/ viernes 11 de marzo de 2022

Empresarios & Sociedad: 128 años de compromiso femenino

En el marco de las celebraciones del día Internacional de la Mujer, abordamos el compromiso de las esposas e hijas de empresarios chihuahuenses

En el marco de las celebraciones del día Internacional de la Mujer, abordamos el compromiso de las esposas e hijas de empresarios chihuahuenses a lo largo de más de 125 años en la capital y otras ciudades de Estado. Hoy nos damos espacio para hablar de un esforzado movimiento que, por supuesto, ha procurado una mayor riqueza, en muchos aspectos, para quienes aquí vivimos.

Sirva de homenaje a tantas mujeres que donaron al prójimo su trabajo y su dinero. Sus nombres están escritos para el recuerdo y la valoración de todos.

Resumimos el texto de la Breve Historia de la Asociación de Damas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Chihuahua. Primer Centenario. 1894 a 1994, escrita por Leonor A. de Mar. Igualmente, es revelador el documento digital de CONFIO para conocer su desarrollo en los últimos años. Y subrayamos, de entrada, que los objetivos de la asociación tienen que ver con el socorro a enfermos, ancianos, huérfanos, minusválidos, difuntos y a los habitantes más necesitados en general.

Fundación

Comenzamos en 1894, cuando la presidencia fue asumida por Carolina Cuilty de Terrazas; la vicepresidencia, recayó en Matilde G, de Bezaury; la secretaría fue ocupada por Adela Terrazas de Muñoz; con el nombramiento de tesorera quedó Felícitas Hirigoity de Zuloaga y, para el puesto de proveedora, se eligió a Ángela Terrazas de Creel. La membresía inicial fue de más de 100 socias que con su cuota mensual cooperaban a la asociación.

Se invitó igualmente a empresarios a que contribuyeran con donativos en efectivo o en especie (alimentos no perecederos y ropa). Para 1902, el padre Bruno Álvarez, de la orden vicentina, fue artífice para la consolidación y expansión de las obras hacia otras ciudades del Estado. Un dato de orden financiero: hacia 1903 los registros anuales de ingresos se ubicaban entre 3 mil 700 y 4 mil pesos.

Es importante señalar que, no obstante, los apoyos económicos y la administración de los miembros de la Orden de San Vicente, así como el respaldo institucional de los obispos José de Jesús Ortiz y Nicolás Pérez Gavilán, muchas de las Damas de la Caridad sacaban adelante el proyecto, atendiendo personalmente la operación de los centros de atención a los desvalidos. Ya en 1904 se visitaban cárceles y se atendía a los hijos de los internos.

Centro Misiones. Foto: Cortesía | Vicentinas

La Amiga de la Obrera

El internado de la Amiga de la Obrera, cuya reseña se expuso con mayor amplitud en un artículo anterior, surgió a raíz de la experiencia vicentina constatada por varios años. Las Damas de la Caridad vieron que un área importante de atención a los desfavorecidos consistía en dar alimento y educación a los niños menores de 7 años.

De este modo, el primer local se instaló a un costado del templo de la Sagrada Familia y fue atendido por cinco Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, cuyo carisma (vocación religiosa específica) contribuyó al proyecto. El 24 de enero de 1909 comenzaron las clases para 110 señoritas, casi todas ellas obreras, que recibían instrucción práctica y conocimientos.

En 1919 falleció Carolina Cuilty de Terrazas, justo el año en que la obra cumplió 25 años. En esa etapa 694 socias activas y 973 contribuyentes socorrieron casi 4 mil enfermos con atenciones y con 50 mil recetas médicas. Por otra parte, la asociación entregó cerca de un millón de despensas. Lo recabado en esos años, para los distintos acompañamientos, fue muy importante: un millón 32 mil pesos.

Una casa para las mujeres en riesgo.

Una obra más de este corte, fue la Casa de la Regeneración de la Mujer que inició sus actividades en febrero de 1928, en una finca donada por María Terrazas de Cuilty, en la que 30 internas realizaban trabajos manuales en talleres dispuestos ex profeso. Con los ingresos obtenidos se completaba la educación primaria de un grupo de niñas.

