/ sábado 1 de septiembre de 2018

Los votos solos no legitiman

Sólo bastó ver la conducta rijosa de los legisladores morenistas al reunirse en la Cámara Baja del Congreso de la Unión, para que nos pudiéramos dar cuenta de dos graves riesgos que corre nuestra democracia en el país.

La falta de entendimiento del importante y delicado cargo que ostentarán quienes serán mayoría en la próxima legislatura y el muy endeble liderazgo de quien, con una extraordinaria votación popular, llega al cargo del Poder Ejecutivo federal, de Andrés Manuel López Obrador.

Respecto a la primera línea, los nuevos legisladores de Morena exhibieron marcada proclividad a la confrontación, a un desempeño pendenciero en el debate de las ideas y con una actitud maniquea en la toma de decisiones: “O estás conmigo, o eres mi enemigo”, parece que será la premisa.

No se pudo percibir, en las imágenes televisivas del evento, que exista un respeto por la institución y lo que representa, sino que parecieron estar en un palenque donde las apuestas no serán por lo que sea mejor para México, sino porque se haga la voluntad que ellos impongan, sin entrar a detalles sobre el origen de la misma.

Y esto último lo señalo porque no soslayo algunos detalles que encuentro en la realidad política que vive nuestro país, quizá simples, pero muy significativos si se trata de prever el futuro político más cercano.

Me refiero al desgaste que para el presidente electo puede significar pastorear a un grupo de políticos tan rijoso, tan contaminado por la corrupción, el abuso del poder y el autoritarismo (no olvidemos que Morena se conformó casi en su totalidad por lo más desprestigiado de los demás partidos), y acaso me atrevería a decir, tan mafioso.

Sin duda que López Obrador tiene un enorme poder, pero de nada le servirá si su grupo parlamentario, el de Morena, empieza a conducirse por su propio camino, el que ya está acostumbrado a recorrer y que le puede significar un enorme tropiezo para sus proyectos de una cuarta transformación.

De todo esto brota mi premisa de que Andrés Manuel no será un mandatario nacional legitimado simplemente por la elección, pues los votos sólo legitiman el cargo que le fue conferido. Necesitará forzosamente el apoyo que la oposición le pueda otorgar en el ejercicio del poder (si lo ejerce bien por supuesto), siempre y cuando logre contralar a sus huestes, que tendríamos que preguntarnos si realmente le son fieles y le obedecerán, o sólo lo utilizaron para llegar al poder.

alfredopineraguevara@gmail.com


Sólo bastó ver la conducta rijosa de los legisladores morenistas al reunirse en la Cámara Baja del Congreso de la Unión, para que nos pudiéramos dar cuenta de dos graves riesgos que corre nuestra democracia en el país.

La falta de entendimiento del importante y delicado cargo que ostentarán quienes serán mayoría en la próxima legislatura y el muy endeble liderazgo de quien, con una extraordinaria votación popular, llega al cargo del Poder Ejecutivo federal, de Andrés Manuel López Obrador.

Respecto a la primera línea, los nuevos legisladores de Morena exhibieron marcada proclividad a la confrontación, a un desempeño pendenciero en el debate de las ideas y con una actitud maniquea en la toma de decisiones: “O estás conmigo, o eres mi enemigo”, parece que será la premisa.

No se pudo percibir, en las imágenes televisivas del evento, que exista un respeto por la institución y lo que representa, sino que parecieron estar en un palenque donde las apuestas no serán por lo que sea mejor para México, sino porque se haga la voluntad que ellos impongan, sin entrar a detalles sobre el origen de la misma.

Y esto último lo señalo porque no soslayo algunos detalles que encuentro en la realidad política que vive nuestro país, quizá simples, pero muy significativos si se trata de prever el futuro político más cercano.

Me refiero al desgaste que para el presidente electo puede significar pastorear a un grupo de políticos tan rijoso, tan contaminado por la corrupción, el abuso del poder y el autoritarismo (no olvidemos que Morena se conformó casi en su totalidad por lo más desprestigiado de los demás partidos), y acaso me atrevería a decir, tan mafioso.

Sin duda que López Obrador tiene un enorme poder, pero de nada le servirá si su grupo parlamentario, el de Morena, empieza a conducirse por su propio camino, el que ya está acostumbrado a recorrer y que le puede significar un enorme tropiezo para sus proyectos de una cuarta transformación.

De todo esto brota mi premisa de que Andrés Manuel no será un mandatario nacional legitimado simplemente por la elección, pues los votos sólo legitiman el cargo que le fue conferido. Necesitará forzosamente el apoyo que la oposición le pueda otorgar en el ejercicio del poder (si lo ejerce bien por supuesto), siempre y cuando logre contralar a sus huestes, que tendríamos que preguntarnos si realmente le son fieles y le obedecerán, o sólo lo utilizaron para llegar al poder.

alfredopineraguevara@gmail.com