/ martes 2 de enero de 2024

Confeti y Promesas: El Arte de Romantizar el Cambio Político en México

Mientras que los fuegos artificiales y el confeti vuelan en el aire, las y los mexicanos nos vemos contagiados por la emoción colectiva de esperanzas, sueños y propósitos para el año que comienza. No obstante, detrás de las celebraciones, se esconde una peligrosa tendencia a romantizar las expectativas de cambio, sobre todo en materia política, este es el momento en el que la efervescencia tanto del champagne como de las promesas políticas se dejan ver por todos lados, por eso es crucial entender que las promesas y mensajes dirigidos por la clase política a la ciudadanía durante estas fechas no son moneda de cambio cuando se trata transformaciones sustanciales en nuestra comunidad, ni surgen automáticamente con el nuevo calendario.

El 2024 es un año sumamente retador para México, el proceso electoral marcará el rumbo de la política mexicana hasta la siguiente década, los discursos convincentes que prometen mejoras sustanciales en varios aspectos para este año ya se han dejado ver, la romantización de estas expectativas crea un velo que oculta la realidad compleja y desafiante en materia política, social y económica de nuestro país.

A estas alturas podrán pensar que es una visión pesimista, sin embargo, desmitificar las esperanzas de año nuevo no implica renunciar a la posibilidad de cambio; al contrario, significa adoptar un enfoque más realista y constructivo, nos traslada a reconocer los desafíos reales y a abordar la complejidad de cada problema que se nos presenta.

Y es que, como simples ciudadanos estamos un tanto desprotegidos, pues nos encontramos frente a los expertos del arte de romantizar el cambio, quienes cuentan con un armamento para el cual simplemente no estamos preparados: spots publicitarios, espectaculares que de revistas novedosas (Guiño, guiño), Tiktoks, anuncios en tele y radio y las demás formas de tirar dinero público que se les ocurra para posicionar a una persona o movimiento político. Y es que tontos no son, se hacen, pues basta pensar ¿Quién podría resistirse al encanto de un cambio inmediato envuelto en el papel de confeti de la esperanza? Debemos tener bien presente que el brillo temporal de las expectativas políticas revela con el paso del tiempo lo fugaces que son las efímeras promesas de las precampañas y de la clase política en general.

Recordemos que las promesas políticas no son magia instantánea. Identificar la romantización del cambio implica reconocer que la política, como la resaca postcelebración, requiere un esfuerzo sostenido y compromiso a largo plazo. Así que, mientras el confeti se asienta y las luces se desvanecen, recordemos que el verdadero cambio no se encuentra en la magia de la medianoche, sino en el día a día de la acción política concreta y la corresponsabilidad de todos las y los ciudadanos para lograr los cambios prioritarios que tanto queremos y necesitamos.

No dejemos que los fuegos artificiales nos cieguen ante los retos y las políticas vacías, demandemos más que discursos, demandemos acciones concretas y resultados reales.


X: Jorge_hloz

Facebook: Jorgehlo

Instagram: Jorgehlo


Mientras que los fuegos artificiales y el confeti vuelan en el aire, las y los mexicanos nos vemos contagiados por la emoción colectiva de esperanzas, sueños y propósitos para el año que comienza. No obstante, detrás de las celebraciones, se esconde una peligrosa tendencia a romantizar las expectativas de cambio, sobre todo en materia política, este es el momento en el que la efervescencia tanto del champagne como de las promesas políticas se dejan ver por todos lados, por eso es crucial entender que las promesas y mensajes dirigidos por la clase política a la ciudadanía durante estas fechas no son moneda de cambio cuando se trata transformaciones sustanciales en nuestra comunidad, ni surgen automáticamente con el nuevo calendario.

El 2024 es un año sumamente retador para México, el proceso electoral marcará el rumbo de la política mexicana hasta la siguiente década, los discursos convincentes que prometen mejoras sustanciales en varios aspectos para este año ya se han dejado ver, la romantización de estas expectativas crea un velo que oculta la realidad compleja y desafiante en materia política, social y económica de nuestro país.

A estas alturas podrán pensar que es una visión pesimista, sin embargo, desmitificar las esperanzas de año nuevo no implica renunciar a la posibilidad de cambio; al contrario, significa adoptar un enfoque más realista y constructivo, nos traslada a reconocer los desafíos reales y a abordar la complejidad de cada problema que se nos presenta.

Y es que, como simples ciudadanos estamos un tanto desprotegidos, pues nos encontramos frente a los expertos del arte de romantizar el cambio, quienes cuentan con un armamento para el cual simplemente no estamos preparados: spots publicitarios, espectaculares que de revistas novedosas (Guiño, guiño), Tiktoks, anuncios en tele y radio y las demás formas de tirar dinero público que se les ocurra para posicionar a una persona o movimiento político. Y es que tontos no son, se hacen, pues basta pensar ¿Quién podría resistirse al encanto de un cambio inmediato envuelto en el papel de confeti de la esperanza? Debemos tener bien presente que el brillo temporal de las expectativas políticas revela con el paso del tiempo lo fugaces que son las efímeras promesas de las precampañas y de la clase política en general.

Recordemos que las promesas políticas no son magia instantánea. Identificar la romantización del cambio implica reconocer que la política, como la resaca postcelebración, requiere un esfuerzo sostenido y compromiso a largo plazo. Así que, mientras el confeti se asienta y las luces se desvanecen, recordemos que el verdadero cambio no se encuentra en la magia de la medianoche, sino en el día a día de la acción política concreta y la corresponsabilidad de todos las y los ciudadanos para lograr los cambios prioritarios que tanto queremos y necesitamos.

No dejemos que los fuegos artificiales nos cieguen ante los retos y las políticas vacías, demandemos más que discursos, demandemos acciones concretas y resultados reales.


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