Después, en 1932, con motivo de una oleada de braceros que venían de regreso de los Estados Unidos, se implementó un Comedor para Repatriados en un espacio dispuesto por Amada Terrazas de Sisniega y bajo la dirección de Natalia Múzquiz de González. Las socias del Comedor (Estela de Calderón, Carmen de Gutiérrez y Victorina de Cederborg) aportaban el dinero necesario para la manutención y, además, ellas mismas servían la comida a los braceros.

Ese mismo año en el mes de noviembre, doce socias activas (que se diferencian de las que son solo contribuyentes en la aplicación de sus propias manos a los problemas) lideradas por María Lagüera de Vallina y Susana Porras de Madero, echaron a andar el Centro Divino Infante, especializado en la atención a niños enfermos. En esa fecha operaban con gran dinamismo 7 Cofradías, 7 obras auxiliares y 3 foráneas, en las ciudades de Camargo, Parral y Guerrero.

Los enfoques de atención eran educativos y de capacitación, hospitalarios, alimenticios, de abrigo y de vestido, penitenciarios y de albergue, de rescate de mujeres en riesgo, de socorro y de transporte a peregrinos. En cada caso se interactuaba con religiosas, sacerdotes y laicos que impartían doctrina, y con empresarios que apoyaban en el sostenimiento permanente de obras y el apoyo provisional de emergencias.

Hogar San Vicente. Foto: Cortesía | Eduardo Ibañez

El Hospital y el Hogar San Vicente

Aunque lo trataremos en un capítulo aparte sobre la salud, aquí decimos que el Hospital “Verde” de la Fundación Terrazas Cuilty, fue otra obra que se derivó de la experiencia de socorro de las Damas Vicentinas. Sin esta asociación, el resto de los componentes de ayuda que conformaron el proyecto, no hubieran logrado el mismo impacto. Amada Terrazas de Sisniega tuvo un importante liderazgo en su desarrollo. Larga es la lista de galenos que consultaron gratuitamente a los enfermos, pues incluye casi a todos los médicos de la época. Mencionar a unos, sería injusto para otros.

El 10 de marzo de 1957 se fundó el Hogar San Vicente que suplió y mejoró a la anteriormente llamada Casa del Crónico que, como su nombre indica, estaba destinado a enfermos con males datados de tiempo atrás. Mujeres mayores de edad fueron las principales beneficiarias del proyecto. La presidenta de esta casa hospital fue Luz Salazar de Stege; la secretaria, Natalia Múzquiz de González y, la tesorera, Margarita Prieto de Maíz.

Renovación.

De 1954 a 1967 las actividades se consolidaron a través de la participación de las siguientes consejeras: Lourdes Sisniega de Noriega, Elisa Russek de Madero, Clementina Peña de Luján, Carmen Gallo de Portillo, Bertha Valles de Terrazas, Victoria Enríquez de Caraveo y Miriam Creel de Martínez. La colecta 1966 dejó utilidades a la obra y, en la reunión anual, se contaron más de 2 mil personas atendidas por los distintos centros.

Con más de 75 años de actividades cumplidos en 1969, al año siguiente las socias decidieron tomar cursos intensivos con especialistas como el trabajador social Juan Urías, a efecto de afinar el procedimiento de identificación de personas y familias mediante estudios socio-económicos. Se informó, adicionalmente, que la cuota mínima para cada consejera activa o contribuyente era de 240 pesos.

En marzo de 1972 se llevó a cabo una Asamblea Nacional de la Red Vicentina. Los temas que se discutieron a través de ponencias y corrillos fueron: la acción asistencial, la beneficencia, la acción social, la educación permanente, la aplicación de reglamentos y la organización de asambleas regionales; todos ellos vigentes en cualquier organización de este tipo. Chihuahua quedó ubicada en la Segunda Zona junto con Zacatecas, Durango y Coahuila.

Oficina Central. Foto: Cortesía | Eduardo Ibañez

Cambio de nombre y nuevos proyectos

Para 1973, el nombre oficial cambió de Damas Vicentinas a Voluntarias Vicentinas. El libro no explica las razones, pero es posible suponer que la actualización debió a los cambios de paradigmas de la época. Las dirigentes entre ese 1973 y 1994 fueron: Ofelia Ochoa de Touché, Hortencia Morales de Portillo, Haydée de Martínez, Olga de Seyffert, Esperanza Treviño de Giner, Leonor A. de Mar, Laura G. de Sedeño, Otilia Quevedo de Caballero y Teresa de Medrano.

