/ martes 2 de marzo de 2021

Educar ¿Para qué?

Cuando coloquialmente se habla de educación, estas son algunas de las ideas que aparecen: educar es aprender para adaptarnos a la vida, otras personas son más específicas y refieren el acto de educar a la capacidad de adaptarnos al mercado laboral para poder tener una vida exitosa, habrá quien ponga énfasis en el concepto formativo disciplinar para terminar volviendo la educación una fuente de adiestramiento.

Estudiar a fondo la educación nos hará entender que no hay un solo concepto, ni método ni enfoque para entenderla. Dependerá de la época, del educando, el educador, de los recursos que se tengan a la mano y sobre todo las necesidades a las que queramos responder.

Sin descuidar las facultades de socialización y disciplina que da la escuela, la preservación de conocimientos y tradiciones y la necesaria disciplina, creo que hay que disminuir la función adaptativa de las aulas para entrar en la función transformativa.

Nuestra realidad social y económica es sumamente adversa, vista desde cualquier enfoque. El problema es cultural además de estructural. Si la escuela ha de reproducir patrones que han permitido la inequidad será insuficiente su labor.

Por otro lado, si la escuela ha de ser motor de reflexión, análisis y sobre todo de construcción colaborativa de soluciones, entonces además de revitalizar el conocimiento estará logrando el cambio cultural. Esa es nuestra salida a los grandes problemas. Pero esto necesita continuidad, que esta manera de entender todo el engranaje educativo se vuelva un asunto transgeneracional, que sobrepase los vaivenes político-electorales. Con objetivos y políticas trazadas por décadas.

John Ruskin fue un escritor británico, quien tuvo siempre una solidaria visión de la sociedad. Sus libros fueron fundamentales en la formación de Gandhi, el autor inglés nos dice “Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.”

La reflexión es profunda, cuando en verdad estamos ante la luz del saber, necesariamente sucede una transformación en nosotros y en nuestro mundo. Nadie queda intacto ante el paso de un gran maestro o maestra, ninguna sociedad queda inmóvil cuándo ha sido formada para transformar y seguir aprendiendo.

Las vicisitudes son una constante en la historia de la humanidad. No hay época fácil. No hay tiempo exento de incertidumbre ni calamidades. Lo que si hay son mujeres y hombres con actitudes distintas ante estos retos. Sociedades que cicatrizan el dolor y enfrentan los problemas hasta resolverlos. Esa es el gran desafío que hoy tenemos y la Universidad Autónoma de Chihuahua está ya desempeñando su papel.

Cuando coloquialmente se habla de educación, estas son algunas de las ideas que aparecen: educar es aprender para adaptarnos a la vida, otras personas son más específicas y refieren el acto de educar a la capacidad de adaptarnos al mercado laboral para poder tener una vida exitosa, habrá quien ponga énfasis en el concepto formativo disciplinar para terminar volviendo la educación una fuente de adiestramiento.

Estudiar a fondo la educación nos hará entender que no hay un solo concepto, ni método ni enfoque para entenderla. Dependerá de la época, del educando, el educador, de los recursos que se tengan a la mano y sobre todo las necesidades a las que queramos responder.

Sin descuidar las facultades de socialización y disciplina que da la escuela, la preservación de conocimientos y tradiciones y la necesaria disciplina, creo que hay que disminuir la función adaptativa de las aulas para entrar en la función transformativa.

Nuestra realidad social y económica es sumamente adversa, vista desde cualquier enfoque. El problema es cultural además de estructural. Si la escuela ha de reproducir patrones que han permitido la inequidad será insuficiente su labor.

Por otro lado, si la escuela ha de ser motor de reflexión, análisis y sobre todo de construcción colaborativa de soluciones, entonces además de revitalizar el conocimiento estará logrando el cambio cultural. Esa es nuestra salida a los grandes problemas. Pero esto necesita continuidad, que esta manera de entender todo el engranaje educativo se vuelva un asunto transgeneracional, que sobrepase los vaivenes político-electorales. Con objetivos y políticas trazadas por décadas.

John Ruskin fue un escritor británico, quien tuvo siempre una solidaria visión de la sociedad. Sus libros fueron fundamentales en la formación de Gandhi, el autor inglés nos dice “Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.”

La reflexión es profunda, cuando en verdad estamos ante la luz del saber, necesariamente sucede una transformación en nosotros y en nuestro mundo. Nadie queda intacto ante el paso de un gran maestro o maestra, ninguna sociedad queda inmóvil cuándo ha sido formada para transformar y seguir aprendiendo.

Las vicisitudes son una constante en la historia de la humanidad. No hay época fácil. No hay tiempo exento de incertidumbre ni calamidades. Lo que si hay son mujeres y hombres con actitudes distintas ante estos retos. Sociedades que cicatrizan el dolor y enfrentan los problemas hasta resolverlos. Esa es el gran desafío que hoy tenemos y la Universidad Autónoma de Chihuahua está ya desempeñando su papel.