"Elí, Elí, ¿lama sabactani?" (Padre, ¿Por qué me has abandonado?), exclamó en arameo Jesús al encomendar su espíritu al Padre Dios. Con pasos lentos y el cuerpo molido a golpes, Jesús prosiguió su camino al Gólgota.
Se topó con las mujeres, “Mujeres de Jerusalén no lloren por mi, lloren por ustedes y sus hijos”. El sacerdote señaló que actualmente hay muchas madres que lloran por sus hijos, que viven en la angustia y el dolor, que ellas tengan el consuelo de que Jesús las salvará.
A lo largo de la avenida Las Águilas familias completas de la comunidad de San Antonio de Padua se congregaron para ver pasar al nazareno. Algunos con sombrillas, otros bajo el amparo de los árboles.
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Al llegar al templo de Santo Cristo de San Damián, la gente se arremolinaba en la puerta principal a fin de tener un buen lugar y participar en los últimos días de Jesús en la tierra.
Ahí Jesús fue despojado de sus vestiduras, lo clavaron en la cruz, y con cada clavo el corazón de María se partía.
Se mencionó que el amor de Jesús fue tan grande, hasta el desprendimiento de su vida, “¿cuántas veces los pecados no me han dejado entender la vida, déjame clavarlos en la cruz para seguir adelante en mi vida ordinaria”, fue la plegaria de la comunidad.
A sus costados los ladrones sufrían la misma suerte, pero uno de ellos se acogió al amparo del hijo de Dios. En la cruz Jesús pedía clemencia por quienes lo crucificaban, “Padre, perdónalos no saben lo que hacen”.
Los insultos hacia Jesús continuaban, seguían retándolo a que se salvará. A sus pies llegó su madre Maria, “¡Carne de mi carne, corazón de mi corazón, déjame morir contigo!”
Los soldados se pelearon hasta sus ropas ”todo se ha cumplido, ¡Padre en sus manos encomiendo mi espíritu!". En un momento de silencio se vivió la muerte de Jesús.
El cuerpo de Cristo es bajado de la cruz para entregarlo a los brazos de María, quien amorosamente lo abrazó, como cuando era pequeño, ahora en la tristeza lo cobija, la comunidad se unió en oración para lograr la esperanza de la resurrección. La escena arrancó las lágrimas de muchos de los presentes.
