De Polo Polo, el comediante que falleció la mañana de este lunes, son célebres los chistes kilométricos, capaces de tener hasta media hora de duración. En contraparte, muchos reporteros se quejaban las respuestas que daba a la hora de ser entrevistado difícilmente pasaban de los monosílabos.
Era escueto, otro contraste que se hacía evidente tras bambalinas de su personalidad, por lo general muy desenvuelta y elocuente sobre el escenario. Pero siempre sin ánimos de ser grosero, cosa que dejaba clara con una amplia sonrisa.
Precisamente, una de las veces que se abrió de capa fue después de una de sus últimas presentaciones en Chihuahua, en el Teatro de los Héroes (2012), cuando posterior a su presentación se “abrió de capa” con El Heraldo de Chihuahua, y el detonante fue una pregunta precisamente relacionada con las groserías que “aderezaban” sus chistes.
"En mi vida, la normal, (debajo del escenario) no soy nada grosero (sic). “Cuando me casé con Martha (Zendejas, su última esposa de 2010 a 2016) le decían que se había casado con el demonio, pero para nada”, fue parte de lo que relató en aquella ocasión.
Afirmó que, si bien ese demonio entraba en él al momento de dar su show, jamás se portaba mal fuera de él. “Siempre fui un niño bien portado… aunque no me gustaba la escuela”, confesó, rememorando su infancia.
El centro de aprendizaje bien podría no gustarle, pero según lo que comentó en añadidura a su anterior comentario, hubo una maestra que sí le quitó el sueño, aunque nunca le confesó nada respecto a sus sentimientos.
No específico que edad tenía, pero debió haber sido después de la primaria porque, de acuerdo con él mismo, no se enamoró de ninguna maestra en ese nivel porque le tocaron puros hombres, relató con su sello de humor característico, en referencia a que sólo había tenido profesores en sus primeros años de instrucción académica.