/ viernes 7 de septiembre de 2018

La ética como necesidad

Es un hecho nuestro ser; pero, de acuerdo con nuestra razón, también tenemos un deber ser. Y tanto en lo individual y como en lo social, la razón es el recurso necesario para orientar nuestro comportamiento.

Pierre Blackburn señala que “La ética tiende a permitirnos hacer evaluaciones morales mejor pensadas, más críticas y más racionales del comportamiento ajeno, de la organización de la sociedad o de nuestras propias decisiones” (La ética. Fundamentos y problemáticas contemporáneas. FCE. 2006).

El mundo nos da problemas éticos, problemas del deber ser, pero nos resulta más cómodo eludirlos para marchar en la corriente de las decisiones generalizadas e irreflexivas de la sociedad. Al fin y al cabo estamos formados por ese irreflexivo modo de ser en sociedad, proveedor de fobias y fanatismos.

Evitamos la reflexión y la crítica si así nos conviene, y muy frecuentemente así nos conviene. Pero esta elección confortable es también parte de la problemática ética: ¿Somos lo que debemos ser?

La vida irreflexiva –diría Sócrates- no tiene mucho valor. ¿Por qué elegimos lo que tiene poco valor? ¿Tenemos responsabilidad moral cuando decidimos no pensar, no analizar ni discutir nuestras decisiones? ¿Hay obligación moral en cuanto al uso de nuestra racionalidad?

Nuestra conducta debe someterse a la razón, sobre todo cuando se trata de la conducta relacionada con el bien y el mal. El valor moral de nuestras acciones las hace importantes para la el análisis y la crítica.

La crisis moral (identificable por la corrupción, el crimen, la intolerancia y más) de una comunidad es razón necesaria y suficiente para hacer ética. Urge ocuparnos racionalmente de nuestros asuntos morales. Necesitamos ética, y mucho.

Esa tarea ética es competencia de la educación. Hay que enseñar a los niños y jóvenes a ser críticos en la toma de decisiones, a evaluar sus opciones, a justificar con argumentos sus elecciones, a estar en desacuerdo con mayorías irreflexivas ejerciendo su autonomía con la mayor responsabilidad.

México necesita, más que una “constitución moral”, enseñanza de ética en sus escuelas, atención a los criterios e interpretaciones sobre lo que somos y lo que deberíamos ser.


Es un hecho nuestro ser; pero, de acuerdo con nuestra razón, también tenemos un deber ser. Y tanto en lo individual y como en lo social, la razón es el recurso necesario para orientar nuestro comportamiento.

Pierre Blackburn señala que “La ética tiende a permitirnos hacer evaluaciones morales mejor pensadas, más críticas y más racionales del comportamiento ajeno, de la organización de la sociedad o de nuestras propias decisiones” (La ética. Fundamentos y problemáticas contemporáneas. FCE. 2006).

El mundo nos da problemas éticos, problemas del deber ser, pero nos resulta más cómodo eludirlos para marchar en la corriente de las decisiones generalizadas e irreflexivas de la sociedad. Al fin y al cabo estamos formados por ese irreflexivo modo de ser en sociedad, proveedor de fobias y fanatismos.

Evitamos la reflexión y la crítica si así nos conviene, y muy frecuentemente así nos conviene. Pero esta elección confortable es también parte de la problemática ética: ¿Somos lo que debemos ser?

La vida irreflexiva –diría Sócrates- no tiene mucho valor. ¿Por qué elegimos lo que tiene poco valor? ¿Tenemos responsabilidad moral cuando decidimos no pensar, no analizar ni discutir nuestras decisiones? ¿Hay obligación moral en cuanto al uso de nuestra racionalidad?

Nuestra conducta debe someterse a la razón, sobre todo cuando se trata de la conducta relacionada con el bien y el mal. El valor moral de nuestras acciones las hace importantes para la el análisis y la crítica.

La crisis moral (identificable por la corrupción, el crimen, la intolerancia y más) de una comunidad es razón necesaria y suficiente para hacer ética. Urge ocuparnos racionalmente de nuestros asuntos morales. Necesitamos ética, y mucho.

Esa tarea ética es competencia de la educación. Hay que enseñar a los niños y jóvenes a ser críticos en la toma de decisiones, a evaluar sus opciones, a justificar con argumentos sus elecciones, a estar en desacuerdo con mayorías irreflexivas ejerciendo su autonomía con la mayor responsabilidad.

México necesita, más que una “constitución moral”, enseñanza de ética en sus escuelas, atención a los criterios e interpretaciones sobre lo que somos y lo que deberíamos ser.