/ lunes 23 de septiembre de 2019

¡Hacen la lucha por mantenerse!

Los oficios tradicionales tratan de sobrevivir en un mundo tecnológico, inmerso en la era de la digitalización

Pregonando por las calles va, sus manos ya no cargan la misma cantidad de periódicos que hace algunos años pues en esta era digital los oficios como el de Jesús, enfrentan una lucha de sobrevivencia por mantenerse firmes.

El zapatero ha dejado de crear, la costurera de reparar y el juguetero de diseñar, pues ahora la industria tecnológica ha crecido de tal manera que los oficios tradicionales se mantienen en una lucha constante por no desaparecer, aunque algunos de ellos, como el de ser lechero, ya se han ido.

Francisco, un bolero de oficio, ha heredado la tradición de su padre, pues desde 1968 trabaja en el centro de la ciudad boleando los miles de zapatos que caminan diariamente por las céntricas calles. “Mi papá me hizo un cajoncito para que me pusiera a trabajar, boleaba al del cine y me dejaba entrar y en los intermedios de las funciones era cuando me ponía a bolear.”, dice el bolero.

Ahora, el bolero, quien desde los 22 años se dedica a lo mismo, ha pasado la tradición a sus siete hijos, pues durante una semana se turnan para atender el puesto que tienen cerca de la catedral de Chihuahua, en donde se encuentra la mayor concentración de boleros, pues en otras colonias de la capital y del país, dicho oficio se ve cada vez menos.

A pesar de que Francisco asegura que siempre tiene clientes, menciona que hay días en los que esto varía pues las condiciones climatológicas afecta la afluencia de la clientela.

Por sus cepillos han pasado todo tipo de clientes, incluyendo personas de carácter público, pues el estar ubicado en buena zona es factor clave para que esto suceda. “Yo he boleado a todos los presidentes municipales, incluso a la alcaldesa.”, asegura Francisco.

En cuanto a los cambios que el bolero ha tenido que realizar para mantenerse firme en la sociedad actual, comenta que el uso de nuevos productos es lo que lo mantiene al día. “Yo estoy muy modernizado. Cuando empecé yo aquí boleaba como boleaba todos: lavando el zapato, y poniendo grasa. Después empecé a modernizar limpiándolos con gasolina, poniendo tinta fuerte aunque no me pidieran y así se fueron haciendo más clientes.”, dice Francisco.

Por otra parte, Jesús Serrano, un panadero con más de 30 años de experiencia, menciona que para él es muy difícil competir contra los “monstruos industriales” como lo son los supermercados pues “la gente ya se está acostumbrando a que va a un súper y ahí compra todo, en un solo lugar, ya no se preocupa por acudir a donde se hace las cosas como deben de ser”, por lo que cree que en unos años las panaderías tradicionales, como la suya, desaparecerán.

Su historia como panadero comenzó hace más de 3 décadas, pues asegura que sus procesos son clásicos y cien por ciento tradicionales, como el de trabajar la 24 horas, pues el pan que se vende por las mañanas se cocina en las noches, y el que se vende en las tardes, se realiza en la mañana. “A diferencia de otras panaderías más modernas, es que no trabajan en las noches, no conservan eso y todo lo hacen para vender en el día. Usan hornos eléctricos que no le dan la misma consistencia al pan, ni el mismo sabor.”, asegura Jesús.

Como asegura el panadero, dicho oficio se adquiere con años de trabajo, pues se necesita cierto nivel de experiencia para producir un alimento de manera tradicional. “Mi papá me enseñó y el me ayudó cuando comencé la panadería. Luego les enseñé a mis hijos, quienes me ayudan aquí además de estar con sus respectivas carreras. Que la panadería continué dependerá de ellos”, dice Jesús.

A pesar de que sus clientes son, en su mayoría, negocios tradicionales como menuderías que buscan el pan casero y bien hecho, Jesús, sabe a la perfección que en la sociedad actual, será difícil permanecer. “Yo digo que sí van a desaparecer estas panaderías tradicionales. La juventud de ahorita ya les es muy cómodo ir a un súper, ya no se fijan en la calidad.”, finaliza el panadero.

De igual manera el oficio de sastre y costurera es algo que va en decadencia, en especial aquellos que se dedican a reparar la vestimenta, pues algunos de ellos aseguran que hoy en día la sociedad está acostumbrada a desechar y no a reparar, por lo que, las reparaciones tanto de ropa como de aparatos de todo tipo lucha por no extinguirse.

Sin embargo, existen casos como el de Angelina Loya, que han sabido permanecer con buen crecimiento en la actualidad; ella, una costurera de oficio, que comenzó haciéndose ropa así misma por la escases económica de sus padres, hoy en día tiene una buena clientela, pues su trato, además de ser personalizado, es de confección de uniformes, por lo que las escuelas contratan sus servicios.

“Me gusta manejarme honestamente y que si algo me sale mal, me lo digan y se corrige. Estoy pensando en abrir un taller de costura, aunque no hay apoyos de gobierno pero salgo adelante con esto porque le dedico tiempo completo.”, dice Angelina.

Ante la industrialización, la costurera dice no competir con los proveedores grandes, pues además de no tener la capacidad para hacerlo, tampoco cuenta con el personal o recursos para producir la misma cantidad, por lo que su sustento proviene directamente de las familias que prefieren calidad en la tela y en la costura que Angelina realiza. “Yo pienso que los negocios como este no cierran por la competencia de los grandes proveedores, sino porque un mal manejo te hace cerrar cualquier negocio. Si usted cierra o deja de fabricar es porque no le estás atendiendo bien al cliente.”, asegura la costurera.

