El arzobispo de Chihuahua, monseñor Constancio Miranda Weckmann, presidió la santa misa dominical, desde la Catedral Metropolitana de Chihuahua, durante la conmemoración del primer domingo del tiempo de Cuaresma 2024, en la que ofreció la homilía en la que disertó sobre la victoria de Jesús sobre las tentaciones del desierto de Judea.
“Hermanos, nos disponemos a celebrar la misa en este domingo primero de Cuaresma, y comenzamos pidiendo perdón al Señor por nuestros pecados”, pronunció monseñor Miranda, al inicio de la santa eucaristía.
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Mencionó que durante los domingos de Cuaresma, en la primera lectura se recuerdan los grandes acontecimientos de la historia de la Salvación, que culminan en Jesucristo. En la primera lectura, se abordó la conocida escena del diluvio y de la alianza que Dios establece con su pueblo; en la segunda lectura, San Pedro explica cómo la alianza de Dios con su pueblo culmina en Jesús, muerto y resucitado. El agua del diluvio es una imagen del bautismo.
“Estamos en el domingo primero de la Cuaresma, las lecturas del evangelio de la eucaristía de este primer domingo de cuaresma, nos presenta las tentaciones del demonio, las que estamos sometidos todos, que nos pueden llevar a pecar y nos muestran que Jesucristo vence al demonio y al pecado”, expresó el arzobispo de Chihuahua.
En ese sentido, expresó que el tiempo de cuaresma que comienza esta semana, con las celebraciones del Miércoles de Ceniza, tiene como telón de fondo, el relato del evangelio de hoy, en el que Jesús, antes de comenzar los años de su vida pública, movido por el Espíritu Santo, se retira al desierto, en total ayuno, durante 40 días, al final de los cuales, es tentado por Satanás.
“La Iglesia, quiere antes de celebrar el misterio de la Pascua del Señor, (que es Pasión, Muerte y Resurrección), antes de celebrar la Semana Santa, nos preparemos mediante la acción del Espíritu Santo, por la oración y la penitencia. A fin de que purificados, podamos recibir los frutos de la redención”, explicó.
La cuaresma conmemora los 40 días que pasó Jesús en el desierto, como preparación a los años de predicación que culminan en la cruz y la gloria de la resurrección. Fueron 40 días de ayuno, de penitencia, de oración, al cabo de los cuales, el Señor es tentado por Satanás. Después de estos días, la naturaleza humana de Jesús, se encuentra debilitada. Entonces, se acercó el demonio para ponerle una trampa: Jesús quiso someterse a las tres tentaciones que ordinariamente más estragos hacen en los hombres. La falta de templanza, la soberbia y la avaricia.
“Quiso darnos un ejemplo de fortaleza contra las intenciones de nuestro enemigo el diablo, de perder nuestra alma, por uno de estos caminos. Estas tentaciones son difíciles de comprender, pues Jesús quiso ser tentado para compadecerse de nuestras debilidades, y servirnos de ejemplo. Él no tiene pecado, sin embargo, quiere someterse para darnos ejemplo. Tienen estas pruebas un sentido mesiánico, decirnos que ya estaba Dios en la tierra, cuando el diablo trataba de averiguar si Jesús era el Mesías; trataría de atraerle a Jesús a un mesianismo popular, triunfal, como se pensaba en aquella época. No era un Mesías de esta clase, era un reino espiritual. Las tentaciones del Señor hay que situarlas en un contexto más amplio, el de la lucha de Satanás y el hijo de Dios. Los ataques de Satanás, pero este a pesar de crear todos los medios a su alcance, fue vencido siempre”, disertó.
Monseñor Miranda Weckmann señaló que el Señor debió rechazar a lo largo de su vida, las presiones del ambiente, e incluso a veces, de sus mismos discípulos que lo empujaban a una dirección contraria a la voluntad del Padre. Es la misma tentación que promueven los judíos al final de su vida, cuando el Señor ya clavado en la cruz, le dicen que si es el hijo de Dios, baje de la cruz, y entonces le creerían.
“Para que la experiencia de la tentación sea real, y su vencimiento una auténtica victoria, no es necesario que el corazón del hombre o de la mujer, esté inclinado al mal. En Jesucristo no hay ninguna aproximación al mal, ni nada que se le parezca, no reina en él ningún pecado; pero fue tentado, verdaderamente. Sus victorias sobre estas tentaciones tienen un sentido de enseñanza pedagógica, forman parte además de su lucha y victoria sobre el príncipe de este mundo. La victoria de Cristo sobre el diablo se consumó en la cruz, pero empezó mucho antes. Uno de los momentos cruciales de esta lucha y victoria, fue el vencimiento de las tentaciones en el desierto de Judea. Tengamos siempre presente que contamos con la gracia de Dios en todo momento, para vencer las tentaciones; para ello necesitamos armas para vencer la batalla espiritual que son la oración, la eucaristía, los sacramentos, sobre todo la confesión y una profunda humildad de corazón para que nos acerque a nuestros hermanos”, finalizó.