/ lunes 26 de febrero de 2024

Amlo y su amenaza a la libertad de prensa: Un peligro para la democracia

El reciente escenario de acusaciones que rodean al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por presuntos vínculos con el narcotráfico ha suscitado una alarma aún más inquietante: su evidente intento de amedrentar a la prensa y silenciar cualquier voz crítica que se atreva a cuestionar su gobierno. Las acusaciones del periodista Tim Golden y ahora del New York Times sobre financiamiento ilegal de la campaña presidencial de AMLO por parte del narcotráfico han sido recibidas con una reacción desproporcionada por parte del mandatario mexicano, quien ha optado por desestimarlas y atacar al medio estadounidense, en lugar de abordar las preocupaciones de manera transparente y responsable.


En medio de estas acusaciones, surgen figuras como la reportera Jessica Zermeño, de Univisión, quien confrontó al presidente Andrés Manuel López Obrador por mostrar en una de sus conferencias matutinas el número telefónico de Natalie Kitroeff, la corresponsal del periódico The New York Times. La labor periodística de ambas ha sido objeto de descalificaciones y ataques por parte del gobierno, poniendo en peligro la libertad de prensa y la capacidad de los medios de comunicación para informar de manera independiente y objetiva.


La divulgación del número telefónico de Kitroeff ha provocado una reacción enérgica por parte del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). Adrián Alcalá, comisionado presidente del INAI, tomó una postura firme al afirmar que "nadie puede estar por encima de la ley", en respuesta a las declaraciones del presidente mexicano que minimizaban la importancia de la divulgación de información personal. Alcalá, a través de su cuenta de X, enfatizó la obligación de todas las autoridades, incluido el titular del Ejecutivo, de cumplir con la Constitución y la Ley General de Protección de Datos Personales, subrayando la importancia del principio de confidencialidad.


La defensa de López Obrador sobre su acción se basa en una autoridad moral y política que, según él, se sitúa por encima de la ley de transparencia. Durante su conferencia en Palacio Nacional, el presidente declaró que su posición representa a un país y a un pueblo que "merece respeto" y no puede ser cuestionado por "cualquiera", incluso por medios internacionales reconocidos como el New York Times. Esta postura ha generado preocupaciones en torno a la seguridad de los periodistas en México, un país ya marcado por la violencia contra los trabajadores de los medios. Cuando se le preguntó sobre las posibles consecuencias de su revelación, López Obrador restó importancia a las preocupaciones, sugiriendo que Kitroeff simplemente podría cambiar su número de teléfono.


El choque entre la protección de datos personales y lo que el presidente considera como autoridad moral y política pone de relieve el delicado equilibrio entre la transparencia gubernamental, la libertad de prensa y el respeto a la privacidad individual. Este incidente no solo refleja las tensiones entre el gobierno mexicano y los medios de comunicación, sino que también plantea serias preguntas sobre el compromiso del país con los principios democráticos fundamentales y la seguridad de aquellos que buscan informar al público.


La respuesta negativa y crítica de AMLO a las acusaciones del medio estadounidense revela una peligrosa tendencia autoritaria, donde cualquier intento de investigación periodística es visto como una amenaza a su autoridad. Al calificar las acusaciones como parte de una campaña de desprestigio, AMLO no solo socava la labor periodística, sino que también mina los cimientos de la democracia mexicana. Su histórica animadversión hacia la prensa crítica, reflejada en su retórica combativa y despectiva, plantea serias dudas sobre su compromiso con la libertad de expresión y el derecho del público a estar informado de manera objetiva y veraz.


Esta actitud hostil hacia la prensa libre no solo es incompatible con los principios democráticos, sino que también representa un grave retroceso para México en su lucha por defender los derechos fundamentales y las libertades civiles. En un contexto político sensible, marcado por las próximas elecciones presidenciales y la creciente influencia del crimen organizado, la presión ejercida por el gobierno sobre los medios de comunicación amenaza con socavar aún más la confianza en las instituciones democráticas y el estado de derecho.


El impacto potencial de estas acusaciones en las elecciones presidenciales y en la relación diplomática con Estados Unidos no debe ser subestimado. En medio de las tensiones mediáticas y las desmentidas oficiales tanto en México como en Estados Unidos, es fundamental defender la libertad de prensa y proteger el derecho de los periodistas a informar sin temor a represalias. La cooperación entre ambos países en temas de migración y seguridad no debe verse comprometida por la retórica hostil y la actitud confrontativa del gobierno mexicano hacia la prensa crítica.


