/ sábado 21 de octubre de 2023

Agresividad… a flor de piel…

Que gusto coincidir, de verdad que alegra mi corazón poder encontrarnos en este espacio, déjeme decirle que han sido días convulsos para el mundo, el país y nuestro estado, pareciera que se hace muy cotidiano vivir en este constante ambiente de violencia, un interminable laberinto que se convierte en un resumidero que nos arroja a un oscuro lugar en donde lo único que encontramos es agresividad, tristeza, depresión y muerte.

En pasados días, tuve la oportunidad de visitar una oficina de recaudación de rentas, la que se encuentra enseguida de tránsito, la puerta es de vidrio que tiene un polarizado el cual no permite ver si hay alguien detrás de ella, pues yo abrí la puerta unos 35 grados, y rápidamente fui empujada por un hombre que se encontraba del otro lado, inmediatamente le pedí una disculpa, ya que yo no sabía que él estaba ahí, y el sujeto enfurecido empezó a gritarme de una forma colérica, fue un momento muy incómodo, en ningún momento mi intención fue que su cuerpo rozara con la puerta, y además él se encontraba obstruyendo la entrada, en un caso dado, pudiera yo decir, que fue su culpa, yo, debo aceptar, me enojé, me pareció muy incorrecta su forma de reaccionar, pero me contuve, para evitar el conflicto, porque lo que proponía este sujeto prácticamente era que nos agarráramos a golpes, y pues no es algo que sea mi estilo ni que vaya a empezar a hacer.

Pero este tipo de actitud, la vemos todos los días en la realidad cotidiana de la sociedad, imagínese un sujeto que reacciona así a una interacción con otro humano que no conoce en una oficina pública, que puede esperar su pareja, con la que vive y convive todos los días, de ahí podemos entender porque las llamadas al 911 son principalmente por violencia familiar.

De verdad, hagamos un esfuerzo por respirar tres veces, y luego otras tres, para alejar la agresividad de nuestro cuerpo, nuestro cerebro, nuestras vidas y nuestros seres queridos, no podemos pedir paz en los demás si no la tenemos nosotros, no podemos pedir el cese de hostilidades en territorios en guerra, si nosotros estamos en guerra con nosotros mismos.

Le agradezco el habernos encontrado, un gran abrazo. AECH


Que gusto coincidir, de verdad que alegra mi corazón poder encontrarnos en este espacio, déjeme decirle que han sido días convulsos para el mundo, el país y nuestro estado, pareciera que se hace muy cotidiano vivir en este constante ambiente de violencia, un interminable laberinto que se convierte en un resumidero que nos arroja a un oscuro lugar en donde lo único que encontramos es agresividad, tristeza, depresión y muerte.

En pasados días, tuve la oportunidad de visitar una oficina de recaudación de rentas, la que se encuentra enseguida de tránsito, la puerta es de vidrio que tiene un polarizado el cual no permite ver si hay alguien detrás de ella, pues yo abrí la puerta unos 35 grados, y rápidamente fui empujada por un hombre que se encontraba del otro lado, inmediatamente le pedí una disculpa, ya que yo no sabía que él estaba ahí, y el sujeto enfurecido empezó a gritarme de una forma colérica, fue un momento muy incómodo, en ningún momento mi intención fue que su cuerpo rozara con la puerta, y además él se encontraba obstruyendo la entrada, en un caso dado, pudiera yo decir, que fue su culpa, yo, debo aceptar, me enojé, me pareció muy incorrecta su forma de reaccionar, pero me contuve, para evitar el conflicto, porque lo que proponía este sujeto prácticamente era que nos agarráramos a golpes, y pues no es algo que sea mi estilo ni que vaya a empezar a hacer.

Pero este tipo de actitud, la vemos todos los días en la realidad cotidiana de la sociedad, imagínese un sujeto que reacciona así a una interacción con otro humano que no conoce en una oficina pública, que puede esperar su pareja, con la que vive y convive todos los días, de ahí podemos entender porque las llamadas al 911 son principalmente por violencia familiar.

De verdad, hagamos un esfuerzo por respirar tres veces, y luego otras tres, para alejar la agresividad de nuestro cuerpo, nuestro cerebro, nuestras vidas y nuestros seres queridos, no podemos pedir paz en los demás si no la tenemos nosotros, no podemos pedir el cese de hostilidades en territorios en guerra, si nosotros estamos en guerra con nosotros mismos.

Le agradezco el habernos encontrado, un gran abrazo. AECH