimo.