/ jueves 5 de octubre de 2017

Crónica de una tarde de octubre de 1968

Sentado con su habitual serenidad, César Rodríguez López,brillante catedrático e investigador del ITCC, habla tranquilosobre un día que califica como histórico. Uno de los más negrosque ha tenido el país, en donde se llenó de impotencia, rabia ymiedo. Ese 2 de octubre de 1968, algo que lo dejó marcado parasiempre y realmente no se olvida, aunque quisiera.

Algunos de sus alumnos saben que el “Inge Rodríguez” anduvoen ese día que no se olvida, como se insiste en los medios decomunicación, pero detenerse a escuchar su historia, la lucidezcon la que la cuente, los vívidos recueros, los sentimientos, losanálisis, dan más luz sobre el hecho.

Una tarde de pueblo y esperanza.

Yo en ese tiempo tenía 19 años, estudiaba segundo deIngeniería Química en el Instituto Politécnico Nacional. El día2 de octubre me disponía a ir al mitin convocado por ConsejoGeneral Huelga y debido a que tenía que cruzar toda la ciudad parallegar a mi escuela, tomé la decisión de reunirse con chavos dela Preparatoria 6 de la UNAM, en donde estudiaba una de mishermanas.

Formamos una brigada grande, unas 40 persona, que nosdirigíamos a Tlatelolco, pero se comenzaron a sentir sospechas enel ambiente cuando leíamos de la toma de la UNAM por parte delEjército y se sentía que pudiera haber una trampa. Al final sólo4 de ese contingente nos dirigimos al mitin en la plaza de las TresCulturas.

Penetramos por la plaza y no se notaba nada raro, era unambiente popular, porque había muchos estudiantes, pero tambiéngente de pueblo. Pueblo pueblo, no vaciladas.

Pero cuando comenzaron a tomar la palabra, uno de los oradoresavisó que el Ejército estaba rodeando la plaza e invitó a hacerel mitin y retirarse pacíficamente. Luego helicópteros y elmovimiento de pinza. Caos en cuestión de minutos.

Un mar de gente huyendo de las balas.

A las 5 de la tarde y minutos, se vieron dos helicópterossobrevolando la plaza de las Tres Culturas, luego cayeron unabengala verde y otra roja. Luego fue algo como cierre de pinzas, enun flanco venía gente del Batallón Olimpia cercando a lamultitud, otras personas en el edificio Chihuahua, luego comenzarona disparar (supimos del segundo grupo en el edificio el 9 deoctubre, cuando un paisano de Jiménez nos visitó y contó lo queyo no pude ver).

Fue fuego cruzado, la multitud comienza a esparcirse, cunde elpánico y hay personas atropelladas.

Lo primero que hice yo, fue sacarle la vuelta a la brigada,regresando al estacionamiento del edificio Coahuila. En ese momentoel Ejército venía cerrando y generó una enorme ratonera.

Los tres que venían conmigo alcanzaron a escapar del cerco,pero yo venía hasta atrás cuando vi llegar a un soldado que bajósu metralleta y comenzó a disparar indiscriminadamente a lamultitud, lo que pude hacer fue tirarme debajo de unacamioneta.

Estuve con unas damas agazapado en la parte detrás de lacamioneta, mientras escuchaba los disparos y veía la desbandada.Ellas quisieron salir corriendo, yo regresé mis pasos por todo elestacionamiento del edificio Coahuila, hasta llegar a él.

En ese momento venía conmigo una chiquilla que estabahistérica, porque había perdido a su hermana y le apoyé parasubir las escaleras del edificio.

Buscando refugio con desesperación.

Tocaba a los departamentos pero había grupos de 30 o 40personas y ya no cabíamos, nos mandaban a buscar otro refugio.

¿Cómo se sintió en ese momento de no encontrarrefugio y escuchar las balas?

 

“Con mucho coraje y miedo”.

Intenté subir una segunda escalera del edificio, hasta que unchamaco de unos 15 o 16 años nos abrió la puerta y nos invitó aentrar, ahí había 40 personas aterrorizadas escuchando una fuertebalacera.

No teníamos certeza de lo que estaba pasando, hay quienes entrelos que nos hacinamos en el departamento, que decían que losmilitares habían barrido (acribillado) gente en la tienda, en lapanadería e incluso niños chicleros.

De pronto las ráfagas cesaron, en esa tensa calma, algunosestudiantes comenzaron a despedirse y a bajar en grupos de dos otres para luego dirigirse a la salida del complejo, nada másquedamos tres personas, cuando se vienen de lleno las ráfagas alas 11, 11 y media de la noche. Hay quienes incluso especularon queeran los ferrocarrileros que venían armados en un levantamiento,pero no fue así, eran soldados, dispararon a gente detrás de laiglesia.

