Lo llaman el “Demonio de Cerro Prieto”, aunque se especula que es un ente del inframundo, lo más seguro es que se trate de un pobre desdichado que cayó en la indigencia y padece de sus facultades mentales.
Cuentan que es visto ocasionalmente a la distancia como una solitaria sombra de ojos centelleantes entre las cuevas que otrora sirvieron de morada para los paracaidistas.
Al ser desalojados del cerro, las cuevas quedaron deshabitadas y fue a partir de entonces cuando comenzó a correrse el rumor de que un demonio merodeaba las cercanías al caer la noche.
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Fidencio había escuchado sobre esta mítica criatura que merodeaba precisamente el corredor a un lado del Chuvíscar, donde él acostumbraba colocar sus trampas para capturar pájaros que posteriormente vendía en el mercado.
Aunque le daba miedo salir tan de madrugada, ese día no tuvo opción ya que durante la noche había caído dramáticamente la temperatura, lo que ponía en riesgo la vida de las aves que solía casar con trampas junto al Chuvíscar.
Por temor a los pájaros murieran congelados, apenas dio un sorbo a su café y se dirigió a toda prisa con la linterna en mano y las jaulas en su espalda para intentar arrebatar a las aves de las manos del gélido soplo de la muerte.
Las primeras dos trampas estaban vacías, por fortuna para ellas, y para mala suerte de Fidencio, quien había visto descartada la ganancia que representaría su venta en el mercado del domingo.
Prosiguió entonces con las siguientes, a fin de terminar cuanto antes su trabajo, sin embargo, al igual que en las primeras, el resto de trampas se encontraban vacías.
A punto de retirarse, le pareció escuchar un ruido detrás de una pequeña colina, por lo que se aproximó por mera curiosidad a ver que era aquello que emitía el sonido.
Caminó con cuidado hasta el lugar de donde provenía el ruido como de gruñidos y penas asomó la cabeza por encima de la pendiente, cruzó su mirada con la de aquella demoníaca criatura.
Aunque hay quienes afirman que se trata de un hombre, a Fidencio no le pareció para nada una persona. Un cuerpo costilludo con piel de sombra avanzó en cuatro patas hacia donde él estaba mientras sus ojos centelleantes titilaban debajo de una enmarañada melena parda.
Fidencio apenas observó por unos instantes aquella visión de ultratumba cuando se echó a correr en dirección contraria.
Aunque el agua estaba casi congelada, poco le importó cruzar el río con todo y pajareras colgando en su espalda.
Sintió como su corazón se derretía y parecía que saldría escurriendo de su boca con cada respiración.
Una vez del otro lado del Chuvíscar, se detuvo y giró la mirada de nuevo, sin embargo, para su fortuna, no había nada allá.
Aunque Fidencio continúa contando una y otra vez lo que vio aquella madrugada de noviembre, la duda sigue en el aire, ¿era realmente un demonio aquello que vio en Cerro Prieto?, ¿o simplemente era un hombre?
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Con información de Adrián Berrios