/ martes 7 de julio de 2020

¿Quién provoca el odio?

Cuando el discurso de odio promueve la discriminación o la violencia y brota de la boca de un presidente…

Más de un millón de personas se congregaron en París. 50 jefes de estado caminaban tomados del brazo: Ángela Merkel, de Alemania; Mariano Rajoy, de España; David Cameron, primer ministro de Inglaterra; y el italiano Matteo Renzi, entre muchos otros, se encontraban también opuestos políticos como el jefe del gobierno israelí, Benjamin Netanyahu; y el presidente palestino, Mahmud Abás.

De acuerdo a las cifras oficiales en la “Ciudad Luz”, nunca se había presentado una manifestación de tales dimensiones, como ésta del 11 de enero de 2015, que era motivada por los ataques terroristas a la revista satírica Charlie Hedo; las pancartas, que abundaban como mariposas en un santuario michoacano, repudiaban el terrorismo y se manifestaban por la tolerancia y la libertad de expresión.

En su momento, estos hechos me llevaron a cuestionarme sobre los límites al derecho a expresar las ideas, pues es bien sabido que en París existe una numerosa población musulmana y los ataques satíricos de la revista hacia ellos y su religión son una burla ofensiva de la deidad plasmada en la imagen de Alá y su profeta Mahoma, creando, a mi forma de ver, un ambiente de discriminación. Me puse en los zapatos de un musulmán que fuera con su hijo en un transporte público y en los asientos cercanos, dos personas leyeran la revista, burlándose en voz alta sobre su religiosidad. ¡No me gustó la idea!

La libertad de expresión debe tener un límite, así se establece en la jurisprudencia y los tratados internacionales, pero ¿cuál debe ser la frontera entre lo permitido y lo censurable?

Las pautas que se han marcado son diversas, pero se coincide en que se pasa ese límite cuando se provoca la discriminación a través de un discurso de odio y esto lleva a la violencia, creando un ambiente de hostilidad.

Pero se debe ser muy cuidadoso al tratar el tema, pues cuando se trata de limitar un derecho humano, como es la libertad de expresión, siempre debe buscarse la menor restricción y ahora, en México, los legisladores de Morena han presentado una propuesta de regular el discurso de odio como una limitante hacia ese derecho y realmente me preocupa.

Esta repentina voluntad parlamentaria brotó de la reacción de la cónyuge presidencial Beatriz Gutiérrez, por los comentarios mordaces del YouTuber Chumel Torres hacia el vástago de esta señora, los que fueron ridiculizantes, pero nunca para promover violencia u odio y se realizaron en ejercicio de la libertad de expresión y de crítica hacia quien ejerce el poder.

Aquel sujeto rondaba la veintena de años, caminaba por la acera rengueando y con el cuerpo encorvado. Sostenía el brazo derecho pegado al torso y en su rostro se veían huellas de violencia y la sangre brotaba hasta manchar su camisa.

Una pareja mayor de edad se le acercó y el señor trató de sostenerlo, mientras la señora sacaba su teléfono celular y marcaba el número de emergencias.

Él apenas notó que le sostenían, en su cabeza aún sonaban los insultos que le habían dirigido mientras le daban una paliza.

Mientras el señor le sostenía, sintió las arcadas en el vientre, acompañadas de un dolor intenso y en su cabeza sonaban los ecos de las risas de aquellos tipos cuando se retiraban, jactándose de lo que le habían hecho.

Vació el contenido de su estómago en el cemento de la acera.

¿Es el discurso de odio un límite a la libertad de expresión?

Usted ¿qué opina?


Cuando el discurso de odio promueve la discriminación o la violencia y brota de la boca de un presidente…

Más de un millón de personas se congregaron en París. 50 jefes de estado caminaban tomados del brazo: Ángela Merkel, de Alemania; Mariano Rajoy, de España; David Cameron, primer ministro de Inglaterra; y el italiano Matteo Renzi, entre muchos otros, se encontraban también opuestos políticos como el jefe del gobierno israelí, Benjamin Netanyahu; y el presidente palestino, Mahmud Abás.

De acuerdo a las cifras oficiales en la “Ciudad Luz”, nunca se había presentado una manifestación de tales dimensiones, como ésta del 11 de enero de 2015, que era motivada por los ataques terroristas a la revista satírica Charlie Hedo; las pancartas, que abundaban como mariposas en un santuario michoacano, repudiaban el terrorismo y se manifestaban por la tolerancia y la libertad de expresión.

En su momento, estos hechos me llevaron a cuestionarme sobre los límites al derecho a expresar las ideas, pues es bien sabido que en París existe una numerosa población musulmana y los ataques satíricos de la revista hacia ellos y su religión son una burla ofensiva de la deidad plasmada en la imagen de Alá y su profeta Mahoma, creando, a mi forma de ver, un ambiente de discriminación. Me puse en los zapatos de un musulmán que fuera con su hijo en un transporte público y en los asientos cercanos, dos personas leyeran la revista, burlándose en voz alta sobre su religiosidad. ¡No me gustó la idea!

La libertad de expresión debe tener un límite, así se establece en la jurisprudencia y los tratados internacionales, pero ¿cuál debe ser la frontera entre lo permitido y lo censurable?

Las pautas que se han marcado son diversas, pero se coincide en que se pasa ese límite cuando se provoca la discriminación a través de un discurso de odio y esto lleva a la violencia, creando un ambiente de hostilidad.

Pero se debe ser muy cuidadoso al tratar el tema, pues cuando se trata de limitar un derecho humano, como es la libertad de expresión, siempre debe buscarse la menor restricción y ahora, en México, los legisladores de Morena han presentado una propuesta de regular el discurso de odio como una limitante hacia ese derecho y realmente me preocupa.

Esta repentina voluntad parlamentaria brotó de la reacción de la cónyuge presidencial Beatriz Gutiérrez, por los comentarios mordaces del YouTuber Chumel Torres hacia el vástago de esta señora, los que fueron ridiculizantes, pero nunca para promover violencia u odio y se realizaron en ejercicio de la libertad de expresión y de crítica hacia quien ejerce el poder.

Aquel sujeto rondaba la veintena de años, caminaba por la acera rengueando y con el cuerpo encorvado. Sostenía el brazo derecho pegado al torso y en su rostro se veían huellas de violencia y la sangre brotaba hasta manchar su camisa.

Una pareja mayor de edad se le acercó y el señor trató de sostenerlo, mientras la señora sacaba su teléfono celular y marcaba el número de emergencias.

Él apenas notó que le sostenían, en su cabeza aún sonaban los insultos que le habían dirigido mientras le daban una paliza.

Mientras el señor le sostenía, sintió las arcadas en el vientre, acompañadas de un dolor intenso y en su cabeza sonaban los ecos de las risas de aquellos tipos cuando se retiraban, jactándose de lo que le habían hecho.

Vació el contenido de su estómago en el cemento de la acera.

¿Es el discurso de odio un límite a la libertad de expresión?

Usted ¿qué opina?


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