/ domingo 13 de septiembre de 2020

El punto de quiebre

Muchos gobernantes han llegado al poder validados por los resultados electorales que toda democracia implica, porque en sus propuestas y discursos le representan a la población una “esperanza” de solución y de avance; luego, con el correr de los días y años el deterioro por las malas decisiones, no solucionar problemáticas o el desgaste en el que se ven envueltos, han llevado a los gobernantes a padecer patologías como la hubris, el autoengaño, la negación, el considerar imposible que se pueden equivocar o pensar siquiera en la posibilidad de admitir los hierros y recomponer sus decisiones o la orientación de su gobierno, lo cual es el origen de la debacle, prácticamente imperceptible para ellos aunque sean hechos del dominio social.

Para los efectos de Chihuahua citaré, para no escudriñar tan lejos, a Francisco Barrio, quien me parece tuvo tres momentos definitorios, decisiones que provocaron la derrota de su partido en la siguiente elección: un programa que minimizaba la autonomía de los municipios denominado “Jalemos Parejo”; luego, en un afán justificado en dar orden al Magisterio, se diseñaron políticas públicas que los maestros chihuahuenses calificaron como lesivas y atentatorias de sus derechos; y las agresiones a indígenas en el ejido Monterde el 22 de mayo de 1997, en donde hubo varios detenidos y lesionados, con el consecuente deterioro de su gobierno, situación que le hicieron sentir la derrota en su relevo.

Luego, Patricio Martínez, en un afán de dar respuestas por múltiples feminicidios, fue duramente señalado de generar chivos expiatorios para resolver los múltiples casos, particularmente en Ciudad Juárez, y para convencer de una verdad sostenida con alfileres responsabilizaron a dos delincuentes, cuyos alias eran “el Cerillo” y “la Foca”; posteriormente, el reprobable atentado que sufriera el 17 de enero 2001, a manos de Victoria Loya Montejano, el cual jamás fue esclarecido públicamente, las respuestas nunca llegaron a los chihuahuenses. Estos dos acontecimientos, podemos afirmar, fueron torales en el curso del gobierno.

Con Reyes Baeza uno de los flancos más débiles fue sostener, a pesar de tantas presiones, a la entonces procuradora de Justicia del estado, más allá del desgaste por la inseguridad a grado casi del terrorismo del que los chihuahuenses fuimos víctimas.

Por lo que toca a César Duarte, los excesos, la compra de conciencias y voluntades, los acuerdos más inimaginables en cualquier lugar del país y con todo nivel de gobierno o color partidista, fueron haciendo que se minara su imagen exhibiéndolo como un vulgar ladrón; el 15 de septiembre 2014 los chiflidos en el Grito de Independencia, el respetable se encargó de que supiéramos que partir de ahí se escribía la debacle del poder para poder, la causa: los tumbos en macroproyectos como el Vivebús, el rumor fundado de que toda obra se encontraba inflada y que llevaban su correspondiente diezmo y la deuda creciente que dejó hipotecada por varios años a la entidad.

De Javier Corral me parece que su mayor deficiencia es no poder hacer frente a muchísimos problemas que arrastramos, quien podría dar mejores resultados cuando recibió un gobierno endeudado hasta lo impensable, por más cosas que quiera hacer le ha faltado “con qué”.

A nivel República, me ocuparé sólo en pinceladas de los últimos tres gobiernos. Felipe Calderón tuvo al menos dos puntos neurálgicos, la debacle de la economía 2009 y la declaratoria de guerra al narcotráfico que trajo consigo muchas muertes.

Para Enrique Peña Nieto la negra noche de Iguala donde fueron desaparecidos los 43 normalistas de Ayotzinapa, con la “verdad histórica” fabricada para acallar voces y dar una explicación que terminó siendo destruida por inverosímil; y el escándalo de la llamada Casa Blanca, lo inimaginable, responsabilizar de la suntuosa adquisición a su propia esposa, son los dos puntos de deterioro de su gobierno, casos emblemáticos de la tormenta perfecta para la derrota electoral que daría paso a una alternancia.

