/ martes 12 de octubre de 2021

Evaluación educativa

Hay un principio de la administración que dice que lo que no se evalúa no existe. Al no conocer los alcances y límites del trabajo realizado, no podemos saber la efectividad de los esfuerzos ni planear con precisión los siguientes pasos.

En el caso educativo, la evaluación tiene referentes cuantitativos, desde la nota que saca el alumno hasta la forma en que califican al maestro. Esto es sin duda insustituible, pero insuficiente. Una verdadera evaluación educativa pasa por mecanismos más complejos, donde en lo cuantitativo se buscan y establecen variables históricas de la propia institución a su vez se confrontan a la de otras instituciones y las organizaciones acreditadoras juegan su papel con su mirada externa.

Pero también el orden cualitativo es fundamental, entender que las y los estudiantes y maestros son personas y cuyos experiencias y puntos de vista son fundamentales para enriquecer el proceso académico. En la evaluación educativa es determinante el entorno económico/social/cultural y la forma en que el sistema formativo lo interpreta y transforma cuando sea necesario.

Por ello en la Renovación UACH- DS se ha planteado algo fundamental, la mejor evaluación que puede tener la universidad es la que da la comunidad. Esto se traduce en que los programas académicos deben estar enlazados con la realidad concreta y sus problemas. Eso nos ha significado repensar el proceso de enseñanza-aprendizaje para darle especial peso al entorno.

Por supuesto el universitario debe salir muy bien preparado para ejercer su profesión y tener un buen trabajo. Pero a su vez, debe tener la visión para encontrar nuevos nichos para emprender, teniendo en claro siempre la conciencia social, de que una sociedad donde se alcanza la equidad los seres humanos crecemos con plenitud. Por eso la educación es una vía para la felicidad, en tanto la entendamos como un bien común.

La evaluación debe tener una mirada edificante y no una actitud punitiva. Se evalúa para mejorar no para castigar, los nuevos entornos de la sociedad pos Covid seguramente cambiarán las formas de interacción y por ende el proceso educativo, por ello esto debe verse bajo una óptica transdisciplinar, porque querer entender los nuevos problemas con los viejos esquemas es una herencia que hemos venido arrastrando.

Como conclusión, hay una relación dialéctica en la evaluación (aunque no sea de forma deliberada), cuando evaluamos una institución nos aparecen resultados de la sociedad en la que está inscrita y viceversa, un análisis social obligadamente debe tomar en cuenta el sistema educativo que lo sostiene.


Hay un principio de la administración que dice que lo que no se evalúa no existe. Al no conocer los alcances y límites del trabajo realizado, no podemos saber la efectividad de los esfuerzos ni planear con precisión los siguientes pasos.

En el caso educativo, la evaluación tiene referentes cuantitativos, desde la nota que saca el alumno hasta la forma en que califican al maestro. Esto es sin duda insustituible, pero insuficiente. Una verdadera evaluación educativa pasa por mecanismos más complejos, donde en lo cuantitativo se buscan y establecen variables históricas de la propia institución a su vez se confrontan a la de otras instituciones y las organizaciones acreditadoras juegan su papel con su mirada externa.

Pero también el orden cualitativo es fundamental, entender que las y los estudiantes y maestros son personas y cuyos experiencias y puntos de vista son fundamentales para enriquecer el proceso académico. En la evaluación educativa es determinante el entorno económico/social/cultural y la forma en que el sistema formativo lo interpreta y transforma cuando sea necesario.

Por ello en la Renovación UACH- DS se ha planteado algo fundamental, la mejor evaluación que puede tener la universidad es la que da la comunidad. Esto se traduce en que los programas académicos deben estar enlazados con la realidad concreta y sus problemas. Eso nos ha significado repensar el proceso de enseñanza-aprendizaje para darle especial peso al entorno.

Por supuesto el universitario debe salir muy bien preparado para ejercer su profesión y tener un buen trabajo. Pero a su vez, debe tener la visión para encontrar nuevos nichos para emprender, teniendo en claro siempre la conciencia social, de que una sociedad donde se alcanza la equidad los seres humanos crecemos con plenitud. Por eso la educación es una vía para la felicidad, en tanto la entendamos como un bien común.

La evaluación debe tener una mirada edificante y no una actitud punitiva. Se evalúa para mejorar no para castigar, los nuevos entornos de la sociedad pos Covid seguramente cambiarán las formas de interacción y por ende el proceso educativo, por ello esto debe verse bajo una óptica transdisciplinar, porque querer entender los nuevos problemas con los viejos esquemas es una herencia que hemos venido arrastrando.

Como conclusión, hay una relación dialéctica en la evaluación (aunque no sea de forma deliberada), cuando evaluamos una institución nos aparecen resultados de la sociedad en la que está inscrita y viceversa, un análisis social obligadamente debe tomar en cuenta el sistema educativo que lo sostiene.