/ lunes 30 de noviembre de 2020

Hoy más que nunca alimentemos a la gallina de los huevos de oro


Dando seguimiento a este editorial de tres partes, y a la vez para cerrarlo, me es importante resaltar que, con motivo de los próximos comicios electorales, es urgente establecer el seguimiento que le daremos a los nuevos gobernantes, para convencerlos de que asignen mayor presupuesto a iniciativas como “Chihuahua Futura” y “Chihuahua City Invest”, pues ambas son proyectos torales albergadas en el Coder.

Pero hablemos de la brecha salarial, que es un tema urgente de abordar, pues, por ejemplo, hay una diferencia marcada entre lo que perciben los directores generales y los empleados. Para poner en contexto esta situación, tenemos como ejemplo que en 1980 la diferencia de ingresos era de 42:1, 1990 de 107:1 y en 2010 de 325:1 de acuerdo con Policy Studies.

Pero hay mucho más en qué trabajar, por ejemplo, es menester cambiar la imagen del “gran empresario”, pues su reputación ha caído de una aceptación del 34% en la década de los 70 a un 19% en 2011, así de desafortunada la situación.

La imagen del “nuevo negocio” debe de ser planteado bajo la premisa de no pensar sólo en generar los máximos rendimientos para los inversionistas, sino también el máximo valor para los empleados, directores, proveedores, acreedores, gobiernos, inversionistas, sindicatos y la comunidad.

El capitalismo ha demostrado que es el mejor sistema social de cooperación y progreso creado por el ser humano, y la mayoría trabajamos en una empresa, independientemente del tamaño, por lo que consideramos que la transición debe tender hacia el cambio de la narrativa empresarial y hablar de las bondades que podemos generar desde la iniciativa privada a través de los empleos. Un ejemplo sería: “La empresa mexicana ha sacado a millones de personas de la pobreza” o “La empresa ha generado estabilidad por períodos largos de tiempo, para impulsar la construcción de escuelas, hospitales, comercio, etc.”.

Reconocemos que existe una belleza en la libre competencia, que motiva a que los negocios generen mayor valor, mejor calidad y servicio todo el tiempo. La competitividad nos obliga a desarrollarnos e innovar continuamente, pues quien no se reinventa muere.


En el México que estamos viviendo necesitamos mejores líderes, que sean emocional y espiritualmente maduros; líderes que estén motivados por servir a los propósitos del negocio, de sus socios, de sus colaboradores, de sus proveedores, pero no por el propósito de obtener ganancias económicas en exclusiva, y logros personales.

Estos liderazgos nos deben hacer creer de nuevo, nos deben inspirar a través de actos ejemplares, pues hay conceptos que se han ido perdiendo y diluyendo con el paso de los años como la comprensión, el amor, el involucramiento y la inclusión.

Y es aquí en donde también se concibe la importancia del rol que debe de tomar la mujer en los puestos de liderazgo, para mantener un balance y equidad por el bien de todos.

En suma, como empresarios tenemos que pagar bien a nuestros colaboradores, sufragar nuestros impuestos, desarrollar a nuestros proveedores, invertir en nuestra comunidad, reducir el impacto en el medio ambiente y brindar el máximo valor en lo que ofertamos.

Este es el momento del empresario, independientemente del tamaño de negocio. Es el momento de participar, de involucrarnos, de quitarnos los miedos y hacernos responsables de lo que nos corresponde. Es momento de alimentar a la gallina para que ponga más huevos, por nada del mundo es permisible querer matarla.



Dando seguimiento a este editorial de tres partes, y a la vez para cerrarlo, me es importante resaltar que, con motivo de los próximos comicios electorales, es urgente establecer el seguimiento que le daremos a los nuevos gobernantes, para convencerlos de que asignen mayor presupuesto a iniciativas como “Chihuahua Futura” y “Chihuahua City Invest”, pues ambas son proyectos torales albergadas en el Coder.

Pero hablemos de la brecha salarial, que es un tema urgente de abordar, pues, por ejemplo, hay una diferencia marcada entre lo que perciben los directores generales y los empleados. Para poner en contexto esta situación, tenemos como ejemplo que en 1980 la diferencia de ingresos era de 42:1, 1990 de 107:1 y en 2010 de 325:1 de acuerdo con Policy Studies.

Pero hay mucho más en qué trabajar, por ejemplo, es menester cambiar la imagen del “gran empresario”, pues su reputación ha caído de una aceptación del 34% en la década de los 70 a un 19% en 2011, así de desafortunada la situación.

La imagen del “nuevo negocio” debe de ser planteado bajo la premisa de no pensar sólo en generar los máximos rendimientos para los inversionistas, sino también el máximo valor para los empleados, directores, proveedores, acreedores, gobiernos, inversionistas, sindicatos y la comunidad.

El capitalismo ha demostrado que es el mejor sistema social de cooperación y progreso creado por el ser humano, y la mayoría trabajamos en una empresa, independientemente del tamaño, por lo que consideramos que la transición debe tender hacia el cambio de la narrativa empresarial y hablar de las bondades que podemos generar desde la iniciativa privada a través de los empleos. Un ejemplo sería: “La empresa mexicana ha sacado a millones de personas de la pobreza” o “La empresa ha generado estabilidad por períodos largos de tiempo, para impulsar la construcción de escuelas, hospitales, comercio, etc.”.

Reconocemos que existe una belleza en la libre competencia, que motiva a que los negocios generen mayor valor, mejor calidad y servicio todo el tiempo. La competitividad nos obliga a desarrollarnos e innovar continuamente, pues quien no se reinventa muere.


En el México que estamos viviendo necesitamos mejores líderes, que sean emocional y espiritualmente maduros; líderes que estén motivados por servir a los propósitos del negocio, de sus socios, de sus colaboradores, de sus proveedores, pero no por el propósito de obtener ganancias económicas en exclusiva, y logros personales.

Estos liderazgos nos deben hacer creer de nuevo, nos deben inspirar a través de actos ejemplares, pues hay conceptos que se han ido perdiendo y diluyendo con el paso de los años como la comprensión, el amor, el involucramiento y la inclusión.

Y es aquí en donde también se concibe la importancia del rol que debe de tomar la mujer en los puestos de liderazgo, para mantener un balance y equidad por el bien de todos.

En suma, como empresarios tenemos que pagar bien a nuestros colaboradores, sufragar nuestros impuestos, desarrollar a nuestros proveedores, invertir en nuestra comunidad, reducir el impacto en el medio ambiente y brindar el máximo valor en lo que ofertamos.

Este es el momento del empresario, independientemente del tamaño de negocio. Es el momento de participar, de involucrarnos, de quitarnos los miedos y hacernos responsables de lo que nos corresponde. Es momento de alimentar a la gallina para que ponga más huevos, por nada del mundo es permisible querer matarla.