/ martes 26 de marzo de 2024

El eco de la violencia

El eco de la violencia resuena por todas partes. Ha superado la ficción en muchos sentidos. La afectación es general, nadie está exento ni a salvo. Se agudiza en algunos casos y se magnifica en algunas regiones. Cada quien busca solucionar a su manera y protege como se puede, unos con recursos y otros con las uñas; unos de plano rebasados y otros con el control adecuado. Lamentablemente es una situación que requiere de estrategia piramidal, de orden descendente en una jerarquía horizontal, porque es indispensable la organización, la coordinación y evidentemente con qué hacerle frente.

Ante todo esto, la violencia se normaliza, en muchos sentidos, desde el contexto social inmediato al denostar la cuestión del género, con el privilegio de la cultura del cero esfuerzo, de arrebatar vidas y destruir hogares. Se crean himnos al respecto, no se diga a cuántos se les hace leyenda y se les inmortaliza en el colectivo social; la niñez se apropia de eso con consentimiento de la madre y el padre, quienes ni siquiera entienden la gravedad de la letra que se entona o minimizan su contenido, quizás pensando que es ironía o también asentando la villanía ahí descrita.

La violencia empieza desde los círculos más cercanos, desde el núcleo familiar, ante ofensas o golpes que llevan hasta el hospital o con notorias marcas, que ya se ven como parte de la dinámica y difícilmente se denuncian; el callarse ante abusos y violaciones; la desvalorización de cualquier integrante de la familia, mujer u hombre o cualquier persona con alguna identidad de género específica, aquí la violencia ya es normalizada, lamentablemente, al grado que si se ve que sucede con las demás personas ya ni atención ni interés se le pone.

Aún peor, permitir que lo anterior trascienda en los distintos grupos sociales es perpetuar la violencia en las mentes y de ahí normalizar todo lo demás que a diario se ve y se escucha, en redes sociales o medios de comunicación, situaciones que ponen en riesgo a cualquier persona directa o indirectamente inmiscuida en grupos delictivos o que de plano no tiene nada que ver.

Es indispensable la reconfiguración del colectivo social en cuanto a la violencia se refiere y es una tarea conjunta con los distintos niveles de gobiernos e instituciones relacionadas. Es evidente que la batuta debe de quedar en quien lleva el mayor manejo de asuntos y recursos para de ahí derivar en la directriz a la que habrán de irse sumando hasta llegar a las bases sociales en donde se busca el mayor impacto.

No se trata sólo de la reconstrucción del tejido social manteniendo ocupadas a las personas, porque este tiempo no es ilimitado, sino de generar la reflexión en el entorno social en cómo combatir la violencia desde la raíz evitando su escalamiento y eso indiscutiblemente es en la educación, tanto en el seno familiar como en las instituciones que forman a la niñez y juventud desde nivel básico hasta superior.

Ojalá la reflexión esté a diario respecto a este tema. No se trata de cerrar los ojos ni taparse los oídos para no ver o escuchar lo que a diario se replica en distintas regiones del país, con notas unas más atroces que las otras, pero al final de cuentas todas lamentables. Se trata de cómo transmitir que esa reflexión vaya más allá de la condena de lo ocurrido, de trabajar en el círculo inmediato para evitar la violencia a toda costa y en todas sus formas, ya sea con el bullying escolar, la violencia contra la mujer o de género, la violencia familiar, la corrupción, el abuso de confianza, entre otras cuestiones que son muy cercanas en el día a día.

¡Estoy para ayudar!

Comentarios: eduardo.barbosa.saenz@gmail.com

Redes sociales:

*Facebook Eduardo Barbosa Sáenz: /BarbosaSaenzEduardo

*Twitter: @EBarbosaSaenz


El eco de la violencia resuena por todas partes. Ha superado la ficción en muchos sentidos. La afectación es general, nadie está exento ni a salvo. Se agudiza en algunos casos y se magnifica en algunas regiones. Cada quien busca solucionar a su manera y protege como se puede, unos con recursos y otros con las uñas; unos de plano rebasados y otros con el control adecuado. Lamentablemente es una situación que requiere de estrategia piramidal, de orden descendente en una jerarquía horizontal, porque es indispensable la organización, la coordinación y evidentemente con qué hacerle frente.

Ante todo esto, la violencia se normaliza, en muchos sentidos, desde el contexto social inmediato al denostar la cuestión del género, con el privilegio de la cultura del cero esfuerzo, de arrebatar vidas y destruir hogares. Se crean himnos al respecto, no se diga a cuántos se les hace leyenda y se les inmortaliza en el colectivo social; la niñez se apropia de eso con consentimiento de la madre y el padre, quienes ni siquiera entienden la gravedad de la letra que se entona o minimizan su contenido, quizás pensando que es ironía o también asentando la villanía ahí descrita.

La violencia empieza desde los círculos más cercanos, desde el núcleo familiar, ante ofensas o golpes que llevan hasta el hospital o con notorias marcas, que ya se ven como parte de la dinámica y difícilmente se denuncian; el callarse ante abusos y violaciones; la desvalorización de cualquier integrante de la familia, mujer u hombre o cualquier persona con alguna identidad de género específica, aquí la violencia ya es normalizada, lamentablemente, al grado que si se ve que sucede con las demás personas ya ni atención ni interés se le pone.

Aún peor, permitir que lo anterior trascienda en los distintos grupos sociales es perpetuar la violencia en las mentes y de ahí normalizar todo lo demás que a diario se ve y se escucha, en redes sociales o medios de comunicación, situaciones que ponen en riesgo a cualquier persona directa o indirectamente inmiscuida en grupos delictivos o que de plano no tiene nada que ver.

Es indispensable la reconfiguración del colectivo social en cuanto a la violencia se refiere y es una tarea conjunta con los distintos niveles de gobiernos e instituciones relacionadas. Es evidente que la batuta debe de quedar en quien lleva el mayor manejo de asuntos y recursos para de ahí derivar en la directriz a la que habrán de irse sumando hasta llegar a las bases sociales en donde se busca el mayor impacto.

No se trata sólo de la reconstrucción del tejido social manteniendo ocupadas a las personas, porque este tiempo no es ilimitado, sino de generar la reflexión en el entorno social en cómo combatir la violencia desde la raíz evitando su escalamiento y eso indiscutiblemente es en la educación, tanto en el seno familiar como en las instituciones que forman a la niñez y juventud desde nivel básico hasta superior.

Ojalá la reflexión esté a diario respecto a este tema. No se trata de cerrar los ojos ni taparse los oídos para no ver o escuchar lo que a diario se replica en distintas regiones del país, con notas unas más atroces que las otras, pero al final de cuentas todas lamentables. Se trata de cómo transmitir que esa reflexión vaya más allá de la condena de lo ocurrido, de trabajar en el círculo inmediato para evitar la violencia a toda costa y en todas sus formas, ya sea con el bullying escolar, la violencia contra la mujer o de género, la violencia familiar, la corrupción, el abuso de confianza, entre otras cuestiones que son muy cercanas en el día a día.

¡Estoy para ayudar!

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