“’¿Se me va a caer todo el cabello?’ y se tentaba la cabecita, llorando”, contó doña Guadalupe Plascencia, abuelita de Abilene Bustillos Plasencia, una pequeña rarámuri de 8 años diagnosticada con osteosarcoma, el cáncer óseo más común en niños.
Esta chiquita es originaria de la comunidad de Cusárare, en el municipio de Guachochi, pero actualmente se encuentra en la capital recibiendo tratamiento.
La abuela relató que el pasado 15 de noviembre trajeron a Abi a revisión a Chihuahua porque presentaba mucho dolor en sus huesos e hinchazón en una rodilla; tras una serie de estudios le diagnosticaron cáncer. Inmediatamente comenzó con las quimioterapias. “Al principio no fue nada sencillo porque se le bajaron demasiado las defensas, pero ya las resiste un poco más a pesar de lo fuerte y pesado que resultan inclusive para un adulto, ahora habrá de imaginar para un niño”.
La abuela y madre de Abilene se turnan cada 15 días para estar en la capital acompañando a esta chiquita, pues una de ellas debe quedarse en Cusárare al cuidado del resto de la familia. Se trasladan en camión a lo largo de seis horas, pero es un sacrificio que deben hacer.
Cuando empezó con el tratamiento de quimioterapias, se hospedaron en el albergue del Hospital Infantil, pero luego se enteraron de la existencia del albergue de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (Amanc) en Chihuahua, donde pidieron ayuda y no se las negaron.
“En un inicio, la niña se sentía muy triste porque se le estaba cayendo el cabello tan largo que tenía. Estaba entre triste y asustada porque no sabía muy bien lo que le pasaba, pero sólo fue cuestión de explicarle que era debido al tratamiento y que cuando se cure le volverá a salir y regresaremos a la sierra como ella tanto quiere, porque yo sé que extraña”, platica la abuela.
Abielene es una guerrera que como tantos otros niños con cáncer, lucha por su vida lejos de su terruño, pero con la gran esperanza de que algún día todo volverá a la normalidad.