/ viernes 25 de enero de 2019

Cartucheras al cañón…

“In memoriam” de Florencio Estrada Loya

Si la muerte sin sofoco,

mata un amigo estimado…

se va con él, obligado,

de nuestra existencia un poco.


Mi muy estimado Florencio –“Tito”- Estrada Loya, licenciado en Administración de Empresas, fue llamado a comparecer ante el Altísimo, la madrugada del día 16 del mes en curso, en el seno de su hogar; producto de un cáncer de páncreas, que lo apuró en sólo unas semanas a fallecer a la edad de 65 años.

El día 17, fecha de sus exequias, no fue publicada la esquela pertinente, razón por la que gran cantidad de conocidos y amigos no se enteraron en el momento propicio.

En lo personal lo tardío en conocer de su gravedad no me permitió despedirme o visitarlo a tiempo, como le sucedió a muchos de sus allegados, lo que hoy me impulsa a rememorar al amigo y compadre que se nos adelantó, “in memoriam”.

Conocí a Tito durante el movimiento universitario del 73, siendo él alumno de la “Prepa”, de la Universidad y su servidor de la Fac. de Medicina; éramos parte de un centenar de alumnos de todas las escuelas y facultades, los que nos opusimos a un manipulado movimiento de extrema izquierda que pretendía terminar con la “universalidad” de nuestra alma máter, apoyándose en un absurdo y ajeno organismo de colonos cedepistas, los que tomaron, secuestraron y destruyeron la Escuela Preparatoria. Se dijo que un encumbrado hombre de Estado deseaba inmovilizar al rector, Lic. Óscar Ornelas K., en su carrera política; por lo que auspició “submecatum” tal movimiento, que duró casi dos años.

Tito era un joven vital lleno de pasión y energía, que defendió su escuela con denuedo y valor, y entre todos vencimos. Así comenzaríamos una amistad que perduraría por 46 años, donde compartiríamos tareas laborales en diversas instituciones. Tito sería secretario particular del Lic. Óscar Ornelas K. durante su gestión como presidente municipal, luego sería funcionario pionero del Colegio de Bachilleres y a su titulación… el primer director del Colegio de Bachilleres de Enseñanza Abierta; compartiríamos funciones administrativas de gobierno local y de partido político, de donde pasaríamos a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología; él, como coordinador administrativo, y su servidor como jefe del Depto. de Parques Nacionales -años después, me auxiliaría en la Coordinación de Editorialistas de Partido, puesto honorario-, y luego pasaría a ser subdirector administrativo del ISSSTE, entre otras muchas encomiendas que omito por olvido; para luego después dedicarse a negocios particulares. Perteneció a muchas agrupaciones altruistas, entre ellas el Movimiento Familiar Cristiano, pues Tito era de estirpe confesional católica, sin que hubiéramos tenido por ello el mínimo disentimiento, siendo su servidor, “cristiano gnóstico”, y libre pensador.

Tito era, pues, respetuoso, servicial y alegre; un gran bohemio que tocaba el piano, cantaba y declamaba apasionado. Mi mujer y yo, y otras muchas parejas amigas, asistimos a su boda con Eloísa Delegado, y participaríamos de los festejos de los nacimientos de sus hijos: Édgar, Emanuel y Elier –nuestro ahijado-, hoy todos ellos jóvenes profesionistas que han constituido sus propios núcleos familiares.

Florencio Antonio Estrada Loya cumplió a cabalidad las etapas que debemos discurrir biológicamente los seres vivos… nacer, crecer, reproducirnos y morir; pero además entre los humanos, socialmente “servir”; él lo hizo con un proceder honesto y gentil, dejando al partir muchos recuerdos y afectos. Sentimos que la muerte lo apremió, al llevárselo anticipadamente, según los índices de sobrevivencia actual. Pero al Supremo Hacedor no lo podemos cuestionar; y en un plazo más corto que largo, lo habremos de alcanzar. Perdió Chihuahua un ciudadano distinguido, y sus amigos un afecto cabal. ¡Descansa en paz, estimado amigo!


