/ viernes 2 de noviembre de 2018

Los temidos fracasos

¿Qué hace valiosa la vida? En nuestra época la respuesta a esta pregunta gira alrededor de dos puntos: el éxito que uno es capaz de alcanzar y la opinión que los demás tienen de él. No se trata, desde luego, de asuntos sin importancia: la opinión ajena tiene consecuencias en la vida familiar, social, profesional; y el éxito es la expectativa lógica de lo que conseguimos hacer: nadie emprende algo con el propósito de fracasar. Sin embargo, de hecho a veces en nuestras vidas se presentan pequeñas o no tan pequeñas derrotas, o sucede que los demás nos califican con opiniones negativas.

La experiencia del fracaso, del desprestigio, o la conciencia de la propia incapacidad --ya no sólo en el mundo laboral, sino en el empeño por vivir una vida honrada-- puede llevarnos al desánimo, al desaliento y, en último término, a la desesperanza.

En la actualidad es más fuerte que en otras épocas la presión por tener éxito en diversos aspectos, por ser "alguien", o por lo menos, por poder decir que lo somos. Y, en realidad, más que en lo que realmente somos como hijo, padre, hermano..., los objetivos están puestos en lo que podemos "hacer". Por esto hoy nos encontramos más vulnerables ante los distintos tipos de fracasos que resultan inevitables en la vida: reveses que antes se resolvían o se manejaban con fortaleza y buen ánimo, hoy llevan a muchos a la tristeza, la frustración y hasta las depresiones.

No cabe duda que el saberse hijos de Dios, y poder experimentar un trato confiado con él, dan color a una realidad que se suele presentar en blanco y negro. Sin duda ésta es una de las razones que trae consigo la fe sobrenatural.

Sabemos que los fracasos nos pueden dar lecciones, pero no todos los alumnos ponen atención a sus maestros, además los padres de hoy procuran evitar la experiencia del fracaso a sus hijos, lo cual considero que es un grave error, pues va contra la experiencia diaria, y de esa actitud cobarde surge con frecuencia la infelicidad.

Es cierto que tener fe en Dios no resuelve de por sí los problemas económicos, laborales y otros, pero ayuda a mantener una visión positiva, esperanzadora, pues todo se ve como "aprovechable", donde hasta el estiércol se puede convertir en abono.

www.padrealejandro.com


¿Qué hace valiosa la vida? En nuestra época la respuesta a esta pregunta gira alrededor de dos puntos: el éxito que uno es capaz de alcanzar y la opinión que los demás tienen de él. No se trata, desde luego, de asuntos sin importancia: la opinión ajena tiene consecuencias en la vida familiar, social, profesional; y el éxito es la expectativa lógica de lo que conseguimos hacer: nadie emprende algo con el propósito de fracasar. Sin embargo, de hecho a veces en nuestras vidas se presentan pequeñas o no tan pequeñas derrotas, o sucede que los demás nos califican con opiniones negativas.

La experiencia del fracaso, del desprestigio, o la conciencia de la propia incapacidad --ya no sólo en el mundo laboral, sino en el empeño por vivir una vida honrada-- puede llevarnos al desánimo, al desaliento y, en último término, a la desesperanza.

En la actualidad es más fuerte que en otras épocas la presión por tener éxito en diversos aspectos, por ser "alguien", o por lo menos, por poder decir que lo somos. Y, en realidad, más que en lo que realmente somos como hijo, padre, hermano..., los objetivos están puestos en lo que podemos "hacer". Por esto hoy nos encontramos más vulnerables ante los distintos tipos de fracasos que resultan inevitables en la vida: reveses que antes se resolvían o se manejaban con fortaleza y buen ánimo, hoy llevan a muchos a la tristeza, la frustración y hasta las depresiones.

No cabe duda que el saberse hijos de Dios, y poder experimentar un trato confiado con él, dan color a una realidad que se suele presentar en blanco y negro. Sin duda ésta es una de las razones que trae consigo la fe sobrenatural.

Sabemos que los fracasos nos pueden dar lecciones, pero no todos los alumnos ponen atención a sus maestros, además los padres de hoy procuran evitar la experiencia del fracaso a sus hijos, lo cual considero que es un grave error, pues va contra la experiencia diaria, y de esa actitud cobarde surge con frecuencia la infelicidad.

Es cierto que tener fe en Dios no resuelve de por sí los problemas económicos, laborales y otros, pero ayuda a mantener una visión positiva, esperanzadora, pues todo se ve como "aprovechable", donde hasta el estiércol se puede convertir en abono.

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