Del actual gobierno ya se ha empezado a roer la credibilidad; la pésima respuesta en materia de salud, que es lo más sentido que la sociedad exige al gobierno, un deterioro se ha tornado aún peor por la pandemia del Covid-19 y la rabona respuesta del Estado mexicano a un problema de tal magnitud; la imposición grosera de una “amiga” al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Ibarra, quien ha demostrado su incapacidad al frente de la institución, inútil incluso hasta para resguardar un edificio, ya no digo para ser interlocutora válida, ni siquiera pudo recoger los expedientes tirados a la calle como si se tratara de algo que a nadie sirve; no puedo dejar de avergonzarme de la escena desafiante con la que sus colaboradores y personal de la Secretaría de Gobernación fueron recibidos por las manifestantes, han sido incompetentes para dar respuestas a las víctimas y ahora se espantan de las formas.

Los hechos ocurridos el martes 8 de septiembre en la región centro-sur de Chihuahua, el uso desmedido y desproporcionado de la Guardia Nacional, enfrentando a productores y campesinos, el asesinato de una persona a manos de elementos de la Guardia Nacional, generó la respuesta más inadmisible que pudiéramos recibir de un presidente, reducir el asunto a un tema de contaminación política, afirmación que pareciera significar la autorización a ese brazo armado para matar. Con esto ha dado el presidente la razón a quienes se oponían a la creación de esta policía militarizada y sin adiestramiento para incursionar en problemáticas sociales; la Guardia Nacional termina abollada en estos lamentables hechos.

Aún está a tiempo el presidente de recomponer el rumbo, debe permitirse escuchar a otros que no sean sus incondicionales, lograr que los mexicanos lo veamos como el presidente por el que se votó con el corazón, por el que muchos compatriotas sintieron orgullo y satisfacción de votar, no puede permitir que éste sea el punto de quiebre que muestre un gobierno de insuficiencias y polarización.

Muchos gobernantes han llegado al poder validados por los resultados electorales que toda democracia implica, porque en sus propuestas y discursos le representan a la población una “esperanza” de solución y de avance; luego, con el correr de los días y años el deterioro por las malas decisiones, no solucionar problemáticas o el desgaste en el que se ven envueltos, han llevado a los gobernantes a padecer patologías como la hubris, el autoengaño, la negación, el considerar imposible que se pueden equivocar o pensar siquiera en la posibilidad de admitir los hierros y recomponer sus decisiones o la orientación de su gobierno, lo cual es el origen de la debacle, prácticamente imperceptible para ellos aunque sean hechos del dominio social.

Para los efectos de Chihuahua citaré, para no escudriñar tan lejos, a Francisco Barrio, quien me parece tuvo tres momentos definitorios, decisiones que provocaron la derrota de su partido en la siguiente elección: un programa que minimizaba la autonomía de los municipios denominado “Jalemos Parejo”; luego, en un afán justificado en dar orden al Magisterio, se diseñaron políticas públicas que los maestros chihuahuenses calificaron como lesivas y atentatorias de sus derechos; y las agresiones a indígenas en el ejido Monterde el 22 de mayo de 1997, en donde hubo varios detenidos y lesionados, con el consecuente deterioro de su gobierno, situación que le hicieron sentir la derrota en su relevo.

Luego, Patricio Martínez, en un afán de dar respuestas por múltiples feminicidios, fue duramente señalado de generar chivos expiatorios para resolver los múltiples casos, particularmente en Ciudad Juárez, y para convencer de una verdad sostenida con alfileres responsabilizaron a dos delincuentes, cuyos alias eran “el Cerillo” y “la Foca”; posteriormente, el reprobable atentado que sufriera el 17 de enero 2001, a manos de Victoria Loya Montejano, el cual jamás fue esclarecido públicamente, las respuestas nunca llegaron a los chihuahuenses. Estos dos acontecimientos, podemos afirmar, fueron torales en el curso del gobierno.

