/ martes 23 de abril de 2024

Perfil humano | La temporada electoral más violenta del siglo

Los asesinatos y atentados en contra de candidatos en campaña han convertido a este periodo electoral como el más violento del siglo.

No lo es también del siglo pasado pues durante el periodo revolucionario y postrevolucionario inmediato las elecciones se caracterizaban por definirse a punta de balazos y asesinatos.

De hecho las elecciones intermedias del 2021 fueron una alerta sobre la persistente intervención del crimen organizado en los comicios, pues hubo atentados y amenazas para los candidatos que no eran de su agrado.

Sin embargo poco o nada se ha hecho por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno para prevenir y evitar que continúen las agresiones criminales en contra de los candidatos.

La última víctima de este fin de semana fue el panista que contendía por la Presidencia Municipal de El Mante, Tamaulipas.

El alcalde con licencia que buscaba la reelección fue apuñalado cuando realizaba un recorrido proselitista a pie por las calles de este municipio.

De acuerdo al dirigente nacional del PAN, ya son 34 los candidatos asesinados en estas elecciones y pueden aumentar pues falta más de un mes para que terminen las campañas.

A esta cantidad se le podrían agregar los homicidios de los aspirantes para alguna candidatura durante las precampañas.

La reacción de los dirigentes de los partidos ha sido tibia ante estos hechos, sobre todo la de los morenistas, a pesar de que también les han matado a varios candidatos, como a la aspirante a la alcaldía de Celaya.

En otros países la respuesta hubiera sido más enérgica y efectiva, ya que no sólo se trata de la integridad física de los políticos sino también de la conservación del Estado de derecho.

Como ejemplo reciente está Ecuador, donde en las anteriores elecciones fue asesinado un candidato presidencial.

Al parecer la causa de ello fue que Villavicencio denunció la intervención de los cárteles mexicanos, principalmente el de Sinaloa, en los comicios de su país.

México ocupa los primeros lugares en inseguridad pública del mundo de acuerdo a lo informado por diversas organizaciones que miden los niveles de criminalidad internacional.

En América sólo somos superados por Colombia, la cual desde hace décadas sufre una alta violencia debido a las guerrillas y los narcotraficantes.

Una buena parte del país está bajo el dominio de los cárteles, los que al parecer no existen para el gobierno federal, pues apenas acaba de reconocer que nuestro país sí es productor de fentanilo.

La presencia del Ejército Mexicano en las calles no ha impedido que continúen los homicidios de candidatos y ciudadanos, lo cual se puede constatar diariamente en los noticiarios.

Ahora bien, la mayoría de los atentados a políticos son de aspirantes a una alcaldía sobre todo de municipios pequeños, pues los delincuentes evitan atentar en contra de los de grandes urbes para evitar un escándalo mayor.

Menos intentan hacerlo con los candidatos para una gubernatura y los presidenciales, aunque no existe la garantía de que no lo vayan a realizar a última hora si no les convienen los posibles resultados.

El silencio que reina en el país no es precisamente de los inocentes, sino de los políticos que temen ser las próximas víctimas de los criminales.

Las elecciones actuales no son sólo una prueba sobre si funciona nuestra democracia sino también de si realmente vivimos o no en un auténtico Estado de derecho.


Los asesinatos y atentados en contra de candidatos en campaña han convertido a este periodo electoral como el más violento del siglo.

No lo es también del siglo pasado pues durante el periodo revolucionario y postrevolucionario inmediato las elecciones se caracterizaban por definirse a punta de balazos y asesinatos.

De hecho las elecciones intermedias del 2021 fueron una alerta sobre la persistente intervención del crimen organizado en los comicios, pues hubo atentados y amenazas para los candidatos que no eran de su agrado.

Sin embargo poco o nada se ha hecho por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno para prevenir y evitar que continúen las agresiones criminales en contra de los candidatos.

La última víctima de este fin de semana fue el panista que contendía por la Presidencia Municipal de El Mante, Tamaulipas.

El alcalde con licencia que buscaba la reelección fue apuñalado cuando realizaba un recorrido proselitista a pie por las calles de este municipio.

De acuerdo al dirigente nacional del PAN, ya son 34 los candidatos asesinados en estas elecciones y pueden aumentar pues falta más de un mes para que terminen las campañas.

A esta cantidad se le podrían agregar los homicidios de los aspirantes para alguna candidatura durante las precampañas.

La reacción de los dirigentes de los partidos ha sido tibia ante estos hechos, sobre todo la de los morenistas, a pesar de que también les han matado a varios candidatos, como a la aspirante a la alcaldía de Celaya.

En otros países la respuesta hubiera sido más enérgica y efectiva, ya que no sólo se trata de la integridad física de los políticos sino también de la conservación del Estado de derecho.

Como ejemplo reciente está Ecuador, donde en las anteriores elecciones fue asesinado un candidato presidencial.

Al parecer la causa de ello fue que Villavicencio denunció la intervención de los cárteles mexicanos, principalmente el de Sinaloa, en los comicios de su país.

México ocupa los primeros lugares en inseguridad pública del mundo de acuerdo a lo informado por diversas organizaciones que miden los niveles de criminalidad internacional.

En América sólo somos superados por Colombia, la cual desde hace décadas sufre una alta violencia debido a las guerrillas y los narcotraficantes.

Una buena parte del país está bajo el dominio de los cárteles, los que al parecer no existen para el gobierno federal, pues apenas acaba de reconocer que nuestro país sí es productor de fentanilo.

La presencia del Ejército Mexicano en las calles no ha impedido que continúen los homicidios de candidatos y ciudadanos, lo cual se puede constatar diariamente en los noticiarios.

Ahora bien, la mayoría de los atentados a políticos son de aspirantes a una alcaldía sobre todo de municipios pequeños, pues los delincuentes evitan atentar en contra de los de grandes urbes para evitar un escándalo mayor.

Menos intentan hacerlo con los candidatos para una gubernatura y los presidenciales, aunque no existe la garantía de que no lo vayan a realizar a última hora si no les convienen los posibles resultados.

El silencio que reina en el país no es precisamente de los inocentes, sino de los políticos que temen ser las próximas víctimas de los criminales.

Las elecciones actuales no son sólo una prueba sobre si funciona nuestra democracia sino también de si realmente vivimos o no en un auténtico Estado de derecho.