/ martes 7 de junio de 2022

Fue raptada de niña y 45 años después busca encontrar a su familia

Vivió un infierno alejada de sus seres queridos,  ya que sufrió vejaciones horrendas, golpes y  fue víctima de trata de blancas durante años

Pocos saben que su verdadero nombre es Hortensia. Le cambiaron la identidad para esconder la oscura realidad.

Era una niña de 12 años cuando fue raptada por un hombre mayor en la feria de San Lorenzo, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Han pasado 45 años desde entonces, pero las heridas siguen abiertas.

Te puede interesar: Continúan búsqueda de desaparecidos en centros de rehabilitación

Su captor la embarcó en el ferrocarril y la mandó lejos -al sur-. Nunca más ha vuelto a esta frontera.

Perdió contacto con su familia original y ahora, desde el otro extremo de la República mexicana, platica para El Heraldo de Juárez vía telefónica, que sueña con volver a ver su hermano, a su hermana, a su madre y a su padre.

Vivió un infierno alejada de sus seres queridos, ya que sufrió golpes sin cuento, vejaciones espantosas, incluido el haber sido víctima de trata de blancas durante años.

‘VELABAN A MIS HERMANOS EN UNA CARRETILLA’

Ahora con 57 años de edad encima, narra que aquí mismo en Ciudad Juárez, tuvo una infancia difícil.

Recuerda que su padre se llamaba Roberto Meza, alias Loreto, mientras su madre era Josefina Guerrero, ella oriunda de Aguascalientes y él de Piedras Negras.

Vivían en el poniente de Ciudad Juárez, en la colonia Periodista, aunque no recuerda el nombre de la calle ni el número, sólo que su casa era de adobe y estaba cerca de unas tiendas de abarrotes de nombres La Rosita y La Mexicana.

La situación de su familia era de extrema pobreza, ya que no tenían lo mínimo para sobrevivir.

Su padre se dedicaba a visitar centros nocturnos de la Zona Centro, para dar toques eléctricos a los clientes, con un aparato diseñado por él mismo, mientras su madre vendía huevos cocidos.

Ella y su hermano de nombre Javier, apodado El Perro Negro, constantemente hacían favores a los comerciantes del Centro, en busca de propinas, a la vez que vendían chicles o pedían fruta, pan duro o colitas de pavo.

“Yo le llevaba algo a mi madre para que comiera, todos los días y mi hermano Javier, menor que yo, era inseparable”, dice.

Su pobreza era tanta, que recuerda que al menos dos de sus hermanos murieron debido al hambre.

“Yo llegaba a la casa de donde andaba y ya los estaban velando, como no tenían para comprar ataúd, los ponían encima de una carretilla”, añade.

Agrega que ella y su hermano, estaban en constante peligro, porque a pesar de ser niños, andaban solos en la vía pública, buscando el sustento.

Una tía de nombre Felipa advertía que si la seguían dejando que fuera sola a la calle, un día podría robarla.

Y SUCEDIÓ…

El rapto ocurrió un día que fue a trabajar a la feria de San Lorenzo. Ella estaba vendiendo chicles y uno de los hombres que venían con los operadores de los juegos y comerciantes, la tomó por la fuerza.

Hizo lo necesario para embarcarla en el tren que partió desde Ciudad Juárez hacia el sur.

La mantuvo durante años sometida en Tabasco, exigiéndole dinero, y al no obtenerlo la golpeaba severamente.

Tuvo cuatro hijos de diferentes hombres y cuando tenía un quinto embarazo su agresor le propinó golpes en el vientre hasta asesinar a la criatura que estaba por nacer.

“Luego Dios me regresó a ese hijo, porque una sobrina del hombre que me tenía, me regaló a su hijo y fue el más apegado a mí de todos. (Él, mi hijo adoptivo) tiene a su esposa y es la que me está ayudando a tratar de localizar a mis padres y hermanos”, refiere.

ABANDONO DE HOGAR

Hortensia finalmente pudo escapar de su captor, cuando ya tenía 19 años, pero él la denunció por “abandono de hogar” y la policía la detuvo y la encarceló un tiempo.

Cuando quedó libre regresó con él y la volvió a poner en cautiverio, pero un día escapó por una ventana y pudo llevarse con ella a los dos hijos que en ese momento tenía consigo.

Así se alejó de ese peligro, comenta, pero anduvo sorteando peligros diversos por montes y pueblos, siempre huyendo, creyendo que en cualquier momento la volvería a capturar.

Hace poco, dicho sujeto murió en un hospital, de diabetes, pero “su cara se le secó, lo fui a ver cuando ya se estaba muriendo”, afirma Hortensia.

Señala que aún en el lecho de muerte, el hombre nunca le pidió perdón por la violencia a la que la sometió.

“Ahora lo único que quiero es ver a alguien de mi familia de Ciudad Juárez. Me haría muy feliz ver a mi hermana Mercedes, a mi hermano Javier, de apellidos Meza Guerrero. Ojalá vivieran mi mamá o mi papá”.

