/ viernes 20 de abril de 2018

De promesas, compromiso y lealtad

En tiempos electorales, promesas van y promesas vienen, pero una vez que los candidatos ganadores ocupan el cargo para el que fueron electos, esas promesas suelen quedarse como simples y llanas expresiones hechas al calor de las campañas. Y es que como bien lo dice el viejo y conocido refrán: prometer no empobrece, es el dar el que aniquila.

Indudablemente, esa costumbre de prometer y no cumplir se ha arraigado gracias a que el pueblo no tiene la costumbre de analizar los ofrecimientos y, además, a que olvida rápidamente; es decir, gracias a que sólo algunos sectores de la sociedad se ocupan (no sólo se preocupan) de reflexionar, monitorear y pedirle cuentas a quienes están en poder.

En ese contexto, es que resulta importante comprender que comprometerse y prometer son cosas muy distintas. Y aunque el hecho de prometer implica, en teoría, contraer la obligación de cumplir con lo prometido; en la práctica eso no sucede.

Si bien es cierto que el incumplimiento de las promesas y, por lo tanto, la falta de compromiso ya es una práctica sistemática, también es cierto que esa práctica se ha sistematizado con el apoyo del pueblo que, hipnotizado con el “qué”, deja a un lado el “cómo”. O sea, se enfoca en la forma, pero no en el fondo de las promesas. De ahí que, para los candidatos, prometer sea cosa fácil.

Por supuesto que hay candidatos que, “conscientes” de que hay un sector de la sociedad muy exigente, han tenido que explicar el “cómo” de algunas de su promesas; sin embargo, la inviabilidad de muchos de los “cómo” queda de manifiesto cuando se hace un análisis (contexto y realidades) serio sobre los mismos.

El asunto es que, en las actuales campañas electorales, los candidatos siguen ofreciendo prácticamente lo mismo de siempre. Promesas que, sometidas a un serio análisis, resultan (aunque fueran bien intencionadas) casi imposibles de cumplir porque carecen del sustento necesario para asegurar su factibilidad y viabilidad.


Queda entonces claro que prometer sin comprometerse es cosa sencilla y, más sencillo aún, prometer sin mostrar la lealtad que cada caso amerita. Dicho en otras palabras, resulta fácil -para la mayoría de los candidatos- hacer a un lado aspectos consustanciales, tales como el la verdad, la realidad, el compromiso y la legalidad.

En esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el novelista, ensayista, poeta y crítico japonés Yukio Mishima: “Una promesa es un concepto vago hasta el momento en que entra en juego el concepto de lealtad”.


laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com


En tiempos electorales, promesas van y promesas vienen, pero una vez que los candidatos ganadores ocupan el cargo para el que fueron electos, esas promesas suelen quedarse como simples y llanas expresiones hechas al calor de las campañas. Y es que como bien lo dice el viejo y conocido refrán: prometer no empobrece, es el dar el que aniquila.

Indudablemente, esa costumbre de prometer y no cumplir se ha arraigado gracias a que el pueblo no tiene la costumbre de analizar los ofrecimientos y, además, a que olvida rápidamente; es decir, gracias a que sólo algunos sectores de la sociedad se ocupan (no sólo se preocupan) de reflexionar, monitorear y pedirle cuentas a quienes están en poder.

En ese contexto, es que resulta importante comprender que comprometerse y prometer son cosas muy distintas. Y aunque el hecho de prometer implica, en teoría, contraer la obligación de cumplir con lo prometido; en la práctica eso no sucede.

Si bien es cierto que el incumplimiento de las promesas y, por lo tanto, la falta de compromiso ya es una práctica sistemática, también es cierto que esa práctica se ha sistematizado con el apoyo del pueblo que, hipnotizado con el “qué”, deja a un lado el “cómo”. O sea, se enfoca en la forma, pero no en el fondo de las promesas. De ahí que, para los candidatos, prometer sea cosa fácil.

Por supuesto que hay candidatos que, “conscientes” de que hay un sector de la sociedad muy exigente, han tenido que explicar el “cómo” de algunas de su promesas; sin embargo, la inviabilidad de muchos de los “cómo” queda de manifiesto cuando se hace un análisis (contexto y realidades) serio sobre los mismos.

El asunto es que, en las actuales campañas electorales, los candidatos siguen ofreciendo prácticamente lo mismo de siempre. Promesas que, sometidas a un serio análisis, resultan (aunque fueran bien intencionadas) casi imposibles de cumplir porque carecen del sustento necesario para asegurar su factibilidad y viabilidad.


Queda entonces claro que prometer sin comprometerse es cosa sencilla y, más sencillo aún, prometer sin mostrar la lealtad que cada caso amerita. Dicho en otras palabras, resulta fácil -para la mayoría de los candidatos- hacer a un lado aspectos consustanciales, tales como el la verdad, la realidad, el compromiso y la legalidad.

En esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el novelista, ensayista, poeta y crítico japonés Yukio Mishima: “Una promesa es un concepto vago hasta el momento en que entra en juego el concepto de lealtad”.


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