/ viernes 7 de agosto de 2020

La salud

Existe una salud mental y moral más valiosa y útil que todas las vacunas, investigaciones, operaciones y experimentos que se llevan a cabo para descubrir y sanar las causas físicas de las enfermedades.

Efectivamente, los que se dedican a la ciencia médica realizan una obra excelente al investigar y experimentar sobre las causas de las enfermedades, y procurar la salud individual y colectiva. Pero existe una esfera más grande y amplia de causas a las que la medicina tradicional se enfrenta, que rara vez ha sido penetrada por la medicina alópata. Me refiero a la gran y potente influencia del pensamiento y sobre todo de las emociones y sentimientos (en ese orden) en nuestra salud. Tanto en la causa, como en la prevención de las mismas.

Intentemos visualizar y sentir cómo el cuerpo humano es un espejo en donde se reflejan todos los estados del alma y de nuestro espíritu. Son en realidad sorprendentes los efectos de la voluntad, de las pasiones, de las emociones, de los sentimientos, de la imaginación, de la simpatía, de la esperanza, del miedo y de la fe sobre nuestro estado físico. La gran falsa ilusión de muchos médicos en la actualidad es que piensan que el cuerpo humano ejecuta todas sus funciones exclusiva y absolutamente por procesos químicos o hasta mecánicos sin la intervención de ninguna influencia emocional.

La imaginación, los pensamientos y las emociones que éstos producen que luego se transforman en sentimientos, son estados o modalidades de la vida del alma y están en perpetua actividad, estemos conscientes de ellos o no. Las actividades del subconsciente son casi infinitas en comparación con el pequeño número de ellas que impresionan nuestra conciencia externa.

Nuestra mente nunca deja de trabajar silenciosamente, penetrando cada célula del cuerpo con su influencia vital, relacionándose con cada función, latiendo en el corazón, respirando en los pulmones, coordinando el flujo de sangre, realizando sus propias realidades en la nutrición así como en la propia vida, en cada sensación y ejerciendo su voluntad en cada movimiento. Sin lugar a dudas, la mente está muy por encima del poder corporal.

Una vez adentrados en el estudio de la mente, nos damos cuenta y entendemos con absoluta claridad, cómo el miedo puede encanecer a una persona en unas cuantas horas, o por qué bajan nuestras defensas o se deprime nuestro sistema inmunológico bajo el estrés. Encontramos que detrás de las causas físicas podemos descubrir la raíz de las enfermedades en las condiciones del espíritu y de nuestro modo equivocado de pensar.

Uno de los estados mentales más comunes es el miedo. Es un mal contagioso que se propaga de una a otra mente con gran rapidez y no necesita ni palabras ni signos visibles para extenderse. Evitar el miedo es evitar muchas enfermedades, acortar su duración, y acelerar su curación.

Intentemos huir de todo estado depresivo, ahuyentemos las enfermedades con el buen humor sin olvidar que siempre que el hombre sonríe, agrega algo al avance de su vida.

Existe una salud mental y moral más valiosa y útil que todas las vacunas, investigaciones, operaciones y experimentos que se llevan a cabo para descubrir y sanar las causas físicas de las enfermedades.

Efectivamente, los que se dedican a la ciencia médica realizan una obra excelente al investigar y experimentar sobre las causas de las enfermedades, y procurar la salud individual y colectiva. Pero existe una esfera más grande y amplia de causas a las que la medicina tradicional se enfrenta, que rara vez ha sido penetrada por la medicina alópata. Me refiero a la gran y potente influencia del pensamiento y sobre todo de las emociones y sentimientos (en ese orden) en nuestra salud. Tanto en la causa, como en la prevención de las mismas.

Intentemos visualizar y sentir cómo el cuerpo humano es un espejo en donde se reflejan todos los estados del alma y de nuestro espíritu. Son en realidad sorprendentes los efectos de la voluntad, de las pasiones, de las emociones, de los sentimientos, de la imaginación, de la simpatía, de la esperanza, del miedo y de la fe sobre nuestro estado físico. La gran falsa ilusión de muchos médicos en la actualidad es que piensan que el cuerpo humano ejecuta todas sus funciones exclusiva y absolutamente por procesos químicos o hasta mecánicos sin la intervención de ninguna influencia emocional.

La imaginación, los pensamientos y las emociones que éstos producen que luego se transforman en sentimientos, son estados o modalidades de la vida del alma y están en perpetua actividad, estemos conscientes de ellos o no. Las actividades del subconsciente son casi infinitas en comparación con el pequeño número de ellas que impresionan nuestra conciencia externa.

Nuestra mente nunca deja de trabajar silenciosamente, penetrando cada célula del cuerpo con su influencia vital, relacionándose con cada función, latiendo en el corazón, respirando en los pulmones, coordinando el flujo de sangre, realizando sus propias realidades en la nutrición así como en la propia vida, en cada sensación y ejerciendo su voluntad en cada movimiento. Sin lugar a dudas, la mente está muy por encima del poder corporal.

Una vez adentrados en el estudio de la mente, nos damos cuenta y entendemos con absoluta claridad, cómo el miedo puede encanecer a una persona en unas cuantas horas, o por qué bajan nuestras defensas o se deprime nuestro sistema inmunológico bajo el estrés. Encontramos que detrás de las causas físicas podemos descubrir la raíz de las enfermedades en las condiciones del espíritu y de nuestro modo equivocado de pensar.

Uno de los estados mentales más comunes es el miedo. Es un mal contagioso que se propaga de una a otra mente con gran rapidez y no necesita ni palabras ni signos visibles para extenderse. Evitar el miedo es evitar muchas enfermedades, acortar su duración, y acelerar su curación.

Intentemos huir de todo estado depresivo, ahuyentemos las enfermedades con el buen humor sin olvidar que siempre que el hombre sonríe, agrega algo al avance de su vida.