/ viernes 1 de octubre de 2021

Algo huele mal

A las personas mayores nos da por quejarnos amargamente de cómo están las cosas, perdiendo de vista, que mucha de la culpa es nuestra. No siempre nos hemos portado de acuerdo a nuestras finas conciencias, dejando que en la conducta, y en las palabras, se filtren humedades pestilentes. Esos malos olores y el salitre de nuestra incongruencia terminan por hacerse patentes y decepcionantes a los ojos de los demás y, por lo mismo, dando mal ejemplo.

Dado que la familia es la célula de la sociedad, tenemos que admitir que la sociedad no es la única culpable de cómo están las cosas. Es cierto que en el ambiente social, es decir, en aquello que está fuera de nuestros hogares, flotan aires contaminados donde se respira una gran falta de respeto a la dignidad humana en aspectos jurídicos, médicos, artísticos, etc. y un relativismo moral galopante que está dejando indefensos a niños, jóvenes y mayores. Pienso que lo peor que le puede pasar al ser humano es perder la noción de bien y mal.

Cuando se pierde la conciencia moral las normas de conducta son los instintos y el hombre queda a nivel de los animales. Entonces los avances técnicos y científicos nos hacen más peligrosos y, al mismo tiempo, más vulnerables. Los “Consejos de Ancianos”, que eran consultados en la antigüedad por la mayoría de los pueblos, han sido sustituidos por las opiniones de los artistas de cine y televisión, con funestas consecuencias.

Por si fuera poco, tenemos medios de comunicación maravillosos, los cuales, bien usados, nos brindan oportunidades de crecimiento cultural de primer orden, pero mal usados pueden pervertir a cualquiera. El cuarto poder –la prensa y sus similares– suelen ser usados sin criterio, de forma tal, que en nada benefician a la sociedad. Podemos pensar que gramatical, y realmente, estamos viviendo en un presente imperfecto.

Ser conscientes del deterioro social es el primer paso; pero si queremos que este mundo sea mejor, y si en verdad nos interesan las futuras generaciones, hemos de ser proactivos y no solamente críticos.

La humanidad cuenta con una enorme cantidad de talentos y virtudes en miles o millones de personas que a diario están dando lo mejor de ellas mismas sirviendo a los demás. Son, en imagen de Salvador Díaz Mirón, como esas aves que cruzan el pantano sin manchar sus plumajes. Sin embargo, la comercialización del morbo no se fija en ellas, sino fundamentalmente en lo que huele mal, en lo que produce escándalo, y lo magnifica para enriquecerse cada día más.

Un santo de nuestros días, San Josemaría, nos invita a ser como piedras caídas en el lago y producir con el ejemplo y la palabra un primer círculo… y éste otro, y otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho.

Como el bien es de por sí difusivo, nos corresponde a nosotros comportarnos de acuerdo a los consejos que solemos dar a los demás, para predicar con nuestras obras, superando a ese gran enemigo que es el pesimismo.


www.padrealejandro.org



A las personas mayores nos da por quejarnos amargamente de cómo están las cosas, perdiendo de vista, que mucha de la culpa es nuestra. No siempre nos hemos portado de acuerdo a nuestras finas conciencias, dejando que en la conducta, y en las palabras, se filtren humedades pestilentes. Esos malos olores y el salitre de nuestra incongruencia terminan por hacerse patentes y decepcionantes a los ojos de los demás y, por lo mismo, dando mal ejemplo.

Dado que la familia es la célula de la sociedad, tenemos que admitir que la sociedad no es la única culpable de cómo están las cosas. Es cierto que en el ambiente social, es decir, en aquello que está fuera de nuestros hogares, flotan aires contaminados donde se respira una gran falta de respeto a la dignidad humana en aspectos jurídicos, médicos, artísticos, etc. y un relativismo moral galopante que está dejando indefensos a niños, jóvenes y mayores. Pienso que lo peor que le puede pasar al ser humano es perder la noción de bien y mal.

Cuando se pierde la conciencia moral las normas de conducta son los instintos y el hombre queda a nivel de los animales. Entonces los avances técnicos y científicos nos hacen más peligrosos y, al mismo tiempo, más vulnerables. Los “Consejos de Ancianos”, que eran consultados en la antigüedad por la mayoría de los pueblos, han sido sustituidos por las opiniones de los artistas de cine y televisión, con funestas consecuencias.

Por si fuera poco, tenemos medios de comunicación maravillosos, los cuales, bien usados, nos brindan oportunidades de crecimiento cultural de primer orden, pero mal usados pueden pervertir a cualquiera. El cuarto poder –la prensa y sus similares– suelen ser usados sin criterio, de forma tal, que en nada benefician a la sociedad. Podemos pensar que gramatical, y realmente, estamos viviendo en un presente imperfecto.

Ser conscientes del deterioro social es el primer paso; pero si queremos que este mundo sea mejor, y si en verdad nos interesan las futuras generaciones, hemos de ser proactivos y no solamente críticos.

La humanidad cuenta con una enorme cantidad de talentos y virtudes en miles o millones de personas que a diario están dando lo mejor de ellas mismas sirviendo a los demás. Son, en imagen de Salvador Díaz Mirón, como esas aves que cruzan el pantano sin manchar sus plumajes. Sin embargo, la comercialización del morbo no se fija en ellas, sino fundamentalmente en lo que huele mal, en lo que produce escándalo, y lo magnifica para enriquecerse cada día más.

Un santo de nuestros días, San Josemaría, nos invita a ser como piedras caídas en el lago y producir con el ejemplo y la palabra un primer círculo… y éste otro, y otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho.

Como el bien es de por sí difusivo, nos corresponde a nosotros comportarnos de acuerdo a los consejos que solemos dar a los demás, para predicar con nuestras obras, superando a ese gran enemigo que es el pesimismo.


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