/ miércoles 8 de septiembre de 2021

Chihuahua: sociedad multicultural

Por: Zulma Chacón

Los gobiernos de las sociedades modernas, como la chihuahuense, tienen que hacer frente cada vez más a grupos minoritarios que exigen el reconocimiento de su identidad y el acomodamiento de sus diferencias culturales, algo que a menudo se denomina el reto del “multiculturalismo”.

No obstante que el término abarca formas muy diferentes de pluralismo cultural, cada una de ellas plantea sus propios retos.

Las diferencias en la forma de incorporación afectan la propia naturaleza de los grupos minoritarios y definen el tipo de relaciones que éstos desean con la sociedad de la que forman parte. En Chihuahua, no son nada más los rarámuris u otras etnias indígenas minoritarias, sino otros grupos entre los que destacan, llamados por la religión que profesan, los menonitas y los mormones. Y no sólo ellos, sino también la diversidad de grupos definidos por su origen racial o geográfico, mismo que da como resultado la riqueza multicultural del estado.

Quienes se oponen al multiculturalismo suelen afirmar que éste encapsula a las minorías impidiéndoles su integración en el grueso de la sociedad; los partidarios, por el contrario, responden que la preocupación por la integración es un reflejo del imperialismo cultural. Ambas constituyen generalizaciones excesivas que ignoran las diferencias entre los grupos minoritarios y malinterpretan sus auténticas motivaciones.

Hay por lo menos dos modelos amplios de diversidad cultural que en Chihuahua tienen que analizarse. En el primer caso, la diversidad cultural surge de la incorporación de culturas, que previamente disfrutaban de autogobierno y estaban territorialmente concentradas a un estado mayor. Una de las características distintivas de las culturas incorporadas o minorías nacionales es justamente el deseo de seguir siendo sociedades distintas respecto de la cultura mayoritaria de la que forman parte, y la exigencia de diversas formas de autonomía o autogobierno para asegurar su supervivencia como sociedades distintas.

En el segundo caso, la diversidad cultural surge de la inmigración individual y familiar. Estos emigrantes acostumbran unirse en asociaciones poco rígidas y evanescentes o grupos étnicos, que desean integrarse en la sociedad de la que forman parte y que se les acepte como miembros de pleno derecho de la misma. Si bien a menudo pretenden obtener un mayor reconocimiento de su identidad étnica, su objetivo no es convertirse en una nación separada y autogobernada paralela a la sociedad de la que forman parte, sino modificar las instituciones y las leyes de dicha sociedad para que sean más permeables a las diferencias culturales.

Debe entenderse que se trata de dos modelos generales no de leyes de la naturaleza, por lo que cada categoría requiere mayor refinamiento y precisión en el análisis y la argumentación, en el caso de la toma de decisiones por parte del gobierno y la sociedad chihuahuenses.

No podemos empezar a entender y a evaluar las políticas del multiculturalismo chihuahuense, a menos que comprendamos cómo la incorporación histórica de los grupos minoritarios configura sus instituciones colectivas, sus identidades y sus aspiraciones.

Por: Zulma Chacón

Los gobiernos de las sociedades modernas, como la chihuahuense, tienen que hacer frente cada vez más a grupos minoritarios que exigen el reconocimiento de su identidad y el acomodamiento de sus diferencias culturales, algo que a menudo se denomina el reto del “multiculturalismo”.

No obstante que el término abarca formas muy diferentes de pluralismo cultural, cada una de ellas plantea sus propios retos.

Las diferencias en la forma de incorporación afectan la propia naturaleza de los grupos minoritarios y definen el tipo de relaciones que éstos desean con la sociedad de la que forman parte. En Chihuahua, no son nada más los rarámuris u otras etnias indígenas minoritarias, sino otros grupos entre los que destacan, llamados por la religión que profesan, los menonitas y los mormones. Y no sólo ellos, sino también la diversidad de grupos definidos por su origen racial o geográfico, mismo que da como resultado la riqueza multicultural del estado.

Quienes se oponen al multiculturalismo suelen afirmar que éste encapsula a las minorías impidiéndoles su integración en el grueso de la sociedad; los partidarios, por el contrario, responden que la preocupación por la integración es un reflejo del imperialismo cultural. Ambas constituyen generalizaciones excesivas que ignoran las diferencias entre los grupos minoritarios y malinterpretan sus auténticas motivaciones.

Hay por lo menos dos modelos amplios de diversidad cultural que en Chihuahua tienen que analizarse. En el primer caso, la diversidad cultural surge de la incorporación de culturas, que previamente disfrutaban de autogobierno y estaban territorialmente concentradas a un estado mayor. Una de las características distintivas de las culturas incorporadas o minorías nacionales es justamente el deseo de seguir siendo sociedades distintas respecto de la cultura mayoritaria de la que forman parte, y la exigencia de diversas formas de autonomía o autogobierno para asegurar su supervivencia como sociedades distintas.

En el segundo caso, la diversidad cultural surge de la inmigración individual y familiar. Estos emigrantes acostumbran unirse en asociaciones poco rígidas y evanescentes o grupos étnicos, que desean integrarse en la sociedad de la que forman parte y que se les acepte como miembros de pleno derecho de la misma. Si bien a menudo pretenden obtener un mayor reconocimiento de su identidad étnica, su objetivo no es convertirse en una nación separada y autogobernada paralela a la sociedad de la que forman parte, sino modificar las instituciones y las leyes de dicha sociedad para que sean más permeables a las diferencias culturales.

Debe entenderse que se trata de dos modelos generales no de leyes de la naturaleza, por lo que cada categoría requiere mayor refinamiento y precisión en el análisis y la argumentación, en el caso de la toma de decisiones por parte del gobierno y la sociedad chihuahuenses.

No podemos empezar a entender y a evaluar las políticas del multiculturalismo chihuahuense, a menos que comprendamos cómo la incorporación histórica de los grupos minoritarios configura sus instituciones colectivas, sus identidades y sus aspiraciones.