El reciente escenario de acusaciones que rodean al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) por presuntos vínculos con el narcotráfico ha suscitado una alarma aún más inquietante: su evidente intento de amedrentar a la prensa y silenciar cualquier voz crítica que se atreva a cuestionar su gobierno. Las acusaciones del periodista Tim Golden y ahora del New York Times sobre financiamiento ilegal de la campaña presidencial de AMLO por parte del narcotráfico han sido recibidas con una reacción desproporcionada por parte del mandatario mexicano, quien ha optado por desestimarlas y atacar al medio estadounidense, en lugar de abordar las preocupaciones de manera transparente y responsable.


En medio de estas acusaciones, surgen figuras como la reportera Jessica Zermeño, de Univisión, quien confrontó al presidente Andrés Manuel López Obrador por mostrar en una de sus conferencias matutinas el número telefónico de Natalie Kitroeff, la corresponsal del periódico The New York Times. La labor periodística de ambas ha sido objeto de descalificaciones y ataques por parte del gobierno, poniendo en peligro la libertad de prensa y la capacidad de los medios de comunicación para informar de manera independiente y objetiva.


La divulgación del número telefónico de Kitroeff ha provocado una reacción enérgica por parte del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). Adrián Alcalá, comisionado presidente del INAI, tomó una postura firme al afirmar que "nadie puede estar por encima de la ley", en respuesta a las declaraciones del presidente mexicano que minimizaban la importancia de la divulgación de información personal. Alcalá, a través de su cuenta de X, enfatizó la obligación de todas las autoridades, incluido el titular del Ejecutivo, de cumplir con la Constitución y la Ley General de Protección de Datos Personales, subrayando la importancia del principio de confidencialidad.


La defensa de López Obrador sobre su acción se basa en una autoridad moral y política que, según él, se sitúa por encima de la ley de transparencia. Durante su conferencia en Palacio Nacional, el presidente declaró que su posición representa a un país y a un pueblo que "merece respeto" y no puede ser cuestionado por "cualquiera", incluso por medios internacionales reconocidos como el New York Times. Esta postura ha generado preocupaciones en torno a la seguridad de los periodistas en México, un país ya marcado por la violencia contra los trabajadores de los medios. Cuando se le preguntó sobre las posibles consecuencias de su revelación, López Obrador restó importancia a las preocupaciones, sugiriendo que Kitroeff simplemente podría cambiar su número de teléfono.


El choque entre la protección de datos personales y lo que el presidente considera como autoridad moral y política pone de relieve el delicado equilibrio entre la transparencia gubernamental, la libertad de prensa y el respeto a la privacidad individual. Este incidente no solo refleja las tensiones entre el gobierno mexicano y los medios de comunicación, sino que también plantea serias preguntas sobre el compromiso del país con los principios democráticos fundamentales y la seguridad de aquellos que buscan informar al público.


La respuesta negativa y crítica de AMLO a las acusaciones del medio estadounidense revela una peligrosa tendencia autoritaria, donde cualquier intento de investigación periodística es visto como una amenaza a su autoridad. Al calificar las acusaciones como parte de una campaña de desprestigio, AMLO no solo socava la labor periodística, sino que también mina los cimientos de la democracia mexicana. Su histórica animadversión hacia la prensa crítica, reflejada en su retórica combativa y despectiva, plantea serias dudas sobre su compromiso con la libertad de expresión y el derecho del público a estar informado de manera objetiva y veraz.


Esta actitud hostil hacia la prensa libre no solo es incompatible con los principios democráticos, sino que también representa un grave retroceso para México en su lucha por defender los derechos fundamentales y las libertades civiles. En un contexto político sensible, marcado por las próximas elecciones presidenciales y la creciente influencia del crimen organizado, la presión ejercida por el gobierno sobre los medios de comunicación amenaza con socavar aún más la confianza en las instituciones democráticas y el estado de derecho.


El impacto potencial de estas acusaciones en las elecciones presidenciales y en la relación diplomática con Estados Unidos no debe ser subestimado. En medio de las tensiones mediáticas y las desmentidas oficiales tanto en México como en Estados Unidos, es fundamental defender la libertad de prensa y proteger el derecho de los periodistas a informar sin temor a represalias. La cooperación entre ambos países en temas de migración y seguridad no debe verse comprometida por la retórica hostil y la actitud confrontativa del gobierno mexicano hacia la prensa crítica.