“In memoriam” de Florencio Estrada Loya

Si la muerte sin sofoco,

mata un amigo estimado…

se va con él, obligado,

de nuestra existencia un poco.


Mi muy estimado Florencio –“Tito”- Estrada Loya, licenciado en Administración de Empresas, fue llamado a comparecer ante el Altísimo, la madrugada del día 16 del mes en curso, en el seno de su hogar; producto de un cáncer de páncreas, que lo apuró en sólo unas semanas a fallecer a la edad de 65 años.

El día 17, fecha de sus exequias, no fue publicada la esquela pertinente, razón por la que gran cantidad de conocidos y amigos no se enteraron en el momento propicio.

En lo personal lo tardío en conocer de su gravedad no me permitió despedirme o visitarlo a tiempo, como le sucedió a muchos de sus allegados, lo que hoy me impulsa a rememorar al amigo y compadre que se nos adelantó, “in memoriam”.

Conocí a Tito durante el movimiento universitario del 73, siendo él alumno de la “Prepa”, de la Universidad y su servidor de la Fac. de Medicina; éramos parte de un centenar de alumnos de todas las escuelas y facultades, los que nos opusimos a un manipulado movimiento de extrema izquierda que pretendía terminar con la “universalidad” de nuestra alma máter, apoyándose en un absurdo y ajeno organismo de colonos cedepistas, los que tomaron, secuestraron y destruyeron la Escuela Preparatoria. Se dijo que un encumbrado hombre de Estado deseaba inmovilizar al rector, Lic. Óscar Ornelas K., en su carrera política; por lo que auspició “submecatum” tal movimiento, que duró casi dos años.

Tito era un joven vital lleno de pasión y energía, que defendió su escuela con denuedo y valor, y entre todos vencimos. Así comenzaríamos una amistad que perduraría por 46 años, donde compartiríamos tareas laborales en diversas instituciones. Tito sería secretario particular del Lic. Óscar Ornelas K. durante su gestión como presidente municipal, luego sería funcionario pionero del Colegio de Bachilleres y a su titulación… el primer director del Colegio de Bachilleres de Enseñanza Abierta; compartiríamos funciones administrativas de gobierno local y de partido político, de donde pasaríamos a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología; él, como coordinador administrativo, y su servidor como jefe del Depto. de Parques Nacionales -años después, me auxiliaría en la Coordinación de Editorialistas de Partido, puesto honorario-, y luego pasaría a ser subdirector administrativo del ISSSTE, entre otras muchas encomiendas que omito por olvido; para luego después dedicarse a negocios particulares. Perteneció a muchas agrupaciones altruistas, entre ellas el Movimiento Familiar Cristiano, pues Tito era de estirpe confesional católica, sin que hubiéramos tenido por ello el mínimo disentimiento, siendo su servidor, “cristiano gnóstico”, y libre pensador.

Tito era, pues, respetuoso, servicial y alegre; un gran bohemio que tocaba el piano, cantaba y declamaba apasionado. Mi mujer y yo, y otras muchas parejas amigas, asistimos a su boda con Eloísa Delegado, y participaríamos de los festejos de los nacimientos de sus hijos: Édgar, Emanuel y Elier –nuestro ahijado-, hoy todos ellos jóvenes profesionistas que han constituido sus propios núcleos familiares.

Florencio Antonio Estrada Loya cumplió a cabalidad las etapas que debemos discurrir biológicamente los seres vivos… nacer, crecer, reproducirnos y morir; pero además entre los humanos, socialmente “servir”; él lo hizo con un proceder honesto y gentil, dejando al partir muchos recuerdos y afectos. Sentimos que la muerte lo apremió, al llevárselo anticipadamente, según los índices de sobrevivencia actual. Pero al Supremo Hacedor no lo podemos cuestionar; y en un plazo más corto que largo, lo habremos de alcanzar. Perdió Chihuahua un ciudadano distinguido, y sus amigos un afecto cabal. ¡Descansa en paz, estimado amigo!