“La inseguridad sigue viva, muy viva; la muerte sigue presente, muy presente dejando dolor y llanto”, afirmó Javier “Pato” Ávila S.J., presidente de la Comisión de Solidaridad y Defensa de Derechos Humanos (COSYDDHAC), una de las organizaciones sociales promoventes de las medidas cautelares para tres religiosas y nueve sacerdotes jesuitas que prestan servicio en Cerocahui, municipio de Urique.
En su reflexión difundida a través de redes sociales al cumplirse nueve meses de los homicidios de Javier Campos, Joaquin Mora, Pedro Palma y Paul Berrelleza, señaló que la Sierra Tarahumara está preñada de promesas y ofertas, pero no ha llegado la hora del parte para que la verdad y la justicia sean dadas a luz.
Ante ello dijo que seguirán urgiendo para que que la autoridad revise la estrategia de seguridad, “La boca de las armas día a día sigue gritando muerte, como nos lo recuerda el P. Enrique Urzúa desde Guachochi”.
El caso de Cerocahui puso a Urique en los reflectores, pero la situación de violencia se replica en todo el estado, donde la impunidad no deja de causar dolor y muerte. “La impunidad con su sonrisa socarrona no deja de arropar y de pasearse, ni deja de herir”.
El padre Ávila asegura que las medidas cautelares que se han implementado no son un fin sino un medio para la construcción de la paz. “El fin es lograr la paz, descubrir la verdad, vivir tranquilos”.
Dejó en claro que si bien se han realizado reuniones en palacio de gobierno, no es suficiente, como tampoco lo son los abrazos, sonrisas, miradas tiernas, ni los simbólicos regalos, las disposiciones y las ofertas.
Recordó a las autoridades que es necesario ampliar los reflectores porque no solo Cerocahui está sufriendo a causa de la violencia, toda la Sierra necesita condiciones de seguridad y protección.