“Jesús no valora las apariencias, sino que se va al interior”, dijo esta mañana el Arzobispo de Chihuahua, Constancio Miranda Weckmann en la misa dominical que presidió en la Catedral Metropolitana de esta ciudad.
Al explicar el evangelio de San Marcos, refirió que el sello que distingue al cristiano, son todas las acciones que salgan del interior, “por eso, para pedir a cada uno de los hombres hay que pedir el corazón”.
Refirió que en aquel tiempo, los fariseos y algunas escribas venidos de Jerusalén se acercaron e Jesús, y viendo que algunos de los discípulos comían con las manos impuras, sin habérselas lavado, preguntaron a Jesús por qué estas personas no seguían las tradiciones de los cristianos.
Jesús contestó, “qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas. Su corazón está lejos de mí, es inútil el culto que me rinden porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Dejan el mandamiento de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.
Entonces, Jesús llamó a la gente y dijo nada que entra de fuera puede manchar al hombre, “lo que lo mancha es lo de dentro del corazón, pues de ahí salen intenciones malas como los robos, las envidias, difamación, orgullo y frivolidad, todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Explicó que los fariseos eran hombres preocupados en querer cumplir la voluntad de Dios en su vida, y en crear un ambiente de santidad, “ellos esperaban al Mesías y querían colaborar en darle un ambiente de santidad”.
Sin embargo, estos fariseos cayeron en el defecto de exagerar el cumplimiento de todas las prácticas y tradiciones externas, “olvidando lo de adentro y el interior del hombre. Esto provocó que muchos cayeran en la hipocresía, vivir de un modo distinto a la realidad personal”.
El Arzobispo citó que “nosotros valoramos muy comúnmente lo que hace lo que se ve, y valora lo que se es. Nosotros nos fijamos en las apariencias de las personas, en la posición social, pero Jesús se fija en el corazón y en las decisiones personales, en el amor a los demás”.
“Nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, sino sólo lo que le sale de dentro”, agregó, y dijo, no se debe juzgar a los demás, pues no es tan fácil entrar en el interior, y no se puede medir a los demás por la apariencia externa.
“El evangelio invita a renovar el corazón y nuestras actitudes, que son las que cuentan. Nuestra relación con Jesucristo es una relación personal capaz de transparentar a nuestro corazón”.