/ martes 16 de abril de 2024

Hechos y criterios | Acusaciones

Son incontables las acusaciones, verbales la mayoría, que se hacen a muchos de los candidatos –y candidatas, claro, para no desentonar- que participan en campañas o están por participar en las ya inminentes elecciones de nuestro país.

Algunas de estas acusaciones tienen un verdadero sustento y pruebas contundentes, pero muchas más carecen de ello, aunque puedan ser ciertas; otras se lanzan al calor de la contiendas o se basan en dimes y diretes. El caso es que, al tiempo, y una vez que culmina el proceso electoral, las recriminaciones se las lleva el viento o pasan al olvido. Pocas son –y las hay- las que dada la conducta impropia o claramente delictiva de tal o cual candidato son denunciadas ante los órganos electorales o judiciales si así lo ameritan.

A pesar de esas denuncias formales no todas corren con la misma suerte, ya sea por fallas en los procesos, por negligencia o falta de atención de las autoridades, por consideraciones “políticas”, por pensar que el término de las elecciones les pone fin y borrón y cuenta nueva. Existen las que siguen su curso así pase un tiempo razonable o no y la duración para resolverlas sea larga.

Hay candidatos que llegan al puesto deseado o buscado con fama de acciones indeseables o incluso corruptas, y las consecuencias, de ser cierta su reputación, salen a relucir a las primeras de cambio. Ejemplo han existido en este México nuestro, sea en gobernadores, alcaldes, diputados o cualquier otro puesto.

Hay quienes al entrar a sus funciones lo hacen con las manos en las bolsas y al salir lo hacen con las bolsas en las manos. Riqueza inexplicable dirán algunos. Otros, sin generalizar desde luego, terminan su encargo con imputaciones que a veces se desechan y tan, tan.

Qué bueno que existan acusaciones serias y tajantes tanto para funcionarios que hagan mal uso de su encargo como de candidatos que aspiran a determinados puestos teniendo cola que les pisen. Y qué bueno que sean ciudadanos y no miembros de partidos opuestos quienes las encaminen, sin desconocer que sean quienes sean los presentadores, si tienen los pelos de la burra en la mano, se hagan efectivas.

Lo que no está bien es que se realicen dichos, se hagan comentarios a veces infundados, se efectúen burlas, se difame o incluso se calumnie a quienes se consideran contrarios –que no enemigos-, sin tener las suficientes bases. Lo que importa en todos los casos es la verdad sustentada en los hechos, no en los dichos. ¿Lo ven?


Son incontables las acusaciones, verbales la mayoría, que se hacen a muchos de los candidatos –y candidatas, claro, para no desentonar- que participan en campañas o están por participar en las ya inminentes elecciones de nuestro país.

Algunas de estas acusaciones tienen un verdadero sustento y pruebas contundentes, pero muchas más carecen de ello, aunque puedan ser ciertas; otras se lanzan al calor de la contiendas o se basan en dimes y diretes. El caso es que, al tiempo, y una vez que culmina el proceso electoral, las recriminaciones se las lleva el viento o pasan al olvido. Pocas son –y las hay- las que dada la conducta impropia o claramente delictiva de tal o cual candidato son denunciadas ante los órganos electorales o judiciales si así lo ameritan.

A pesar de esas denuncias formales no todas corren con la misma suerte, ya sea por fallas en los procesos, por negligencia o falta de atención de las autoridades, por consideraciones “políticas”, por pensar que el término de las elecciones les pone fin y borrón y cuenta nueva. Existen las que siguen su curso así pase un tiempo razonable o no y la duración para resolverlas sea larga.

Hay candidatos que llegan al puesto deseado o buscado con fama de acciones indeseables o incluso corruptas, y las consecuencias, de ser cierta su reputación, salen a relucir a las primeras de cambio. Ejemplo han existido en este México nuestro, sea en gobernadores, alcaldes, diputados o cualquier otro puesto.

Hay quienes al entrar a sus funciones lo hacen con las manos en las bolsas y al salir lo hacen con las bolsas en las manos. Riqueza inexplicable dirán algunos. Otros, sin generalizar desde luego, terminan su encargo con imputaciones que a veces se desechan y tan, tan.

Qué bueno que existan acusaciones serias y tajantes tanto para funcionarios que hagan mal uso de su encargo como de candidatos que aspiran a determinados puestos teniendo cola que les pisen. Y qué bueno que sean ciudadanos y no miembros de partidos opuestos quienes las encaminen, sin desconocer que sean quienes sean los presentadores, si tienen los pelos de la burra en la mano, se hagan efectivas.

Lo que no está bien es que se realicen dichos, se hagan comentarios a veces infundados, se efectúen burlas, se difame o incluso se calumnie a quienes se consideran contrarios –que no enemigos-, sin tener las suficientes bases. Lo que importa en todos los casos es la verdad sustentada en los hechos, no en los dichos. ¿Lo ven?