En 1974, empezó a funcionar la Guardería San Vicente, abocada a recibir durante el día de visita a los niños de las esposas de los reclusos. Estaban al frente de la estancia infantil: Zapopan Baeza de Terrazas, Carmen de Olea, Antonieta García de Terrazas y Manuela Baeza. En esos años eran 100 socias activas y 195 contribuyentes que operaban en cinco centros diferentes.

En 1977, los temas de reflexión en las reuniones internas eran: la participación del seglar en la vida de la comunidad y el sentido de la caridad. Hacia 1985, con la vinculación de la obra a la Asociación Internacional de Caridades que, a su vez, estaba afiliada a la UNESCO, el tópico de discusión fue: la lucha contra la pobreza.

En 1980 se iniciaron las actividades para recaudar fondos del Centro Vicentino: especie de salón de eventos, taller, consultorio y comedor. Lo aportantes van, como anteriormente se había presentado, desde un grupo discreto de empresarios, hasta funcionarios de Gobierno del Estado. Muchos de los ingresos obtenidos correspondieron al propio fondeo de las Voluntarias a través de kermeses, festivales y rifas.

Asamblea. Foto: Cortesía | Vicentinas

Nuevo logotipo. Foto: Cortesía | Vicentinas

La Tarahumara.

En 1987, se llevó a cabo un estudio a consciencia a fin de definir el tipo de apoyo a la comunidad rarámuri de Guachochi. Las voluntarias concluyeron, ya desde entonces, que lo que les era verdaderamente necesario consistía en: alimentos, semillas, medicinas y utensilios de labranza. Aclarado el asunto, empresarios y oficinas de Gobierno participaron en la transportación de los bienes.

Una hermana religiosa les agradeció la donación y les externó que los rarámuris requerían apoyo legal para regularizar sus tierras y sacarlos de la cárcel, apresados ahí por delitos que no habían cometido. Otra demanda que atendieron los centros, fue la colaboración con la Clínica serrana del padre Verplanken, mencionada en un artículo anterior.

Centros de atención.

En 1994, las Voluntarias Vicentinas cumplieron un siglo de servicio al prójimo, el mismo tiempo que la Arquidiócesis de Chihuahua. Para entonces funcionaban varios centros, algunos de ellos son:

El Hogar San Vicente que en 1994 albergaba 40 señoras mayores bajo el apoyo de las familias Stege Muñoz y Luján Peña. Se conoce que algunas residentes pagan su pensión y con ello subsidian a las que viven ahí gratuitamente. El Centro Alimenticio que cubría la manutención de 40 familias menesterosas y algunos ancianos solos, a quienes se les practicaba previamente un estudio socio-económico. El Centro Inmaculada que albergaba a mujeres mayores, miembros de las Hijas de María, que previamente dedicaron su tiempo a la caridad y después la recibieron de sus sucesoras.

El Centro Hospital, que atendía a los enfermos del Hospital Central a quienes, previa consulta con trabajadoras sociales, los apoyaban con el costo de las medicinas y los honorarios médicos. Ligado al anterior, se encontraba el Dispensario San Felipe que ofrecía atención médica y, en caso necesario, el costo de medicamentos de manera gratuita.

El Centro Cárcel que prestaba asesoría legal a internos e internas, así como les dotaba de enseres básicos. Vinculado a este Centro está la Guardería San Vicente de Paúl que lleva 58 años viendo por decenas de niños, hijos de los presos cuyas madres acuden a visitar a sus parientes. También ayudaban a agilizar los procesos penales de otros reos y/o de sus familiares cuando carecían de medios para defenderse.

Hospital San Vicente de Paúl. Foto: Fototeca Inah Chihuahua

Relevo y calidad.

Estos centros son apoyados por señoritas de las Juventudes Vicentinas afiliadas al Centro Luisa de Marillac que, hace algunos años, representaron la renovación de cuadros de la Asociación, que mantiene una relación coordinada con las cofradías ubicadas en Creel, Jiménez, y Saucillo.

La página vicentina oficial anota que a 2021, se cuentan 11 centros. La organización CONFIO certificó una buena gestión en su evaluación pública de los años 2019 y 2020, disponible en internet. Ahí podemos comprobar que la caridad vicentina es reconocida por su calidad en la mayoría de sus procedimientos.

