/ viernes 24 de junio de 2022

Estamos lejos, muy lejos

La palabra “indignación” aparece de forma continua por todas partes. Los crímenes de dos sacerdotes miembros de la Compañía de Jesús: Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar y el guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, en el templo parroquial de San Francisco Javier en Cerocahui, en la Sierra Tarahumara, ha sacudido a gran parte de la sociedad en México y del mundo entero.

Y estas personas —víctimas de una estúpida y desmedida violencia sin sentido— son una pequeña muestra de lo que se vive en nuestro país. Los crímenes de sacerdotes, periodistas, activistas sociales, ambientalistas, y mucha gente más que no se distinguen por procurar algún fin social determinado, nunca podrán ser justificados. Tal pareciera que los criminales no fueran seres humanos, sino bestias acorraladas dispuestas a todo.

Me vienen a la cabeza unas palabras de San Josemaría Escrivá cuando animaba a muchos a ser sembradores de paz y de alegría. Y también el relato de Viktor Frankl cuando recordaba las palabras de dos compañeros judíos, prisioneros en el campo de concentración nazi de Auschwitz, cuando al regresar de los trabajos forzados se detuvieron brevemente a contemplar un hermoso atardecer mientras uno le decía al otro: ¡Qué bonito podría ser el mundo!

Pero tristemente hemos de reconocer que estamos lejos, muy lejos de ese mundo donde muchos quieren vivir tranquilos, con un respeto incondicional, y donde la solidaridad estuviera presente en todos los ambientes para así poder trabajar y convivir sanamente entre todos.

“El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”, les dijo Jesús a quienes buscaban dar muerte a una mujer sorprendida en adulterio, y estas palabras siguen hiriendo nuestras conciencias, pues los males que presenciamos en las peores noticias tienen que ver con la indiferencia y la falta de compromiso social de todos, claro está, incluyendo a las autoridades militares y civiles, pero todos sabemos que poco a poco el comercio y consumo de drogas como la marihuana se van haciendo presentes en todos los niveles de la sociedad.

Aquí bien caben algunas preguntas: ¿La supuesta educación de los padres a sus hijos está basada en el respeto a los demás, en el espíritu de servicio a sus hermanos, en la comprensión hacia los pobres, en el amor a Dios, en la búsqueda del bien común, en la obediencia amorosa a sus papás, en la ilusión por crecer en las virtudes que los convertirán en buenos esposos y padres de sus hijos? ¿En el amor a su patria, en la preocupación por cuidar la naturaleza evitando lo que pueda contaminarla?

¿Con qué están llenando muchos jóvenes sus vacíos… de cariño, de atención, de compañía? ¿Será con ropa, con celulares, con audífonos, con videojuegos? ¿Con ropa, con zapatos tenis de marca, con autos? ¿Con alcohol, con marihuana, con cocaína… con pornografía, con relaciones sexuales, con apuestas, con violencia?


www.padrealejandro.org




La palabra “indignación” aparece de forma continua por todas partes. Los crímenes de dos sacerdotes miembros de la Compañía de Jesús: Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar y el guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, en el templo parroquial de San Francisco Javier en Cerocahui, en la Sierra Tarahumara, ha sacudido a gran parte de la sociedad en México y del mundo entero.

Y estas personas —víctimas de una estúpida y desmedida violencia sin sentido— son una pequeña muestra de lo que se vive en nuestro país. Los crímenes de sacerdotes, periodistas, activistas sociales, ambientalistas, y mucha gente más que no se distinguen por procurar algún fin social determinado, nunca podrán ser justificados. Tal pareciera que los criminales no fueran seres humanos, sino bestias acorraladas dispuestas a todo.

Me vienen a la cabeza unas palabras de San Josemaría Escrivá cuando animaba a muchos a ser sembradores de paz y de alegría. Y también el relato de Viktor Frankl cuando recordaba las palabras de dos compañeros judíos, prisioneros en el campo de concentración nazi de Auschwitz, cuando al regresar de los trabajos forzados se detuvieron brevemente a contemplar un hermoso atardecer mientras uno le decía al otro: ¡Qué bonito podría ser el mundo!

Pero tristemente hemos de reconocer que estamos lejos, muy lejos de ese mundo donde muchos quieren vivir tranquilos, con un respeto incondicional, y donde la solidaridad estuviera presente en todos los ambientes para así poder trabajar y convivir sanamente entre todos.

“El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”, les dijo Jesús a quienes buscaban dar muerte a una mujer sorprendida en adulterio, y estas palabras siguen hiriendo nuestras conciencias, pues los males que presenciamos en las peores noticias tienen que ver con la indiferencia y la falta de compromiso social de todos, claro está, incluyendo a las autoridades militares y civiles, pero todos sabemos que poco a poco el comercio y consumo de drogas como la marihuana se van haciendo presentes en todos los niveles de la sociedad.

Aquí bien caben algunas preguntas: ¿La supuesta educación de los padres a sus hijos está basada en el respeto a los demás, en el espíritu de servicio a sus hermanos, en la comprensión hacia los pobres, en el amor a Dios, en la búsqueda del bien común, en la obediencia amorosa a sus papás, en la ilusión por crecer en las virtudes que los convertirán en buenos esposos y padres de sus hijos? ¿En el amor a su patria, en la preocupación por cuidar la naturaleza evitando lo que pueda contaminarla?

¿Con qué están llenando muchos jóvenes sus vacíos… de cariño, de atención, de compañía? ¿Será con ropa, con celulares, con audífonos, con videojuegos? ¿Con ropa, con zapatos tenis de marca, con autos? ¿Con alcohol, con marihuana, con cocaína… con pornografía, con relaciones sexuales, con apuestas, con violencia?


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