/ viernes 10 de mayo de 2019

AMLO… el indiscutible “mesías” de nuestro momento nacional

Aunque no lo quieran creer…

AMLO es ungido mesías;

en nuestros presentes días,

para México y su hacer.


La detractora oposición lo ha designado… “mesías”.

Según el Diccionario de la Lengua, “mesías” es: redentor y libertador futuro de Israel. Para los cristianos, Cristo. Esto en su primera acepción. Y por extensión: aquél a quien se espera como liberador de males. Y hablamos en el terreno socioeconómico y no en el espiritual. ¿No acaso votamos sexenalmente por un hombre o una fórmula política que nos libere de los males nacionales?

AMLO pues, en el más serio y objetivo lenguaje convencional es el indiscutible “mesías de nuestro momento nacional”. La esperanza gubernamental de las mujeres y los hombres de buena fe; de los que creemos que la patria es susceptible de una renovación moral, aunque la marcha sea lenta, ríspida y llena de obstáculos y burlas, sujetas a la imprecación de los conservadores reaccionarios; amigos promiscuos de los sistemas corruptos, cuando no, miembros de ellos.

Entre más cloacas destapa públicamente AMLO, más se rasgan las vestiduras estos fariseos modernos, casi todos ligados a las viejas estructuras caducas, o con nexos ramplones con el imperio norteamericano. El carisma de AMLO y sus logros se salen de encuadre en su esquema mental. ¿Cómo puede un hombre común ser un mesías de buena fe?, tiene que ser en algún momento… corrupto, como ellos y sus patrones de conducta. Hay que buscar cualquier error para magnificarlo; y desvirtuar y soslayar todo aquello que sea útil o positivo; hay que imprecar, denigrar y objetar a quien, según ellos, no debió llegar a la primera magistratura del país, y hoy se ha convertido en el genuino mesías de México. Para ellos Salinas de Gortari, Calderón y Peña Nieto son ejemplo; y deben ser las caricaturas a imitar; cuánta pobreza de espíritu, cuánta mala fe y cuánta insidia que los aleja por mucho de ser mujeres y hombres justos; a sus rostros Diógenes ni siquiera acercaría su lámpara. Y estos son nuestros entrañables conciudadanos y amigos. Conductores de opinión adocenada y prejuiciosa; los constructores de nada; y detractores de todo lo que sea un reto y cambio positivo. Los titulares de la mediocre inercia social nacional.

Aunque no lo quieran creer…

AMLO es ungido mesías;

en nuestros presentes días,

para México y su hacer.


La detractora oposición lo ha designado… “mesías”.

Según el Diccionario de la Lengua, “mesías” es: redentor y libertador futuro de Israel. Para los cristianos, Cristo. Esto en su primera acepción. Y por extensión: aquél a quien se espera como liberador de males. Y hablamos en el terreno socioeconómico y no en el espiritual. ¿No acaso votamos sexenalmente por un hombre o una fórmula política que nos libere de los males nacionales?

AMLO pues, en el más serio y objetivo lenguaje convencional es el indiscutible “mesías de nuestro momento nacional”. La esperanza gubernamental de las mujeres y los hombres de buena fe; de los que creemos que la patria es susceptible de una renovación moral, aunque la marcha sea lenta, ríspida y llena de obstáculos y burlas, sujetas a la imprecación de los conservadores reaccionarios; amigos promiscuos de los sistemas corruptos, cuando no, miembros de ellos.

Entre más cloacas destapa públicamente AMLO, más se rasgan las vestiduras estos fariseos modernos, casi todos ligados a las viejas estructuras caducas, o con nexos ramplones con el imperio norteamericano. El carisma de AMLO y sus logros se salen de encuadre en su esquema mental. ¿Cómo puede un hombre común ser un mesías de buena fe?, tiene que ser en algún momento… corrupto, como ellos y sus patrones de conducta. Hay que buscar cualquier error para magnificarlo; y desvirtuar y soslayar todo aquello que sea útil o positivo; hay que imprecar, denigrar y objetar a quien, según ellos, no debió llegar a la primera magistratura del país, y hoy se ha convertido en el genuino mesías de México. Para ellos Salinas de Gortari, Calderón y Peña Nieto son ejemplo; y deben ser las caricaturas a imitar; cuánta pobreza de espíritu, cuánta mala fe y cuánta insidia que los aleja por mucho de ser mujeres y hombres justos; a sus rostros Diógenes ni siquiera acercaría su lámpara. Y estos son nuestros entrañables conciudadanos y amigos. Conductores de opinión adocenada y prejuiciosa; los constructores de nada; y detractores de todo lo que sea un reto y cambio positivo. Los titulares de la mediocre inercia social nacional.