En el marco de las celebraciones del día Internacional de la Mujer, abordamos el compromiso de las esposas e hijas de empresarios chihuahuenses a lo largo de más de 125 años en la capital y otras ciudades de Estado. Hoy nos damos espacio para hablar de un esforzado movimiento que, por supuesto, ha procurado una mayor riqueza, en muchos aspectos, para quienes aquí vivimos.

Sirva de homenaje a tantas mujeres que donaron al prójimo su trabajo y su dinero. Sus nombres están escritos para el recuerdo y la valoración de todos.

Resumimos el texto de la Breve Historia de la Asociación de Damas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Chihuahua. Primer Centenario. 1894 a 1994, escrita por Leonor A. de Mar. Igualmente, es revelador el documento digital de CONFIO para conocer su desarrollo en los últimos años. Y subrayamos, de entrada, que los objetivos de la asociación tienen que ver con el socorro a enfermos, ancianos, huérfanos, minusválidos, difuntos y a los habitantes más necesitados en general.

Fundación

Comenzamos en 1894, cuando la presidencia fue asumida por Carolina Cuilty de Terrazas; la vicepresidencia, recayó en Matilde G, de Bezaury; la secretaría fue ocupada por Adela Terrazas de Muñoz; con el nombramiento de tesorera quedó Felícitas Hirigoity de Zuloaga y, para el puesto de proveedora, se eligió a Ángela Terrazas de Creel. La membresía inicial fue de más de 100 socias que con su cuota mensual cooperaban a la asociación.

Se invitó igualmente a empresarios a que contribuyeran con donativos en efectivo o en especie (alimentos no perecederos y ropa). Para 1902, el padre Bruno Álvarez, de la orden vicentina, fue artífice para la consolidación y expansión de las obras hacia otras ciudades del Estado. Un dato de orden financiero: hacia 1903 los registros anuales de ingresos se ubicaban entre 3 mil 700 y 4 mil pesos.

Es importante señalar que, no obstante, los apoyos económicos y la administración de los miembros de la Orden de San Vicente, así como el respaldo institucional de los obispos José de Jesús Ortiz y Nicolás Pérez Gavilán, muchas de las Damas de la Caridad sacaban adelante el proyecto, atendiendo personalmente la operación de los centros de atención a los desvalidos. Ya en 1904 se visitaban cárceles y se atendía a los hijos de los internos.

Centro Misiones. Foto: Cortesía | Vicentinas

La Amiga de la Obrera

El internado de la Amiga de la Obrera, cuya reseña se expuso con mayor amplitud en un artículo anterior, surgió a raíz de la experiencia vicentina constatada por varios años. Las Damas de la Caridad vieron que un área importante de atención a los desfavorecidos consistía en dar alimento y educación a los niños menores de 7 años.

De este modo, el primer local se instaló a un costado del templo de la Sagrada Familia y fue atendido por cinco Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, cuyo carisma (vocación religiosa específica) contribuyó al proyecto. El 24 de enero de 1909 comenzaron las clases para 110 señoritas, casi todas ellas obreras, que recibían instrucción práctica y conocimientos.

En 1919 falleció Carolina Cuilty de Terrazas, justo el año en que la obra cumplió 25 años. En esa etapa 694 socias activas y 973 contribuyentes socorrieron casi 4 mil enfermos con atenciones y con 50 mil recetas médicas. Por otra parte, la asociación entregó cerca de un millón de despensas. Lo recabado en esos años, para los distintos acompañamientos, fue muy importante: un millón 32 mil pesos.

Una casa para las mujeres en riesgo.

Una obra más de este corte, fue la Casa de la Regeneración de la Mujer que inició sus actividades en febrero de 1928, en una finca donada por María Terrazas de Cuilty, en la que 30 internas realizaban trabajos manuales en talleres dispuestos ex profeso. Con los ingresos obtenidos se completaba la educación primaria de un grupo de niñas.

Después, en 1932, con motivo de una oleada de braceros que venían de regreso de los Estados Unidos, se implementó un Comedor para Repatriados en un espacio dispuesto por Amada Terrazas de Sisniega y bajo la dirección de Natalia Múzquiz de González. Las socias del Comedor (Estela de Calderón, Carmen de Gutiérrez y Victorina de Cederborg) aportaban el dinero necesario para la manutención y, además, ellas mismas servían la comida a los braceros.

