/ sábado 1 de junio de 2019

10 mil millones de años

En ocasiones o casi siempre las cosas no son o no resultan como nosotros quisiéramos. Mucho menos cuando se dirige un país como el nuestro, donde a través de los años, en el último siglo o poco más, se han establecido condiciones y grupos difíciles de desaparecer que han creado intereses insospechados que los han convertido en casi los dueños de México o cuando menos que se sientan como tales.

Por eso, pretender o exigirle al presidente Andrés Manuel López Obrador que a seis meses de asumir el gobierno, cuando todo mundo esperaba su tercer descalabro en las elecciones, que tenga un México en paz, próspero y estableciendo relaciones ventajosos con los países más desarrollados y poderosos del mundo, comenzando por Estados Unidos.

Lógicamente que no era ni es posible, máxime con dos factores que pudieron entorpecer esa relación que a simple vista no se vieron y que fueron el implícito reconocimiento que hizo López Obrador al gobierno de Nicolás Maduro, dictador en ciernes de Venezuela, y la absolución a personajes como Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia, así como la integración a su gabinete de oscuros personajes como Manuel Bartlett, en la titularidad de la desaparecida Comisión Federal de Electricidad, dividida, desde el anterior gobierno, en varias empresas, sin un propósito concreto, aunque sí muy sospechoso.

Entonces no es tan fácil para el presidente ejercer su función y más cuando lo fuerte, lo cotidiano, lo pretende resolver desde la tribuna instalada en un tejabán de Palacio Nacional, llamadas “ruedas de prensa” o “el mañanero”, donde por cierto algunos se han tirado al piso en esas convivencias con algunos reporteros previamente escogidos, como fue el caso de Ricardo Rocha, que en protesta por haber aparecido en la lista de los que recibieron fuertes cochupos del anterior gobierno priista, éste por alrededor de 4 millones de pesos, reclamó a su cuasi compadre que las facturas no eran de él, sino de sus hijos.

Seis meses definitivamente no es tiempo suficiente para valorar el desempeño de un gobierno y, menos para que el presidente alcance a conocer si sus planes y decisiones están siendo las adecuadas para el desarrollo del país. Indudablemente que se ve que los grandes consorcios de la comunicación, electrónicos, escritos y digitales, están renegando con el actuar presidencial y es que siempre han sido los consentidos de cabecera de los gobiernos desde le época pos revolucionaria y han vivido, ganado y gastado lo que han querido, aquí sin duda López Obrador tiene toda la razón.

Pero también es cierto que desde el anterior gobierno desde el anterior gobierno desafortunadamente la delincuencia ha estado creciendo, que todas las firmas calificadoras traen a México del mero cogote, que ya se siente la falta de circulante en los mercados y que toda la planta productiva se está fracturando, aunque puede ser cierto que siempre ha sido así en los cambios de gobierno, nada más que no nos lo decían.

En fin, creo que nadie podemos dudar de la buena voluntad del presidente López Obrador, que sus intenciones son las mejores que las que ha tenido cualquier presidente en sus seis meses de gobierno, que pese a todos los gandayas que pululan en su equipo de gobierno, también los hay buenos y capaces; de lo que sí dudo un poco es que seamos un país que tiene diez mil millones de años de historia.

En ocasiones o casi siempre las cosas no son o no resultan como nosotros quisiéramos. Mucho menos cuando se dirige un país como el nuestro, donde a través de los años, en el último siglo o poco más, se han establecido condiciones y grupos difíciles de desaparecer que han creado intereses insospechados que los han convertido en casi los dueños de México o cuando menos que se sientan como tales.

Por eso, pretender o exigirle al presidente Andrés Manuel López Obrador que a seis meses de asumir el gobierno, cuando todo mundo esperaba su tercer descalabro en las elecciones, que tenga un México en paz, próspero y estableciendo relaciones ventajosos con los países más desarrollados y poderosos del mundo, comenzando por Estados Unidos.

Lógicamente que no era ni es posible, máxime con dos factores que pudieron entorpecer esa relación que a simple vista no se vieron y que fueron el implícito reconocimiento que hizo López Obrador al gobierno de Nicolás Maduro, dictador en ciernes de Venezuela, y la absolución a personajes como Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia, así como la integración a su gabinete de oscuros personajes como Manuel Bartlett, en la titularidad de la desaparecida Comisión Federal de Electricidad, dividida, desde el anterior gobierno, en varias empresas, sin un propósito concreto, aunque sí muy sospechoso.

Entonces no es tan fácil para el presidente ejercer su función y más cuando lo fuerte, lo cotidiano, lo pretende resolver desde la tribuna instalada en un tejabán de Palacio Nacional, llamadas “ruedas de prensa” o “el mañanero”, donde por cierto algunos se han tirado al piso en esas convivencias con algunos reporteros previamente escogidos, como fue el caso de Ricardo Rocha, que en protesta por haber aparecido en la lista de los que recibieron fuertes cochupos del anterior gobierno priista, éste por alrededor de 4 millones de pesos, reclamó a su cuasi compadre que las facturas no eran de él, sino de sus hijos.

Seis meses definitivamente no es tiempo suficiente para valorar el desempeño de un gobierno y, menos para que el presidente alcance a conocer si sus planes y decisiones están siendo las adecuadas para el desarrollo del país. Indudablemente que se ve que los grandes consorcios de la comunicación, electrónicos, escritos y digitales, están renegando con el actuar presidencial y es que siempre han sido los consentidos de cabecera de los gobiernos desde le época pos revolucionaria y han vivido, ganado y gastado lo que han querido, aquí sin duda López Obrador tiene toda la razón.

Pero también es cierto que desde el anterior gobierno desde el anterior gobierno desafortunadamente la delincuencia ha estado creciendo, que todas las firmas calificadoras traen a México del mero cogote, que ya se siente la falta de circulante en los mercados y que toda la planta productiva se está fracturando, aunque puede ser cierto que siempre ha sido así en los cambios de gobierno, nada más que no nos lo decían.

En fin, creo que nadie podemos dudar de la buena voluntad del presidente López Obrador, que sus intenciones son las mejores que las que ha tenido cualquier presidente en sus seis meses de gobierno, que pese a todos los gandayas que pululan en su equipo de gobierno, también los hay buenos y capaces; de lo que sí dudo un poco es que seamos un país que tiene diez mil millones de años de historia.