Cuauhtémoc, Chih.- El caso de una joven mujer indígena que falleció en el trayecto entre El Oasis, en Ojinaga y Bacuteachi, en Carichí, ha expuesto la posible realidad que viven los pueblos originarios de Chihuahua con respecto a la pandemia. La joven ya venía enferma y así, recorrió cientos de kilómetros a bordo del transporte público, para morir horas antes de llegar a su pueblo, debido a un agudo acceso de tos. Su cuerpo fue traído al Servicio Médico Forense en Cuauhtémoc, donde por “sospecha de COVID-19”, se inhumó en la fosa común, violando sus usos y costumbres.
Angelita Lola Lino, tenía 21 años, viajaba en compañía de su esposo Velizardo, tomaron dos autobuses, uno desde El Oasis, hasta llegar a Chihuahua capital y de ahí, otro más que los dejó cerca de Bacuteachi, ya en Carichí, la madrugada de su muerte, cerca de las tres de la mañana del 17 de marzo.
La pareja se quedó a dormir a un costado del camino, en espera del amanecer para seguir caminando hasta su pueblo, el cual queda a unas 10 horas de la cabecera municipal. Ahí, durante la noche, una tos persistente le arrebató la vida. Su esposo, pidió ayuda y trasladó el cuerpo hasta la iglesia de Bacuteachi, en donde la velarían, hasta que llegaron las autoridades que la trajeron hasta Cuauhtémoc.
Velizardo habla poco español o casi nada, se le dijo que por “sospechas de COVID-19, ella debía ser sepultada en esta ciudad y aceptó, sin percatarse de lo que sucedía.
Sin aislarse, sin revisarse, regresó a su comunidad, en donde la hermana de Angelita, sintió que sus derechos habían sido vulnerados, exigió la entrega del cuerpo, para darle sepultura según sus tradiciones, por lo que decidió venir otra vez a Cuauhtémoc.
Preocupada, pidió el apoyo de Tomás Ruiz Mendoza, activista de la comunidad, quien los acompañó a la Fiscalía Zona Occidente, en donde pidieron hablar con el fiscal. No fueron recibidos.
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