/ jueves 31 de enero de 2019

Si realmente queremos un cambio…


A lo largo del sexenio pasado, se insistió hasta el cansancio en que se quería fortalecer la educación pública bajo la premisa de elegir a los mejores bajo un sistema transparente, justo y equitativo, además de un impulso “sin precedente” a las escuelas normales. Como ya se ha documentado ampliamente, nada más falso. Mucha tinta y dinero en los medios y pocos efectos en la realidad.

Uno de los efectos perversos, sin decirlo, fue el desmantelamiento del sistema de formación docente en el país, en principio, bajo el pretexto de “quitar el monopolio” a las escuelas normales, y bajo el ya conocido lema de “cualquiera puede ser maestro”, se desarrolló una silenciosa pero efectiva desarticulación de dichas instituciones formadoras y actualizadoras de profesionales de la educación.

Fueron varios los puntos que se pueden tomar en consideración, la falta de consolidación en sus formas de organización, el impulso para que se multiplicaran las ofertas sin mayor referencia académica y los negocios en la “preparación para la evaluación”, la falta de apoyo para desarrollar sus cuerpos académicos, donde podemos ver que no se ha avanzado en años y por supuesto, un prácticamente nulo apoyo para sus procesos de desarrollo y planeación institucional.

Como una característica que se ha trabajado desde hace ya un número importante de años, las instituciones normalistas han tenido como premisa el desarrollar espacios colegiados en cuerpos académicos donde docentes han intentado fortalecer con investigación, sin embargo, el recurso para poder desarrollar sus actividades, además para presentar sus investigaciones, cada vez ha venido a menos.

De la carencia de los recursos que reciben, como muestra, un botón, como lo aseveró hace unas semanas quien fuera en el sexenio pasado y es hasta el momento titular de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), el maestro Mario Chávez Campos, “los recursos que reciben las universidades del país ya que la gran mayoría recibe aproximadamente 400 millones de pesos anuales de manera unitaria, en cambio para las normales se distribuyen 500 millones de pesos que se deben repartir entre las 266 escuelas existentes”.

Si realmente queremos un cambio en la educación, se debe apostar como lo han hecho otros países que han salido adelante, un impulso verdadero al sistema de formación docente, generando acciones para atraer a los mejores y hacer realmente que valga la pena estar en esta maravillosa e importante carrera de vida.

https://manuelnavarrow.com


A lo largo del sexenio pasado, se insistió hasta el cansancio en que se quería fortalecer la educación pública bajo la premisa de elegir a los mejores bajo un sistema transparente, justo y equitativo, además de un impulso “sin precedente” a las escuelas normales. Como ya se ha documentado ampliamente, nada más falso. Mucha tinta y dinero en los medios y pocos efectos en la realidad.

Uno de los efectos perversos, sin decirlo, fue el desmantelamiento del sistema de formación docente en el país, en principio, bajo el pretexto de “quitar el monopolio” a las escuelas normales, y bajo el ya conocido lema de “cualquiera puede ser maestro”, se desarrolló una silenciosa pero efectiva desarticulación de dichas instituciones formadoras y actualizadoras de profesionales de la educación.

Fueron varios los puntos que se pueden tomar en consideración, la falta de consolidación en sus formas de organización, el impulso para que se multiplicaran las ofertas sin mayor referencia académica y los negocios en la “preparación para la evaluación”, la falta de apoyo para desarrollar sus cuerpos académicos, donde podemos ver que no se ha avanzado en años y por supuesto, un prácticamente nulo apoyo para sus procesos de desarrollo y planeación institucional.

Como una característica que se ha trabajado desde hace ya un número importante de años, las instituciones normalistas han tenido como premisa el desarrollar espacios colegiados en cuerpos académicos donde docentes han intentado fortalecer con investigación, sin embargo, el recurso para poder desarrollar sus actividades, además para presentar sus investigaciones, cada vez ha venido a menos.

De la carencia de los recursos que reciben, como muestra, un botón, como lo aseveró hace unas semanas quien fuera en el sexenio pasado y es hasta el momento titular de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), el maestro Mario Chávez Campos, “los recursos que reciben las universidades del país ya que la gran mayoría recibe aproximadamente 400 millones de pesos anuales de manera unitaria, en cambio para las normales se distribuyen 500 millones de pesos que se deben repartir entre las 266 escuelas existentes”.

Si realmente queremos un cambio en la educación, se debe apostar como lo han hecho otros países que han salido adelante, un impulso verdadero al sistema de formación docente, generando acciones para atraer a los mejores y hacer realmente que valga la pena estar en esta maravillosa e importante carrera de vida.

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