Con Reyes Baeza uno de los flancos más débiles fue sostener, a pesar de tantas presiones, a la entonces procuradora de Justicia del estado, más allá del desgaste por la inseguridad a grado casi del terrorismo del que los chihuahuenses fuimos víctimas.

Por lo que toca a César Duarte, los excesos, la compra de conciencias y voluntades, los acuerdos más inimaginables en cualquier lugar del país y con todo nivel de gobierno o color partidista, fueron haciendo que se minara su imagen exhibiéndolo como un vulgar ladrón; el 15 de septiembre 2014 los chiflidos en el Grito de Independencia, el respetable se encargó de que supiéramos que partir de ahí se escribía la debacle del poder para poder, la causa: los tumbos en macroproyectos como el Vivebús, el rumor fundado de que toda obra se encontraba inflada y que llevaban su correspondiente diezmo y la deuda creciente que dejó hipotecada por varios años a la entidad.

De Javier Corral me parece que su mayor deficiencia es no poder hacer frente a muchísimos problemas que arrastramos, quien podría dar mejores resultados cuando recibió un gobierno endeudado hasta lo impensable, por más cosas que quiera hacer le ha faltado “con qué”.

A nivel República, me ocuparé sólo en pinceladas de los últimos tres gobiernos. Felipe Calderón tuvo al menos dos puntos neurálgicos, la debacle de la economía 2009 y la declaratoria de guerra al narcotráfico que trajo consigo muchas muertes.

Para Enrique Peña Nieto la negra noche de Iguala donde fueron desaparecidos los 43 normalistas de Ayotzinapa, con la “verdad histórica” fabricada para acallar voces y dar una explicación que terminó siendo destruida por inverosímil; y el escándalo de la llamada Casa Blanca, lo inimaginable, responsabilizar de la suntuosa adquisición a su propia esposa, son los dos puntos de deterioro de su gobierno, casos emblemáticos de la tormenta perfecta para la derrota electoral que daría paso a una alternancia.

Del actual gobierno ya se ha empezado a roer la credibilidad; la pésima respuesta en materia de salud, que es lo más sentido que la sociedad exige al gobierno, un deterioro se ha tornado aún peor por la pandemia del Covid-19 y la rabona respuesta del Estado mexicano a un problema de tal magnitud; la imposición grosera de una “amiga” al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Ibarra, quien ha demostrado su incapacidad al frente de la institución, inútil incluso hasta para resguardar un edificio, ya no digo para ser interlocutora válida, ni siquiera pudo recoger los expedientes tirados a la calle como si se tratara de algo que a nadie sirve; no puedo dejar de avergonzarme de la escena desafiante con la que sus colaboradores y personal de la Secretaría de Gobernación fueron recibidos por las manifestantes, han sido incompetentes para dar respuestas a las víctimas y ahora se espantan de las formas.

Los hechos ocurridos el martes 8 de septiembre en la región centro-sur de Chihuahua, el uso desmedido y desproporcionado de la Guardia Nacional, enfrentando a productores y campesinos, el asesinato de una persona a manos de elementos de la Guardia Nacional, generó la respuesta más inadmisible que pudiéramos recibir de un presidente, reducir el asunto a un tema de contaminación política, afirmación que pareciera significar la autorización a ese brazo armado para matar. Con esto ha dado el presidente la razón a quienes se oponían a la creación de esta policía militarizada y sin adiestramiento para incursionar en problemáticas sociales; la Guardia Nacional termina abollada en estos lamentables hechos.

Aún está a tiempo el presidente de recomponer el rumbo, debe permitirse escuchar a otros que no sean sus incondicionales, lograr que los mexicanos lo veamos como el presidente por el que se votó con el corazón, por el que muchos compatriotas sintieron orgullo y satisfacción de votar, no puede permitir que éste sea el punto de quiebre que muestre un gobierno de insuficiencias y polarización.