Ese mismo año en el mes de noviembre, doce socias activas (que se diferencian de las que son solo contribuyentes en la aplicación de sus propias manos a los problemas) lideradas por María Lagüera de Vallina y Susana Porras de Madero, echaron a andar el Centro Divino Infante, especializado en la atención a niños enfermos. En esa fecha operaban con gran dinamismo 7 Cofradías, 7 obras auxiliares y 3 foráneas, en las ciudades de Camargo, Parral y Guerrero.

Los enfoques de atención eran educativos y de capacitación, hospitalarios, alimenticios, de abrigo y de vestido, penitenciarios y de albergue, de rescate de mujeres en riesgo, de socorro y de transporte a peregrinos. En cada caso se interactuaba con religiosas, sacerdotes y laicos que impartían doctrina, y con empresarios que apoyaban en el sostenimiento permanente de obras y el apoyo provisional de emergencias.

Hogar San Vicente. Foto: Cortesía | Eduardo Ibañez

El Hospital y el Hogar San Vicente

Aunque lo trataremos en un capítulo aparte sobre la salud, aquí decimos que el Hospital “Verde” de la Fundación Terrazas Cuilty, fue otra obra que se derivó de la experiencia de socorro de las Damas Vicentinas. Sin esta asociación, el resto de los componentes de ayuda que conformaron el proyecto, no hubieran logrado el mismo impacto. Amada Terrazas de Sisniega tuvo un importante liderazgo en su desarrollo. Larga es la lista de galenos que consultaron gratuitamente a los enfermos, pues incluye casi a todos los médicos de la época. Mencionar a unos, sería injusto para otros.

El 10 de marzo de 1957 se fundó el Hogar San Vicente que suplió y mejoró a la anteriormente llamada Casa del Crónico que, como su nombre indica, estaba destinado a enfermos con males datados de tiempo atrás. Mujeres mayores de edad fueron las principales beneficiarias del proyecto. La presidenta de esta casa hospital fue Luz Salazar de Stege; la secretaria, Natalia Múzquiz de González y, la tesorera, Margarita Prieto de Maíz.

Renovación.

De 1954 a 1967 las actividades se consolidaron a través de la participación de las siguientes consejeras: Lourdes Sisniega de Noriega, Elisa Russek de Madero, Clementina Peña de Luján, Carmen Gallo de Portillo, Bertha Valles de Terrazas, Victoria Enríquez de Caraveo y Miriam Creel de Martínez. La colecta 1966 dejó utilidades a la obra y, en la reunión anual, se contaron más de 2 mil personas atendidas por los distintos centros.

Con más de 75 años de actividades cumplidos en 1969, al año siguiente las socias decidieron tomar cursos intensivos con especialistas como el trabajador social Juan Urías, a efecto de afinar el procedimiento de identificación de personas y familias mediante estudios socio-económicos. Se informó, adicionalmente, que la cuota mínima para cada consejera activa o contribuyente era de 240 pesos.

En marzo de 1972 se llevó a cabo una Asamblea Nacional de la Red Vicentina. Los temas que se discutieron a través de ponencias y corrillos fueron: la acción asistencial, la beneficencia, la acción social, la educación permanente, la aplicación de reglamentos y la organización de asambleas regionales; todos ellos vigentes en cualquier organización de este tipo. Chihuahua quedó ubicada en la Segunda Zona junto con Zacatecas, Durango y Coahuila.

Oficina Central. Foto: Cortesía | Eduardo Ibañez

Cambio de nombre y nuevos proyectos

Para 1973, el nombre oficial cambió de Damas Vicentinas a Voluntarias Vicentinas. El libro no explica las razones, pero es posible suponer que la actualización debió a los cambios de paradigmas de la época. Las dirigentes entre ese 1973 y 1994 fueron: Ofelia Ochoa de Touché, Hortencia Morales de Portillo, Haydée de Martínez, Olga de Seyffert, Esperanza Treviño de Giner, Leonor A. de Mar, Laura G. de Sedeño, Otilia Quevedo de Caballero y Teresa de Medrano.

