/ martes 2 de abril de 2024

A reflexionar | Jóvenes y ancianos

“La ancianidad es el santuario de las enfermedades.”

Canal

Uno de los aspectos más terribles de la historia contemporánea es la inmensa cantidad de familias destrozadas y separadas por guerras, dictaduras, delincuencias organizadas y persecuciones de todo tipo. Hablamos de padre y madre, pero en ocasiones hay que encontrarlos porque han sido arrebatados por la crueldad de personas que se comportan como fieras hacia otros seres humanos.

Ejemplos existen muchos, en la evolución de nuestra sociedad, hace varios decenios, la publicidad de los diversos productos se dirigía a los adultos y a los que ya se acercaban a la vejez, eran los que podían consumir. Por el contrario, hoy en día, la creciente sociedad juvenil, se ha convertido en el sector dominante de la patria.

Juzgan a los viejos inútiles por lo que hicieron, los sacrificios, causan risas y los mantienen alejados en un horizonte donde les lleguen los aromas de las enfermedades y, menos acercarles el necesario vaso con agua. Cual buitres esperan la llegada fatal de la muerte del anciano, para escarbar hasta el último rincón de la casa, y encontrar los tesoros ( ja, ja, ja) que pudo haber acumulado el abuelo con exceso de privaciones y sacrificios, para que los hijos y los nietos, los disfruten a su antojo. Transporte urbano, cine barato, ropa corriente y en muchos casos: usada.

Diversiones: muñecas de cartón, con vestiditos de papel, hacer comidita, escuchar de mala gana los cuentos y las anécdotas de los arrumbados abuelos. Balero, canicas, trompos, brincar al lazo, jugar a los encantados, a la roña y un cúmulo de actividades. Televisión, cuando el señor de la tienda, nos permitía ver un programa por diez centavos. Hoy los jóvenes, tienen aparatos electrónicos de diversas funciones, entre ellas las de alienarlos para consumir, ropa de marca, enchufarlos al mundo laboral con la preparación mínima, y desde luego la negación a procrear hijos.

Nos convertimos en una sociedad de viejos, y a algunos se les entrega una pensión, que nos pagan los jóvenes que trabajan. De este fenómeno se aprovechan los gobiernos dictatoriales para mantener las políticas clientelares, para prolongar su infame régimen de limosnas y dependencias. La dinámica social gira en torno a falacias y a mensajes cotidianos que generan el odio entre quienes conformamos el pueblo.

El boquete que padecemos ante el envejecimiento de nuestra sociedad, se empieza a cubrir con el fenómeno de la “inmigración”. Niños, adolescentes, de razas, lenguas, costumbres diferentes a las nuestras, cubren la falta de pequeños que hoy ya no se quieren procrear. La nacionalidad, se pierde. La democracia, se pierde. La idiosincrasia, se pierde y nuestros héroes y nuestra historia queda hecha añicos.

“La ancianidad es el santuario de las enfermedades.”

Canal

Uno de los aspectos más terribles de la historia contemporánea es la inmensa cantidad de familias destrozadas y separadas por guerras, dictaduras, delincuencias organizadas y persecuciones de todo tipo. Hablamos de padre y madre, pero en ocasiones hay que encontrarlos porque han sido arrebatados por la crueldad de personas que se comportan como fieras hacia otros seres humanos.

Ejemplos existen muchos, en la evolución de nuestra sociedad, hace varios decenios, la publicidad de los diversos productos se dirigía a los adultos y a los que ya se acercaban a la vejez, eran los que podían consumir. Por el contrario, hoy en día, la creciente sociedad juvenil, se ha convertido en el sector dominante de la patria.

Juzgan a los viejos inútiles por lo que hicieron, los sacrificios, causan risas y los mantienen alejados en un horizonte donde les lleguen los aromas de las enfermedades y, menos acercarles el necesario vaso con agua. Cual buitres esperan la llegada fatal de la muerte del anciano, para escarbar hasta el último rincón de la casa, y encontrar los tesoros ( ja, ja, ja) que pudo haber acumulado el abuelo con exceso de privaciones y sacrificios, para que los hijos y los nietos, los disfruten a su antojo. Transporte urbano, cine barato, ropa corriente y en muchos casos: usada.

Diversiones: muñecas de cartón, con vestiditos de papel, hacer comidita, escuchar de mala gana los cuentos y las anécdotas de los arrumbados abuelos. Balero, canicas, trompos, brincar al lazo, jugar a los encantados, a la roña y un cúmulo de actividades. Televisión, cuando el señor de la tienda, nos permitía ver un programa por diez centavos. Hoy los jóvenes, tienen aparatos electrónicos de diversas funciones, entre ellas las de alienarlos para consumir, ropa de marca, enchufarlos al mundo laboral con la preparación mínima, y desde luego la negación a procrear hijos.

Nos convertimos en una sociedad de viejos, y a algunos se les entrega una pensión, que nos pagan los jóvenes que trabajan. De este fenómeno se aprovechan los gobiernos dictatoriales para mantener las políticas clientelares, para prolongar su infame régimen de limosnas y dependencias. La dinámica social gira en torno a falacias y a mensajes cotidianos que generan el odio entre quienes conformamos el pueblo.

El boquete que padecemos ante el envejecimiento de nuestra sociedad, se empieza a cubrir con el fenómeno de la “inmigración”. Niños, adolescentes, de razas, lenguas, costumbres diferentes a las nuestras, cubren la falta de pequeños que hoy ya no se quieren procrear. La nacionalidad, se pierde. La democracia, se pierde. La idiosincrasia, se pierde y nuestros héroes y nuestra historia queda hecha añicos.