Añade que por el momento vive en Playa del Carmen, Quintana Roo, pero su más grande ilusión es volver a Juárez y confía en Dios que así sea pronto.

Pocos saben que su verdadero nombre es Hortensia. Le cambiaron la identidad para esconder la oscura realidad.

Era una niña de 12 años cuando fue raptada por un hombre mayor en la feria de San Lorenzo, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Han pasado 45 años desde entonces, pero las heridas siguen abiertas.

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Su captor la embarcó en el ferrocarril y la mandó lejos -al sur-. Nunca más ha vuelto a esta frontera.

Perdió contacto con su familia original y ahora, desde el otro extremo de la República mexicana, platica para El Heraldo de Juárez vía telefónica, que sueña con volver a ver su hermano, a su hermana, a su madre y a su padre.

Vivió un infierno alejada de sus seres queridos, ya que sufrió golpes sin cuento, vejaciones espantosas, incluido el haber sido víctima de trata de blancas durante años.

‘VELABAN A MIS HERMANOS EN UNA CARRETILLA’

Ahora con 57 años de edad encima, narra que aquí mismo en Ciudad Juárez, tuvo una infancia difícil.

Recuerda que su padre se llamaba Roberto Meza, alias Loreto, mientras su madre era Josefina Guerrero, ella oriunda de Aguascalientes y él de Piedras Negras.

Vivían en el poniente de Ciudad Juárez, en la colonia Periodista, aunque no recuerda el nombre de la calle ni el número, sólo que su casa era de adobe y estaba cerca de unas tiendas de abarrotes de nombres La Rosita y La Mexicana.

La situación de su familia era de extrema pobreza, ya que no tenían lo mínimo para sobrevivir.

Su padre se dedicaba a visitar centros nocturnos de la Zona Centro, para dar toques eléctricos a los clientes, con un aparato diseñado por él mismo, mientras su madre vendía huevos cocidos.

Ella y su hermano de nombre Javier, apodado El Perro Negro, constantemente hacían favores a los comerciantes del Centro, en busca de propinas, a la vez que vendían chicles o pedían fruta, pan duro o colitas de pavo.

“Yo le llevaba algo a mi madre para que comiera, todos los días y mi hermano Javier, menor que yo, era inseparable”, dice.

Su pobreza era tanta, que recuerda que al menos dos de sus hermanos murieron debido al hambre.

“Yo llegaba a la casa de donde andaba y ya los estaban velando, como no tenían para comprar ataúd, los ponían encima de una carretilla”, añade.

Agrega que ella y su hermano, estaban en constante peligro, porque a pesar de ser niños, andaban solos en la vía pública, buscando el sustento.

Una tía de nombre Felipa advertía que si la seguían dejando que fuera sola a la calle, un día podría robarla.

Y SUCEDIÓ…

El rapto ocurrió un día que fue a trabajar a la feria de San Lorenzo. Ella estaba vendiendo chicles y uno de los hombres que venían con los operadores de los juegos y comerciantes, la tomó por la fuerza.

Hizo lo necesario para embarcarla en el tren que partió desde Ciudad Juárez hacia el sur.

La mantuvo durante años sometida en Tabasco, exigiéndole dinero, y al no obtenerlo la golpeaba severamente.

Tuvo cuatro hijos de diferentes hombres y cuando tenía un quinto embarazo su agresor le propinó golpes en el vientre hasta asesinar a la criatura que estaba por nacer.

“Luego Dios me regresó a ese hijo, porque una sobrina del hombre que me tenía, me regaló a su hijo y fue el más apegado a mí de todos. (Él, mi hijo adoptivo) tiene a su esposa y es la que me está ayudando a tratar de localizar a mis padres y hermanos”, refiere.

ABANDONO DE HOGAR

Hortensia finalmente pudo escapar de su captor, cuando ya tenía 19 años, pero él la denunció por “abandono de hogar” y la policía la detuvo y la encarceló un tiempo.

Cuando quedó libre regresó con él y la volvió a poner en cautiverio, pero un día escapó por una ventana y pudo llevarse con ella a los dos hijos que en ese momento tenía consigo.

Así se alejó de ese peligro, comenta, pero anduvo sorteando peligros diversos por montes y pueblos, siempre huyendo, creyendo que en cualquier momento la volvería a capturar.

Hace poco, dicho sujeto murió en un hospital, de diabetes, pero “su cara se le secó, lo fui a ver cuando ya se estaba muriendo”, afirma Hortensia.

Señala que aún en el lecho de muerte, el hombre nunca le pidió perdón por la violencia a la que la sometió.

“Ahora lo único que quiero es ver a alguien de mi familia de Ciudad Juárez. Me haría muy feliz ver a mi hermana Mercedes, a mi hermano Javier, de apellidos Meza Guerrero. Ojalá vivieran mi mamá o mi papá”.

Añade que por el momento vive en Playa del Carmen, Quintana Roo, pero su más grande ilusión es volver a Juárez y confía en Dios que así sea pronto.

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