En 1974, empezó a funcionar la Guardería San Vicente, abocada a recibir durante el día de visita a los niños de las esposas de los reclusos. Estaban al frente de la estancia infantil: Zapopan Baeza de Terrazas, Carmen de Olea, Antonieta García de Terrazas y Manuela Baeza. En esos años eran 100 socias activas y 195 contribuyentes que operaban en cinco centros diferentes.

En 1977, los temas de reflexión en las reuniones internas eran: la participación del seglar en la vida de la comunidad y el sentido de la caridad. Hacia 1985, con la vinculación de la obra a la Asociación Internacional de Caridades que, a su vez, estaba afiliada a la UNESCO, el tópico de discusión fue: la lucha contra la pobreza.

En 1980 se iniciaron las actividades para recaudar fondos del Centro Vicentino: especie de salón de eventos, taller, consultorio y comedor. Lo aportantes van, como anteriormente se había presentado, desde un grupo discreto de empresarios, hasta funcionarios de Gobierno del Estado. Muchos de los ingresos obtenidos correspondieron al propio fondeo de las Voluntarias a través de kermeses, festivales y rifas.

Asamblea. Foto: Cortesía | Vicentinas

Nuevo logotipo. Foto: Cortesía | Vicentinas

La Tarahumara.

En 1987, se llevó a cabo un estudio a consciencia a fin de definir el tipo de apoyo a la comunidad rarámuri de Guachochi. Las voluntarias concluyeron, ya desde entonces, que lo que les era verdaderamente necesario consistía en: alimentos, semillas, medicinas y utensilios de labranza. Aclarado el asunto, empresarios y oficinas de Gobierno participaron en la transportación de los bienes.

Una hermana religiosa les agradeció la donación y les externó que los rarámuris requerían apoyo legal para regularizar sus tierras y sacarlos de la cárcel, apresados ahí por delitos que no habían cometido. Otra demanda que atendieron los centros, fue la colaboración con la Clínica serrana del padre Verplanken, mencionada en un artículo anterior.

Centros de atención.

En 1994, las Voluntarias Vicentinas cumplieron un siglo de servicio al prójimo, el mismo tiempo que la Arquidiócesis de Chihuahua. Para entonces funcionaban varios centros, algunos de ellos son:

El Hogar San Vicente que en 1994 albergaba 40 señoras mayores bajo el apoyo de las familias Stege Muñoz y Luján Peña. Se conoce que algunas residentes pagan su pensión y con ello subsidian a las que viven ahí gratuitamente. El Centro Alimenticio que cubría la manutención de 40 familias menesterosas y algunos ancianos solos, a quienes se les practicaba previamente un estudio socio-económico. El Centro Inmaculada que albergaba a mujeres mayores, miembros de las Hijas de María, que previamente dedicaron su tiempo a la caridad y después la recibieron de sus sucesoras.

El Centro Hospital, que atendía a los enfermos del Hospital Central a quienes, previa consulta con trabajadoras sociales, los apoyaban con el costo de las medicinas y los honorarios médicos. Ligado al anterior, se encontraba el Dispensario San Felipe que ofrecía atención médica y, en caso necesario, el costo de medicamentos de manera gratuita.

El Centro Cárcel que prestaba asesoría legal a internos e internas, así como les dotaba de enseres básicos. Vinculado a este Centro está la Guardería San Vicente de Paúl que lleva 58 años viendo por decenas de niños, hijos de los presos cuyas madres acuden a visitar a sus parientes. También ayudaban a agilizar los procesos penales de otros reos y/o de sus familiares cuando carecían de medios para defenderse.

Hospital San Vicente de Paúl. Foto: Fototeca Inah Chihuahua

Relevo y calidad.

Estos centros son apoyados por señoritas de las Juventudes Vicentinas afiliadas al Centro Luisa de Marillac que, hace algunos años, representaron la renovación de cuadros de la Asociación, que mantiene una relación coordinada con las cofradías ubicadas en Creel, Jiménez, y Saucillo.

La página vicentina oficial anota que a 2021, se cuentan 11 centros. La organización CONFIO certificó una buena gestión en su evaluación pública de los años 2019 y 2020, disponible en internet. Ahí podemos comprobar que la caridad vicentina es reconocida por su calidad en la mayoría de sus procedimientos.

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