/ martes 21 de julio de 2020

La sangre del emperador

Si se sitúa frente a la Catedral de la Ciudad de México, del lado izquierdo verá un edificio colonial de bonita hechura, en cuyas piedras aún se pueden observar vestigios de labrado de la época prehispánica, ahora ahí se encuentran instalaciones del Monte de Piedad. Esta estructura sustituye a lo que, en la época previa a la conquista, era el Palacio de Axayácatl, donde Moctezuma Xocoyotzin, el gobernante de Tenochtitlan, alojó a las tropas españolas y sus aliados aborígenes a principios de noviembre de 1519 y fue en ese lugar donde murió, ocho meses después, luego de un humillante cautiverio.

En 1521, la ciudad cayó en poder del ejército comandado por Cortés y se inició un proceso de destrucción impulsado por dos motivos, el odio que hacia los mexicas tenían sus enemigos que habían sido tributarios de ese imperio y el desprecio de los europeos hacia la cultura de los pueblos que habían vencido, así que los edificios prehispánicos, con el tiempo, fueron derrumbados por las propias manos de los vencidos y con sus materiales se construyeron otros de arquitectura europea.

Ésta fue la suerte que corrió el Palacio de Axayácatl, que fue casa donde habitó y gobernó Hernán Cortés, luego sede del Cabildo de la Nueva España y en 1836, vendida al Sacro Monte de Piedad, institución que lo conserva hasta nuestros días.

Cinco siglos hacen que Cortés volvió a la capital mexica luego de haber apagado la sublevación que en su contra se había estado gestando en la Villa Rica de la Vera Cruz, pero esta vez no fue recibido con la algarabía del otoño pasado; aquel cálido junio el guerrero ibero y sus tropas encontraron una ciudad en silencio sin que sus habitantes diesen muestras de vida.

Al llegar Cortés al Palacio de Axayácatl, Alvarado lo puso al tanto, había despertado la furia de los habitantes de la ciudad al haber interrumpido a acero y fuego las festividades de la divinidad Tóxcatl y desde entonces se encontraban sitiados en aquel edificio, los alimentos eran escasos y el agua, salada y pútrida, la obtenían de un pozo que habían cavado en el patio.

Cortés tratando de calmar el ánimo de los tenochcas, liberó a uno de los gobernantes secuestrados: Cuitláhuac, señor de Iztapalapa; pero la medida no surtió efecto, por el contrario, el asedio se intensificó, esto ha dado a suponer que el liberado sustituyó a Moctezuma como dirigente de la ciudad y, estando la turba frente al edificio, el conquistador cometió otro error, varios de sus soldados subieron a la azotea con el gobernante vestido con todas sus galas, con la intención que calmara a la multitud, pero ésta se negó a obedecerle, pues ya no lo consideraban su dirigente y luego de una arenga que algunos afirman vino de su sobrino Cuauhtémoc, los mexicas arrojaron piedras y flechas, algunas de las cuales hirieron al Tlatoani, quien fue llevado al interior del palacio donde murió al día siguiente.

El actual edificio ha necesitado obras de rehabilitación y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha aprovechado para realizar estudios arqueológicos en el patio principal y un cuarto adyacente, los que han llevado al descubrimiento de losas de basalto y figuras talladas en piedra llamadas sillares, que representan a las divinidades Aztecas Quetzalcóatl y Tianquiztli.

El descubrimiento representa gran importancia, pues nos lleva a una época que fue trascendental para la europeización de América, piense el estimado lector que esas losas de basalto posiblemente fueron regadas por la sangre del Tlatoani de la gran Ciudad Estado que controlaba un territorio mayor que muchos países europeos, con una urbanización que no se encontraba en ninguna urbe española.

El INAH acaba de dar a conocer este descubrimiento, luego de una serie de estudios, la mayor parte de ellos realizados en 2017 y 2018, esperemos que los recortes presupuestales no afecten la labor de esa institución, que nos ayuda a conocer y preservar nuestra historia y un patrimonio cultural que no es exclusivo nuestro, sino de toda la humanidad.

Si el lector desea conocer más sobre este tema, le invito a leer la obra del historiador británico Hugh Thomas, titulada “La Conquista de México”.