Dentro de los negocios que ya no se encuentran en las calles o que esfuerzan por sobrevivir están: los herreros, los centros de revelación de fotografías, vendedores de periódicos o dueños de kioscos, zapateros, talleres de reparación de electrodomésticos, videoclubs, relojeros, expendios de sodas, entre otros.

Aunado a la lucha continua por la sobrevivencia, estos trabajadores tradicionales saben que el mundo industrial asecha su trabajo, por lo que pretenden innovar para no quedar en el olvido de las futuras generaciones.

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Francisco, un bolero de oficio, ha heredado la tradición de su padre, pues desde 1968 trabaja en el centro de la ciudad boleando los miles de zapatos que caminan diariamente por las céntricas calles. “Mi papá me hizo un cajoncito para que me pusiera a trabajar, boleaba al del cine y me dejaba entrar y en los intermedios de las funciones era cuando me ponía a bolear.”, dice el bolero.

Ahora, el bolero, quien desde los 22 años se dedica a lo mismo, ha pasado la tradición a sus siete hijos, pues durante una semana se turnan para atender el puesto que tienen cerca de la catedral de Chihuahua, en donde se encuentra la mayor concentración de boleros, pues en otras colonias de la capital y del país, dicho oficio se ve cada vez menos.

A pesar de que Francisco asegura que siempre tiene clientes, menciona que hay días en los que esto varía pues las condiciones climatológicas afecta la afluencia de la clientela.

Por sus cepillos han pasado todo tipo de clientes, incluyendo personas de carácter público, pues el estar ubicado en buena zona es factor clave para que esto suceda. “Yo he boleado a todos los presidentes municipales, incluso a la alcaldesa.”, asegura Francisco.

En cuanto a los cambios que el bolero ha tenido que realizar para mantenerse firme en la sociedad actual, comenta que el uso de nuevos productos es lo que lo mantiene al día. “Yo estoy muy modernizado. Cuando empecé yo aquí boleaba como boleaba todos: lavando el zapato, y poniendo grasa. Después empecé a modernizar limpiándolos con gasolina, poniendo tinta fuerte aunque no me pidieran y así se fueron haciendo más clientes.”, dice Francisco.

Por otra parte, Jesús Serrano, un panadero con más de 30 años de experiencia, menciona que para él es muy difícil competir contra los “monstruos industriales” como lo son los supermercados pues “la gente ya se está acostumbrando a que va a un súper y ahí compra todo, en un solo lugar, ya no se preocupa por acudir a donde se hace las cosas como deben de ser”, por lo que cree que en unos años las panaderías tradicionales, como la suya, desaparecerán.

Su historia como panadero comenzó hace más de 3 décadas, pues asegura que sus procesos son clásicos y cien por ciento tradicionales, como el de trabajar la 24 horas, pues el pan que se vende por las mañanas se cocina en las noches, y el que se vende en las tardes, se realiza en la mañana. “A diferencia de otras panaderías más modernas, es que no trabajan en las noches, no conservan eso y todo lo hacen para vender en el día. Usan hornos eléctricos que no le dan la misma consistencia al pan, ni el mismo sabor.”, asegura Jesús.

Como asegura el panadero, dicho oficio se adquiere con años de trabajo, pues se necesita cierto nivel de experiencia para producir un alimento de manera tradicional. “Mi papá me enseñó y el me ayudó cuando comencé la panadería. Luego les enseñé a mis hijos, quienes me ayudan aquí además de estar con sus respectivas carreras. Que la panadería continué dependerá de ellos”, dice Jesús.

A pesar de que sus clientes son, en su mayoría, negocios tradicionales como menuderías que buscan el pan casero y bien hecho, Jesús, sabe a la perfección que en la sociedad actual, será difícil permanecer. “Yo digo que sí van a desaparecer estas panaderías tradicionales. La juventud de ahorita ya les es muy cómodo ir a un súper, ya no se fijan en la calidad.”, finaliza el panadero.

De igual manera el oficio de sastre y costurera es algo que va en decadencia, en especial aquellos que se dedican a reparar la vestimenta, pues algunos de ellos aseguran que hoy en día la sociedad está acostumbrada a desechar y no a reparar, por lo que, las reparaciones tanto de ropa como de aparatos de todo tipo lucha por no extinguirse.

Sin embargo, existen casos como el de Angelina Loya, que han sabido permanecer con buen crecimiento en la actualidad; ella, una costurera de oficio, que comenzó haciéndose ropa así misma por la escases económica de sus padres, hoy en día tiene una buena clientela, pues su trato, además de ser personalizado, es de confección de uniformes, por lo que las escuelas contratan sus servicios.

“Me gusta manejarme honestamente y que si algo me sale mal, me lo digan y se corrige. Estoy pensando en abrir un taller de costura, aunque no hay apoyos de gobierno pero salgo adelante con esto porque le dedico tiempo completo.”, dice Angelina.

Ante la industrialización, la costurera dice no competir con los proveedores grandes, pues además de no tener la capacidad para hacerlo, tampoco cuenta con el personal o recursos para producir la misma cantidad, por lo que su sustento proviene directamente de las familias que prefieren calidad en la tela y en la costura que Angelina realiza. “Yo pienso que los negocios como este no cierran por la competencia de los grandes proveedores, sino porque un mal manejo te hace cerrar cualquier negocio. Si usted cierra o deja de fabricar es porque no le estás atendiendo bien al cliente.”, asegura la costurera.

Dentro de los negocios que ya no se encuentran en las calles o que esfuerzan por sobrevivir están: los herreros, los centros de revelación de fotografías, vendedores de periódicos o dueños de kioscos, zapateros, talleres de reparación de electrodomésticos, videoclubs, relojeros, expendios de sodas, entre otros.

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