Con alegría constatamos que el celebrar la Navidad, dinamizados de lleno por la Misión Permanente, nos lleva a considerar que este Misterio del amor de Dios, es uno de los contenidos principales de la Nueva Evangelización, mismo que viene a hacernos crecer en la fe.
La Navidad es un tiempo de alegría y de paz porque celebramos el nacimiento de Jesús en Belén: “Hoy nos ha nacido el Salvador” (Lc. 2,11). Nacimiento que nos invita a un encuentro con el Dios vivo. Encuentro que se realiza si nuestro corazón está abierto y dispuesto a su acción salvadora.
Esta fiesta renueva en nosotros la fe y la esperanza “porque tanto ha amado Dios al mundo, que le ha dado a su Hijo Unigénito para que quien crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16). Disponernos a vivir un encuentro con Jesús que viene a nosotros es ya renovar nuestra vida y abrirnos a la acción salvadora que destruya nuestro pecado y todo signo de muerte al comunicarnos la vida verdadera.
La Navidad es una oportunidad para voltear a ver la Familia, Iglesia Doméstica, que juega un papel decisivo en la transmisión de la fe. En nuestra arquidiócesis es una prioridad de la pastoral el acompañamiento a esta que es la primera de la vida y de la fe. Hoy día el padre y la madre necesitan recibir una formación adecuada para poder cumplir su misión de evangelizadores. Ante todo, se espera de ellos que, como la herencia más valiosa a sus hijos, den un testimonio vivo y convencido que despierte en ellos el anhelo de seguir al Señor Jesús y servirlo con todo el corazón y con toda el alma.
En esta Navidad los incito a voltear nuestra atención hacia los jóvenes, los cuales necesitan y nos reclaman un especial acompañamiento. Con frecuencia se enfrentan muy solos y como desorientados a corrientes de pensamiento y a costumbres ajenas o incluso contrarias a la visión cristiana de la vida. En muchos de ellos existe el falso concepto de que comprometerse o tomar decisiones definitivas hace perder la libertad. Conviene recordarles, en cambio, que el hombre se hace libre cuando se compromete incondicionalmente con la verdad y con el bien. Sólo así es posible encontrar un sentido a la vida y conseguir algo grande y duradero, si se tiene a Jesucristo como centro de su existencia. Los jóvenes siguen siendo para nosotros, sacerdotes y padres de familia, un estímulo en nuestro trabajo pastoral con sus preguntas e inquietudes y también la alegría de su fe.
La Navidad nos anima a una conversación pastoral, dinamizado por la sinodalidad, unida a la caridad pastoral y el generoso testimonio que el pueblo espera de los sacerdotes y de los laicos comprometidos, son garantía de nuestra fe en el Señor que tomando nuestra humanidad se nos da por entero en Navidad. Hemos de ser discípulos misioneros esperanzados que confían con alegría en las promesas de Dios, a fin de colaborar a hacer más viva la fe de todos los que nos rodean.
¡Feliz y bendita Navidad para todos!
Con mi bendición episcopal:
+Constancio Mirando Weckmann
Arzobispo de Chihuahua
