/ miércoles 1 de marzo de 2023

Las reconfiguración de las coaliciones contemporáneas: Entre los defensores de la democracia y los promotores del autoritarismo

Los tradicionales alineamientos sociales y políticos de izquierdas contra derechas, de liberales contra conservadores, de globalizadores contra globalifóbicos no alcanzan a explicar la crispación que está alterando la convivencia en nuestro país.

La defensa de los derechos humanos, a la salud, a la educación, el medio ambiente frente acciones de este gobierno de Morena han movilizado a importantes segmentos de población afectada o damnificada, pero no han logrado volverse transversales.

Ha sido la defensa del INE lo que ha logrado el milagro de unificar a la oposición desarticulada.

Esta nueva dinámica polarizadora está tomando fuerza y cuarteando a todas las coaliciones anteriores. Me refiero a la creciente polarización entre demócratas/autoritarios.

Es un nuevo fenómeno que ha logrado que quienes antes eran opositores ahora se conviertan en aliados, y quienes antes eran aliados ahora se confrontan en función de su posición frente a la defensa de la democracia o a favor de un modelo autoritario. Es una línea divisoria que ahora fractura antiguas coaliciones para conformar las nuevas.

La obsesión del presidente por concentrar y ejercer el poder de manera unipersonal, rijosa, autoritaria y la intención de modificar la legislación electoral para su beneficio ha cruzado una línea roja y ha logrado despertar la resistencia activa de miles de ciudadanos de todo el país y de la más diversa y disímbola extracción social y política. La gran manifestación del 23 de febrero definió los bandos,

sacó a las calles a más de un millón de personas en todo el país para defender al INE, defender su voto, pero sobre todo, para defender a la democracia no sólo en la capital sino en 110 ciudades de todo el país y una decena en el extranjero.

En torno a la defensa de la democracia hoy nos agrupamos panistas, priistas, perredistas y ciudadanos independientes no identificados con ningún partido político. Participamos en esa histórica manifestación personas de centro, de izquierda, de derecha, de diferentes lugares y regiones, edades y credos. Pero todos convocados por un mismo anhelo. La democracia no se toca. Mi voto no se toca.

Se equivoca totalmente López Obrador cuando identifica la marcha como conservadores y más cuando los tilda de corruptos o que no son mexicanos. Esa es sólo su desviación ideológica la que lo nubla. El nuevo contingente que agrupa a los antes separados es la defensa de la democracia. Los de este lado de la ecuación nos abocaremos a la constitución de Comités Ciudadanos para la Defensa de la Democracia y estamos del lado correcto de la historia de Madero, de Cárdenas, de Luis H. Álvarez, de Maquío y tantos otros que dieron su vida por ella.


Los tradicionales alineamientos sociales y políticos de izquierdas contra derechas, de liberales contra conservadores, de globalizadores contra globalifóbicos no alcanzan a explicar la crispación que está alterando la convivencia en nuestro país.

La defensa de los derechos humanos, a la salud, a la educación, el medio ambiente frente acciones de este gobierno de Morena han movilizado a importantes segmentos de población afectada o damnificada, pero no han logrado volverse transversales.

Ha sido la defensa del INE lo que ha logrado el milagro de unificar a la oposición desarticulada.

Esta nueva dinámica polarizadora está tomando fuerza y cuarteando a todas las coaliciones anteriores. Me refiero a la creciente polarización entre demócratas/autoritarios.

Es un nuevo fenómeno que ha logrado que quienes antes eran opositores ahora se conviertan en aliados, y quienes antes eran aliados ahora se confrontan en función de su posición frente a la defensa de la democracia o a favor de un modelo autoritario. Es una línea divisoria que ahora fractura antiguas coaliciones para conformar las nuevas.

La obsesión del presidente por concentrar y ejercer el poder de manera unipersonal, rijosa, autoritaria y la intención de modificar la legislación electoral para su beneficio ha cruzado una línea roja y ha logrado despertar la resistencia activa de miles de ciudadanos de todo el país y de la más diversa y disímbola extracción social y política. La gran manifestación del 23 de febrero definió los bandos,

sacó a las calles a más de un millón de personas en todo el país para defender al INE, defender su voto, pero sobre todo, para defender a la democracia no sólo en la capital sino en 110 ciudades de todo el país y una decena en el extranjero.

En torno a la defensa de la democracia hoy nos agrupamos panistas, priistas, perredistas y ciudadanos independientes no identificados con ningún partido político. Participamos en esa histórica manifestación personas de centro, de izquierda, de derecha, de diferentes lugares y regiones, edades y credos. Pero todos convocados por un mismo anhelo. La democracia no se toca. Mi voto no se toca.

Se equivoca totalmente López Obrador cuando identifica la marcha como conservadores y más cuando los tilda de corruptos o que no son mexicanos. Esa es sólo su desviación ideológica la que lo nubla. El nuevo contingente que agrupa a los antes separados es la defensa de la democracia. Los de este lado de la ecuación nos abocaremos a la constitución de Comités Ciudadanos para la Defensa de la Democracia y estamos del lado correcto de la historia de Madero, de Cárdenas, de Luis H. Álvarez, de Maquío y tantos otros que dieron su vida por ella.