Al otro día, el 3 de octubre a eso de las 9 de la mañana, ladueña del departamento nos invitó a bajar, primero a unestudiante de Economía, luego a uno de Medicina y a mí.“Tráiganse el bote de basura” nos dijo para disimular, vimosque toda la plaza había sido regada por los bomberos, de forma queno se notaba absolutamente nada de lo que había pasado

Fuimos a la zona de basureros, depositamos la basura y de ahísimplemente era cuestión de dar vuelta para llegar a la avenidaTlatelolco y de ahí caminar hasta los trabajos de mi papá y unatía quienes me facilitaron dinero para llegar a casa.

“La historia la escriben los vencedores, pero esta es unahistoria de derrotados”.

Hasta el día 4 vi las noticias, es cuando comienza apresentarse la información oficial. Tres periódicos hablaban de16 a 20 personas muertas, incluso hablaban de soldados muertos, yosabía que no era cierto.

¿Qué pensó al ver la información oficial?

Sabía que no era cierto, me dio mucho coraje, mucha rabia, yovi caer gente, mucha gente que conocí definitivamentedesapareció, no supe más de ellos. Es la historia más negra deMéxico después de la matanza del templo de Tlatelolco en el sigloXVI.

¿Qué le quedó grabado en la memoria de ese día?

Definitivamente algo que me queda claro, es que la clasepolítica en México puede dejarte el dinero que tú quieras, peronunca te dejará el poder, lo defiende con las garras.

¿El gobierno tuvo miedo de los jóvenes?

Imagínate, la mayor cantidad de muertos proviene de lavocacional 7, preparatoria técnica del IPN, ahí te das cuenta quecayeron chavitos de los 15 a los 20 años máximo.

¿El 2 de octubre no se olvida?

Te queda marcado para siempre, es parte de ti, los que estuvimosahí lo entendemos perfectamente.

¿Qué decirle a las nuevas generaciones sobre eseacontecimiento histórico?

Hay que leer la historia de México, la real, para darse cuentade lo que ha sucedido. Para mí es increíble que después de loque hemos vivido todavía haya gente que siga votando por elPRI.

Una historia, un aprendizaje más.

A mis 35 años, por un momento volví al aula del IngeRodríguez en aquellos tiempos que estudié ingeniería en elTecnológico de Cuauhtémoc. Es una de las personas más brillantescon las que he tenido la oportunidad de tratar, pero esta vez no meenseñó de química, de balances de materia y energía o deadministración de proyectos, me enseñó una historia increíbleque vivió cuando tenía 19 años, que me hizo pensar en nuestropaís, en fraternidad, humanidad, en los errores. Le tendí la manoy con un ‘hasta pronto’ me despedí.

Sentado con su habitual serenidad, César Rodríguez López,brillante catedrático e investigador del ITCC, habla tranquilosobre un día que califica como histórico. Uno de los más negrosque ha tenido el país, en donde se llenó de impotencia, rabia ymiedo. Ese 2 de octubre de 1968, algo que lo dejó marcado parasiempre y realmente no se olvida, aunque quisiera.

Algunos de sus alumnos saben que el “Inge Rodríguez” anduvoen ese día que no se olvida, como se insiste en los medios decomunicación, pero detenerse a escuchar su historia, la lucidezcon la que la cuente, los vívidos recueros, los sentimientos, losanálisis, dan más luz sobre el hecho.

Una tarde de pueblo y esperanza.

Yo en ese tiempo tenía 19 años, estudiaba segundo deIngeniería Química en el Instituto Politécnico Nacional. El día2 de octubre me disponía a ir al mitin convocado por ConsejoGeneral Huelga y debido a que tenía que cruzar toda la ciudad parallegar a mi escuela, tomé la decisión de reunirse con chavos dela Preparatoria 6 de la UNAM, en donde estudiaba una de mishermanas.

Formamos una brigada grande, unas 40 persona, que nosdirigíamos a Tlatelolco, pero se comenzaron a sentir sospechas enel ambiente cuando leíamos de la toma de la UNAM por parte delEjército y se sentía que pudiera haber una trampa. Al final sólo4 de ese contingente nos dirigimos al mitin en la plaza de las TresCulturas.

Penetramos por la plaza y no se notaba nada raro, era unambiente popular, porque había muchos estudiantes, pero tambiéngente de pueblo. Pueblo pueblo, no vaciladas.

Pero cuando comenzaron a tomar la palabra, uno de los oradoresavisó que el Ejército estaba rodeando la plaza e invitó a hacerel mitin y retirarse pacíficamente. Luego helicópteros y elmovimiento de pinza. Caos en cuestión de minutos.

Un mar de gente huyendo de las balas.

A las 5 de la tarde y minutos, se vieron dos helicópterossobrevolando la plaza de las Tres Culturas, luego cayeron unabengala verde y otra roja. Luego fue algo como cierre de pinzas, enun flanco venía gente del Batallón Olimpia cercando a lamultitud, otras personas en el edificio Chihuahua, luego comenzarona disparar (supimos del segundo grupo en el edificio el 9 deoctubre, cuando un paisano de Jiménez nos visitó y contó lo queyo no pude ver).