Si se sitúa frente a la Catedral de la Ciudad de México, del lado izquierdo verá un edificio colonial de bonita hechura, en cuyas piedras aún se pueden observar vestigios de labrado de la época prehispánica, ahora ahí se encuentran instalaciones del Monte de Piedad. Esta estructura sustituye a lo que, en la época previa a la conquista, era el Palacio de Axayácatl, donde Moctezuma Xocoyotzin, el gobernante de Tenochtitlan, alojó a las tropas españolas y sus aliados aborígenes a principios de noviembre de 1519 y fue en ese lugar donde murió, ocho meses después, luego de un humillante cautiverio.

En 1521, la ciudad cayó en poder del ejército comandado por Cortés y se inició un proceso de destrucción impulsado por dos motivos, el odio que hacia los mexicas tenían sus enemigos que habían sido tributarios de ese imperio y el desprecio de los europeos hacia la cultura de los pueblos que habían vencido, así que los edificios prehispánicos, con el tiempo, fueron derrumbados por las propias manos de los vencidos y con sus materiales se construyeron otros de arquitectura europea.

Ésta fue la suerte que corrió el Palacio de Axayácatl, que fue casa donde habitó y gobernó Hernán Cortés, luego sede del Cabildo de la Nueva España y en 1836, vendida al Sacro Monte de Piedad, institución que lo conserva hasta nuestros días.

Cinco siglos hacen que Cortés volvió a la capital mexica luego de haber apagado la sublevación que en su contra se había estado gestando en la Villa Rica de la Vera Cruz, pero esta vez no fue recibido con la algarabía del otoño pasado; aquel cálido junio el guerrero ibero y sus tropas encontraron una ciudad en silencio sin que sus habitantes diesen muestras de vida.

Al llegar Cortés al Palacio de Axayácatl, Alvarado lo puso al tanto, había despertado la furia de los habitantes de la ciudad al haber interrumpido a acero y fuego las festividades de la divinidad Tóxcatl y desde entonces se encontraban sitiados en aquel edificio, los alimentos eran escasos y el agua, salada y pútrida, la obtenían de un pozo que habían cavado en el patio.

Cortés tratando de calmar el ánimo de los tenochcas, liberó a uno de los gobernantes secuestrados: Cuitláhuac, señor de Iztapalapa; pero la medida no surtió efecto, por el contrario, el asedio se intensificó, esto ha dado a suponer que el liberado sustituyó a Moctezuma como dirigente de la ciudad y, estando la turba frente al edificio, el conquistador cometió otro error, varios de sus soldados subieron a la azotea con el gobernante vestido con todas sus galas, con la intención que calmara a la multitud, pero ésta se negó a obedecerle, pues ya no lo consideraban su dirigente y luego de una arenga que algunos afirman vino de su sobrino Cuauhtémoc, los mexicas arrojaron piedras y flechas, algunas de las cuales hirieron al Tlatoani, quien fue llevado al interior del palacio donde murió al día siguiente.

El actual edificio ha necesitado obras de rehabilitación y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha aprovechado para realizar estudios arqueológicos en el patio principal y un cuarto adyacente, los que han llevado al descubrimiento de losas de basalto y figuras talladas en piedra llamadas sillares, que representan a las divinidades Aztecas Quetzalcóatl y Tianquiztli.

El descubrimiento representa gran importancia, pues nos lleva a una época que fue trascendental para la europeización de América, piense el estimado lector que esas losas de basalto posiblemente fueron regadas por la sangre del Tlatoani de la gran Ciudad Estado que controlaba un territorio mayor que muchos países europeos, con una urbanización que no se encontraba en ninguna urbe española.

El INAH acaba de dar a conocer este descubrimiento, luego de una serie de estudios, la mayor parte de ellos realizados en 2017 y 2018, esperemos que los recortes presupuestales no afecten la labor de esa institución, que nos ayuda a conocer y preservar nuestra historia y un patrimonio cultural que no es exclusivo nuestro, sino de toda la humanidad.

Si el lector desea conocer más sobre este tema, le invito a leer la obra del historiador británico Hugh Thomas, titulada “La Conquista de México”.


ÚLTIMASCOLUMNAS
martes 18 de agosto de 2020

Rosario y los dos poetas

A la gran casona, ubicada en la calle Santa Isabel (hoy 5 de Mayo) en el Centro de la Ciudad de México, en el atardecer de los viernes y sábados

Óscar Müller Creel

martes 11 de agosto de 2020

Ya limpiaron la silla de Palacio

Las limpias son producto de culturas milenarias meritorias de respeto

Óscar Müller Creel