/ domingo 8 de noviembre de 2020

La “geopolítica” de EU se impone; no depende de “buenos y malos”


Estados Unidos es una potencia hegemónica mundial, con poder suficiente para imponer su política interior y preservar el dominio geopolítico de pueblos y estados sometidos, unos, mediante su poderío militar, y otros, a través del saqueo de sus recursos naturales y financieros de la economía global generada a partir de la Segunda Guerra Mundial y el declive de la Unión Soviética y sus países aliados de Europa del Este.

En este contexto, estimo que la polarización política e incertidumbre generada por la disputa electoral entre republicanos y demócratas, es un ejemplo de ello. Gane quien gane la elección presidencial, ya sea por la vía legal o ilegal, ninguno de ellos va a renunciar la doctrina geopolítica, cimiento de su poder hegemónico mundial, referido líneas arriba.

Y es que, entre Joe Biden y el republicano Ronald Trump, no hay una gran diferencia. Como bien dijo hace unos días mi estimada amiga Rosa Isela Jurado, ex magistrada de la Sala Sexta Penal del Poder Judicial de Chihuahua, para ellos “El imperio es el imperio”. No nos vayamos con la finta de que el destino de México depende de quien gane.

No hay duda que la principal relación bilateral que tiene México en materia comercial, migratoria, de seguridad y por supuesto diplomática, con su “vecino del norte”, siempre ha prevalecido bajo su dominio, sea de republicanos o demócratas en lo que se refiere a varios ejes de su “geopolítica situada” en lo que se refiere a temas nodales.

Trump es un racista discriminatorio de los negros, latinoamericanos, y asiáticos; consumado homófobo adverso a la homosexualidad o las personas homosexuales; es un pedante y grotesco ególatra político y funcionario; detesta a los migrantes, que son una de las principales fuentes laborales de las maquiladoras norteamericanas, a los que pone muros en la frontera con México y destierra a los hijos de los centroamericanos trasladados por los “polleros”.

Biden es más ponderado, pero no se queda atrás. El ex vicepresidente de los dos periodos de gobierno de Obama deportó cientos de miles de migrantes –380 mil por año—muchos de ellos mexicanos.

Cierto es que de ganar Biden la presidencia, las relaciones entre México y Estados Unidos puede ser más certera e institucionalizada y abriría más el mercado estadounidense a México, pero a la par, pondrían más candados al T-MEC en México en el rubro laboral y energético.

No hay que olvidar que los legisladores demócratas impusieron mayores restricciones en el capítulo laboral 23 del tratado comercial con México y en su plan de gobierno contemplan establecer una multa fiscal a los corporativos que subcontraten trabajadores en la fabricación de productos que se les reenvían a ellos y otros países. (outsourcing).

También ya han anunciado que en su programa para reactivar la economía “industrial nueva generación” se utilizará energía limpia en sectores como el automotriz y, por lo tanto, restringirán el consumo de combustibles fósiles, gas y energía eléctrica, lo que indudablemente afectaría al sector petrolero y energético que son ejes fundamentales de la 4T para recuperar la economía y las finanzas del país, especialmente en la región del sureste.

De reelegirse Trump, tenga por seguro que seguirá obligando a México a poner freno a la migración de centroamericanos e insistirá una y otra vez que su vecino sureño pague por la construcción del muro fronterizo –retórica agresiva--, que fue su principal bandera en los comicios de hace cuatro años y, por supuesto en los de este este año.