Muy buenos días, mis lectores, que se la estén pasando muy bien son mis mejores deseos. En el artículo anterior les comentaba sobre el tema: Algo más sobre el alcoholismo, que el alcohólico sólo busca la ayuda espiritual o a Dios cuando le conviene o cuando está en un grave problema o a punto de morir; hoy continúo.
Veamos un ejemplo de daño espiritual profundo: El alcohólico tiene resentimientos irrazonables, la propia conmiseración de sí mismo avanza hasta convertirse en resentimiento, o sea, un estado que yo designo como la cúspide de la enfermedad moral. Resentir significa volver a sentir con la misma intensidad todas las injurias recibidas y en general desencadena una infección espiritual en donde los microbios son las emociones reprimidas contra el propio yo o conciencia individual. El yo se encuentra indefenso y puede llegarse a destruirse totalmente, exhibiendo el alcohólico un deterioro moral muy marcado, muchas de las veces irreparable.
A estas alturas hay fuertes complejos arraigados como tumores espirituales malignos y una conciencia derrotista que lo hacen aparecer como un desecho humano. Ahora tiene envenenada el alma, llena de odio y de rencor, de envidia y de perfidia, no puede perdonar, pero tampoco quieres ser perdonado, a veces ni por Dios, porque ha empezado a destruirse moralmente y desea inconscientemente alcanzar la máxima destrucción, y Dios, mis amigos, que quede muy claro: aborrece el suicidio.
Se generan daños en lo familiar convirtiendo su hogar en una familia disfuncional, donde a veces y es muy recomendable también que quienes conviven con un alcohólico busquen ayuda psicológica, terapéutica y espiritual, muchas de las veces existe el divorcio, afectándose a la esposa y a los hijos. El alcohólico se genera daños muy graves en cuanto al aspecto económico se refiere, pierde su trabajo, su dinero y su fortuna material, si es que la tiene, pero también le ocasiona gastos económicos muy elevados a la empresa en donde trabaja, al gobierno y a ciertas instituciones como las de la salud y las de la justicia.
El alcohólico, en otras palabras, es un perdedor, porque pierde todo lo que tiene valor en la vida. Y bueno, el daño más grave que se pueda generar es la libertad y la muerte, porque a los lugares a los que un alcohólico va a parar, cuando no quiere o no tiene la oportunidad de rehabilitarse son: a la cárcel, al confinamiento en un hospital psiquiátrico por el resto de su vida, o en el cementerio.
Continuará.