Fue fuego cruzado, la multitud comienza a esparcirse, cunde elpánico y hay personas atropelladas.

Lo primero que hice yo, fue sacarle la vuelta a la brigada,regresando al estacionamiento del edificio Coahuila. En ese momentoel Ejército venía cerrando y generó una enorme ratonera.

Los tres que venían conmigo alcanzaron a escapar del cerco,pero yo venía hasta atrás cuando vi llegar a un soldado que bajósu metralleta y comenzó a disparar indiscriminadamente a lamultitud, lo que pude hacer fue tirarme debajo de unacamioneta.

Estuve con unas damas agazapado en la parte detrás de lacamioneta, mientras escuchaba los disparos y veía la desbandada.Ellas quisieron salir corriendo, yo regresé mis pasos por todo elestacionamiento del edificio Coahuila, hasta llegar a él.

En ese momento venía conmigo una chiquilla que estabahistérica, porque había perdido a su hermana y le apoyé parasubir las escaleras del edificio.

Buscando refugio con desesperación.

Tocaba a los departamentos pero había grupos de 30 o 40personas y ya no cabíamos, nos mandaban a buscar otro refugio.

¿Cómo se sintió en ese momento de no encontrarrefugio y escuchar las balas?

 

“Con mucho coraje y miedo”.

Intenté subir una segunda escalera del edificio, hasta que unchamaco de unos 15 o 16 años nos abrió la puerta y nos invitó aentrar, ahí había 40 personas aterrorizadas escuchando una fuertebalacera.

No teníamos certeza de lo que estaba pasando, hay quienes entrelos que nos hacinamos en el departamento, que decían que losmilitares habían barrido (acribillado) gente en la tienda, en lapanadería e incluso niños chicleros.

De pronto las ráfagas cesaron, en esa tensa calma, algunosestudiantes comenzaron a despedirse y a bajar en grupos de dos otres para luego dirigirse a la salida del complejo, nada másquedamos tres personas, cuando se vienen de lleno las ráfagas alas 11, 11 y media de la noche. Hay quienes incluso especularon queeran los ferrocarrileros que venían armados en un levantamiento,pero no fue así, eran soldados, dispararon a gente detrás de laiglesia.

Al otro día, el 3 de octubre a eso de las 9 de la mañana, ladueña del departamento nos invitó a bajar, primero a unestudiante de Economía, luego a uno de Medicina y a mí.“Tráiganse el bote de basura” nos dijo para disimular, vimosque toda la plaza había sido regada por los bomberos, de forma queno se notaba absolutamente nada de lo que había pasado

Fuimos a la zona de basureros, depositamos la basura y de ahísimplemente era cuestión de dar vuelta para llegar a la avenidaTlatelolco y de ahí caminar hasta los trabajos de mi papá y unatía quienes me facilitaron dinero para llegar a casa.

“La historia la escriben los vencedores, pero esta es unahistoria de derrotados”.

Hasta el día 4 vi las noticias, es cuando comienza apresentarse la información oficial. Tres periódicos hablaban de16 a 20 personas muertas, incluso hablaban de soldados muertos, yosabía que no era cierto.

¿Qué pensó al ver la información oficial?

Sabía que no era cierto, me dio mucho coraje, mucha rabia, yovi caer gente, mucha gente que conocí definitivamentedesapareció, no supe más de ellos. Es la historia más negra deMéxico después de la matanza del templo de Tlatelolco en el sigloXVI.

¿Qué le quedó grabado en la memoria de ese día?

Definitivamente algo que me queda claro, es que la clasepolítica en México puede dejarte el dinero que tú quieras, peronunca te dejará el poder, lo defiende con las garras.

¿El gobierno tuvo miedo de los jóvenes?

Imagínate, la mayor cantidad de muertos proviene de lavocacional 7, preparatoria técnica del IPN, ahí te das cuenta quecayeron chavitos de los 15 a los 20 años máximo.

¿El 2 de octubre no se olvida?

Te queda marcado para siempre, es parte de ti, los que estuvimosahí lo entendemos perfectamente.

¿Qué decirle a las nuevas generaciones sobre eseacontecimiento histórico?

Hay que leer la historia de México, la real, para darse cuentade lo que ha sucedido. Para mí es increíble que después de loque hemos vivido todavía haya gente que siga votando por elPRI.

Una historia, un aprendizaje más.

A mis 35 años, por un momento volví al aula del IngeRodríguez en aquellos tiempos que estudié ingeniería en elTecnológico de Cuauhtémoc. Es una de las personas más brillantescon las que he tenido la oportunidad de tratar, pero esta vez no meenseñó de química, de balances de materia y energía o deadministración de proyectos, me enseñó una historia increíbleque vivió cuando tenía 19 años, que me hizo pensar en nuestropaís, en fraternidad, humanidad, en los errores. Le tendí la manoy con un ‘hasta pronto’ me despedí.

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