/ jueves 9 de noviembre de 2023

La omisión también es corrupción

#UnRetoMas


En política pública, como en la mayor parte de las profesiones, la omisión es corrupción. Un médico que omite o no le brinda la debida atención a la enfermedad de su paciente, teniendo los recursos para atenderlo, es corrupto; un servidor público que omite una posible catástrofe natural y además no utiliza todos los recursos que tiene a su alcance para apoyar a su propio pueblo, cae en un acto de corrupción.


Durante su gobierno, el presidente López Obrador ha tenido momentos de crisis como la explosión en Tlahuelilpan, la pandemia, el “culiacanazo”, y ahora el huracán Otis en Guerrero; en los que según especialistas como Arturo Argente, de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, la estrategia del presidente se basa en “negar, minimizar y eludir”.


Si bien es cierto que la evolución de Otis de tormenta tropical a huracán categoría cinco fue atípica, también es cierto que esta catástrofe pone en evidencia la poca capacidad, para muchos interpretada como poco interés, del presidente Andrés Manuel López Obrador de responder adecuadamente y cuidar a su propia gente, ante escenarios como este; sobre todo en uno de los estados más pobres de nuestro país.


Expertos como el consultor Luis Antonio Espino consideran el actuar del gobierno federal un claro ejemplo de estrategia fallida ante la crisis. Poniendo en evidencia la poca atención que se le dio a un protocolo para reducir el caos y, más importante aún, salvar a la ciudadanía y ayudar al estado a salir adelante.


Entre los errores más visibles están, en primer lugar, la poca información y alerta que se brindó a la gente sobre el peligro ante la llegada de un huracán de esta magnitud, lo cual raya en lo ridículo al momento de que el llamado a la ciudadanía sólo se hizo mediante redes sociales, en un estado donde la gran mayoría de las personas ni siquiera tiene acceso a internet.

Segundo, la poca proactividad, por no decir nula al inicio, para brindar auxilio a la población de Guerrero; quienes además de estar días incomunicados, tuvieron que esperar recibir apoyos solamente de manos de las Fuerzas Armadas, designadas como el único actor que podía intervenir para ayudar a la gente; siendo esta una medida muy poco eficiente.

Tercero, aprovechar una tragedia nacional para hacer “show” distrayendo la atención de la gente hacia el propio presidente a la hora que, con su visita, quedó atrapado en la carretera; quitándole a la población de Guerrero los ya de por sí pocos elementos que estaban destinados para ayudar a la gente en su rescate.

Y encima de esto, muy a su estilo, el presidente Andrés Manuel ha hecho lo posible para eludir su responsabilidad, aprovechando la desgracia ajena para acusar a la oposición y politizando un desastre natural.


Es precisamente en momentos como este donde además de poner en evidencia la omisión y poca capacidad de respuesta del gobierno federal, nos damos cuenta de lo mucho que nos ha costado, y nos seguirá costando, al resto de los mexicanos la desaparición de fideicomisos como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que precisamente permitía destinar recursos para apoyar a la gente en este tipo de catástrofes.


Hoy resulta ilógico que para un gobierno cuya supuesta narrativa es acabar con la corrupción, siga habiendo momentos de crisis donde la principal estrategia sea la omisión.


#UnRetoMas


En política pública, como en la mayor parte de las profesiones, la omisión es corrupción. Un médico que omite o no le brinda la debida atención a la enfermedad de su paciente, teniendo los recursos para atenderlo, es corrupto; un servidor público que omite una posible catástrofe natural y además no utiliza todos los recursos que tiene a su alcance para apoyar a su propio pueblo, cae en un acto de corrupción.


Durante su gobierno, el presidente López Obrador ha tenido momentos de crisis como la explosión en Tlahuelilpan, la pandemia, el “culiacanazo”, y ahora el huracán Otis en Guerrero; en los que según especialistas como Arturo Argente, de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, la estrategia del presidente se basa en “negar, minimizar y eludir”.


Si bien es cierto que la evolución de Otis de tormenta tropical a huracán categoría cinco fue atípica, también es cierto que esta catástrofe pone en evidencia la poca capacidad, para muchos interpretada como poco interés, del presidente Andrés Manuel López Obrador de responder adecuadamente y cuidar a su propia gente, ante escenarios como este; sobre todo en uno de los estados más pobres de nuestro país.


Expertos como el consultor Luis Antonio Espino consideran el actuar del gobierno federal un claro ejemplo de estrategia fallida ante la crisis. Poniendo en evidencia la poca atención que se le dio a un protocolo para reducir el caos y, más importante aún, salvar a la ciudadanía y ayudar al estado a salir adelante.


Entre los errores más visibles están, en primer lugar, la poca información y alerta que se brindó a la gente sobre el peligro ante la llegada de un huracán de esta magnitud, lo cual raya en lo ridículo al momento de que el llamado a la ciudadanía sólo se hizo mediante redes sociales, en un estado donde la gran mayoría de las personas ni siquiera tiene acceso a internet.

Segundo, la poca proactividad, por no decir nula al inicio, para brindar auxilio a la población de Guerrero; quienes además de estar días incomunicados, tuvieron que esperar recibir apoyos solamente de manos de las Fuerzas Armadas, designadas como el único actor que podía intervenir para ayudar a la gente; siendo esta una medida muy poco eficiente.

Tercero, aprovechar una tragedia nacional para hacer “show” distrayendo la atención de la gente hacia el propio presidente a la hora que, con su visita, quedó atrapado en la carretera; quitándole a la población de Guerrero los ya de por sí pocos elementos que estaban destinados para ayudar a la gente en su rescate.

Y encima de esto, muy a su estilo, el presidente Andrés Manuel ha hecho lo posible para eludir su responsabilidad, aprovechando la desgracia ajena para acusar a la oposición y politizando un desastre natural.


Es precisamente en momentos como este donde además de poner en evidencia la omisión y poca capacidad de respuesta del gobierno federal, nos damos cuenta de lo mucho que nos ha costado, y nos seguirá costando, al resto de los mexicanos la desaparición de fideicomisos como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que precisamente permitía destinar recursos para apoyar a la gente en este tipo de catástrofes.


Hoy resulta ilógico que para un gobierno cuya supuesta narrativa es acabar con la corrupción, siga habiendo momentos de crisis donde la principal estrategia sea la omisión.