/ miércoles 27 de diciembre de 2023

Fraseario | ¿Qué es la Navidad?

Al igual que Whitley Strieber, cada Navidad, desde hace años, me pregunto qué es la Navidad y cuál es el objetivo de la celebración. Y es que, indiscutiblemente, a medida que la festividad se ha vuelto más ecuménica y secular, ha perdido gran parte de su significado.

El caso es que, dependiendo de a quién se le consulte o se le pregunte, la respuesta a qué es la Navidad y cuál es su objetivo puede variar según el contexto lingüístico, extralingüístico y/o textual que el “informante” use como marco de referencia para emitir su punto de vista o perspectiva.

Y entonces, dado que no existe un solo punto de vista ni una sola perspectiva unánime al respecto, entro en una serena, profunda y sensible etapa de reflexión al respecto, analizando lo vivido, lo que se ha dicho y lo que se ha escrito, buscando dar respuesta a mis propios cuestionamientos.

Es en esa etapa de reflexión que, este año, de inicio consideré -como era lógico, obligado y esperable- la historia que prácticamente todos conocemos: la de la Biblia. Esa historia que Lucinda Franks sintetiza de manera clara, precisa y sencilla: Navidad en Belén, noche fría y clara, iluminada por una estrella gloriosa, olor a incienso, pastores y magos cayendo de rodillas en adoración al dulce niño, encarnación del amor perfecto.

Y así, tomando eso como mi marco de referencia inicial, este año extraje lo del “amor perfecto” como el elemento imprescindible para responder -tal como yo concibo y entiendo la Navidad- a mis cuestionamientos existenciales navideños 2023.

Luego, no fue difícil coincidir con las ideas que otros han expresado para explicar qué es la Navidad y -de manera implícita- cuál su objetivo. Como, por ejemplo, que la Navidad no es -según Edna Ferber- una temporada, sino un sentimiento; o que tampoco es -según Mary Ellen Chase- una fecha, sino un estado mental. O sea que -como bien lo dijo Calvin Coolidge- no es un tiempo ni una estación, sino un estado de ánimo que consiste en apreciar la paz y la buena voluntad, ser abundante en misericordia; eso es entender y tener el verdadero espíritu de Navidad.

Por eso y muchas cosas más es que -tal como lo expresó Thomas Monson- la verdadera alegría de la Navidad no se encuentra en las prisas para hacer muchas cosas, ni se encuentra en la compra de regalos. El verdadero gozo lo encontramos cuando hacemos del “amor perfecto” el centro de la celebración.

La Navidad es pues -dicho con palabras de Dale Evans- amor en acción porque cada vez que amamos, cada vez que damos, es Navidad. Y he ahí que lo dicho por Johnny Mathis toma mayor significación en el sentido de que la Navidad nunca desaparecerá y siempre estará ahí -o así debería de ser- (“La Navidad es ineludible”, diría Robert Rinder).

A modo de reflexión sumativa, finalizo citando lo dicho alguna vez por la abogada, escritora, política y diplomática estadounidense, Caroline Kennedy: Tenemos que recordarles a los niños -y a los jóvenes- que se mantengan conectados con el significado de la Navidad. A veces requiere un poco de esfuerzo, pero vale la pena.


Al igual que Whitley Strieber, cada Navidad, desde hace años, me pregunto qué es la Navidad y cuál es el objetivo de la celebración. Y es que, indiscutiblemente, a medida que la festividad se ha vuelto más ecuménica y secular, ha perdido gran parte de su significado.

El caso es que, dependiendo de a quién se le consulte o se le pregunte, la respuesta a qué es la Navidad y cuál es su objetivo puede variar según el contexto lingüístico, extralingüístico y/o textual que el “informante” use como marco de referencia para emitir su punto de vista o perspectiva.

Y entonces, dado que no existe un solo punto de vista ni una sola perspectiva unánime al respecto, entro en una serena, profunda y sensible etapa de reflexión al respecto, analizando lo vivido, lo que se ha dicho y lo que se ha escrito, buscando dar respuesta a mis propios cuestionamientos.

Es en esa etapa de reflexión que, este año, de inicio consideré -como era lógico, obligado y esperable- la historia que prácticamente todos conocemos: la de la Biblia. Esa historia que Lucinda Franks sintetiza de manera clara, precisa y sencilla: Navidad en Belén, noche fría y clara, iluminada por una estrella gloriosa, olor a incienso, pastores y magos cayendo de rodillas en adoración al dulce niño, encarnación del amor perfecto.

Y así, tomando eso como mi marco de referencia inicial, este año extraje lo del “amor perfecto” como el elemento imprescindible para responder -tal como yo concibo y entiendo la Navidad- a mis cuestionamientos existenciales navideños 2023.

Luego, no fue difícil coincidir con las ideas que otros han expresado para explicar qué es la Navidad y -de manera implícita- cuál su objetivo. Como, por ejemplo, que la Navidad no es -según Edna Ferber- una temporada, sino un sentimiento; o que tampoco es -según Mary Ellen Chase- una fecha, sino un estado mental. O sea que -como bien lo dijo Calvin Coolidge- no es un tiempo ni una estación, sino un estado de ánimo que consiste en apreciar la paz y la buena voluntad, ser abundante en misericordia; eso es entender y tener el verdadero espíritu de Navidad.

Por eso y muchas cosas más es que -tal como lo expresó Thomas Monson- la verdadera alegría de la Navidad no se encuentra en las prisas para hacer muchas cosas, ni se encuentra en la compra de regalos. El verdadero gozo lo encontramos cuando hacemos del “amor perfecto” el centro de la celebración.

La Navidad es pues -dicho con palabras de Dale Evans- amor en acción porque cada vez que amamos, cada vez que damos, es Navidad. Y he ahí que lo dicho por Johnny Mathis toma mayor significación en el sentido de que la Navidad nunca desaparecerá y siempre estará ahí -o así debería de ser- (“La Navidad es ineludible”, diría Robert Rinder).

A modo de reflexión sumativa, finalizo citando lo dicho alguna vez por la abogada, escritora, política y diplomática estadounidense, Caroline Kennedy: Tenemos que recordarles a los niños -y a los jóvenes- que se mantengan conectados con el significado de la Navidad. A veces requiere un poco de esfuerzo, pero vale la pena.