/ sábado 7 de abril de 2018

Siendo independientes

Para obtener algo meramente material, tendemos a atenernos muchas veces a los demás, principalmente cuando el ser humano se fanatiza por algún partido político y cree que por apoyar a X candidato su futuro económico estará ya resuelto; sin embargo, para ser lo que deseamos ser, tenemos que atenernos siempre a nosotros mismos. Lo que obtenemos no es más que una adquisición, lo que alcanzamos es un verdadero crecimiento.

Ningún ser humano puede convertir a otro permanentemente en exitoso, así como ninguna persona puede convertir al país en un cuerno de la abundancia.

Un padre podrá dejar una gran fortuna a un hijo, pero nunca le puede dar mérito personal ni carácter, a menos que antes le haya dado el ejemplo. Un hombre superior sigue siéndolo aunque viva en la pobreza, mientras que aquél de poco carácter pierde el equilibrio y cae en cuanto le falta el apoyo del dinero, porque lo que necesita el hombre superior lo tiene en sí mismo, mientras que la persona pequeña tiene que solicitarlo a los demás.

Es rara la persona que acostumbrada a bastarse a sí misma, necesite ayuda y es raro también que solicite favores. Es interesante notar que el que trabaja para sí mismo trabaja para los demás. El mejor medio de ayudar a la humanidad es ayudarse a sí mismo y dar la oportunidad para que los demás puedan hacer lo mismo.

La verdadera persona, hombre o mujer, no necesita caridad, ni le interesa que sus líderes se bajen el sueldo, ni que le prometan cosas imposibles. Ni siquiera necesita compasión. Lo único que busca es la oportunidad de demostrar lo que vale y vive para ayudar, no para ser ayudado. Es muy halagador conocer personas que aparte de bastarse a sí mismas, se hallan siempre dispuestas a ayudar a los demás.

Cervantes afirmó con sabiduría: “¡Venturoso aquel a quien el cielo da un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”.

Una vez que nos conocemos y nos damos cuenta que nuestra capacidad no tiene límites cuando no se lo ponemos, caemos en cuenta de nuestra independencia. Somos lo que pensamos de nosotros mismos en lo más íntimo de nuestra conciencia.

Para ser realmente independientes, necesitamos reconocer que no hay nada tan importante para nuestra prosperidad como tener confianza en nosotros mismos, y este sentimiento jamás debemos cambiarlo por nada en el mundo. Dudar de nuestra capacidad para conseguir lo que anhelamos es ir directo al fracaso.



Para obtener algo meramente material, tendemos a atenernos muchas veces a los demás, principalmente cuando el ser humano se fanatiza por algún partido político y cree que por apoyar a X candidato su futuro económico estará ya resuelto; sin embargo, para ser lo que deseamos ser, tenemos que atenernos siempre a nosotros mismos. Lo que obtenemos no es más que una adquisición, lo que alcanzamos es un verdadero crecimiento.

Ningún ser humano puede convertir a otro permanentemente en exitoso, así como ninguna persona puede convertir al país en un cuerno de la abundancia.

Un padre podrá dejar una gran fortuna a un hijo, pero nunca le puede dar mérito personal ni carácter, a menos que antes le haya dado el ejemplo. Un hombre superior sigue siéndolo aunque viva en la pobreza, mientras que aquél de poco carácter pierde el equilibrio y cae en cuanto le falta el apoyo del dinero, porque lo que necesita el hombre superior lo tiene en sí mismo, mientras que la persona pequeña tiene que solicitarlo a los demás.

Es rara la persona que acostumbrada a bastarse a sí misma, necesite ayuda y es raro también que solicite favores. Es interesante notar que el que trabaja para sí mismo trabaja para los demás. El mejor medio de ayudar a la humanidad es ayudarse a sí mismo y dar la oportunidad para que los demás puedan hacer lo mismo.

La verdadera persona, hombre o mujer, no necesita caridad, ni le interesa que sus líderes se bajen el sueldo, ni que le prometan cosas imposibles. Ni siquiera necesita compasión. Lo único que busca es la oportunidad de demostrar lo que vale y vive para ayudar, no para ser ayudado. Es muy halagador conocer personas que aparte de bastarse a sí mismas, se hallan siempre dispuestas a ayudar a los demás.

Cervantes afirmó con sabiduría: “¡Venturoso aquel a quien el cielo da un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”.

Una vez que nos conocemos y nos damos cuenta que nuestra capacidad no tiene límites cuando no se lo ponemos, caemos en cuenta de nuestra independencia. Somos lo que pensamos de nosotros mismos en lo más íntimo de nuestra conciencia.

Para ser realmente independientes, necesitamos reconocer que no hay nada tan importante para nuestra prosperidad como tener confianza en nosotros mismos, y este sentimiento jamás debemos cambiarlo por nada en el mundo. Dudar de nuestra capacidad para conseguir lo que anhelamos es ir directo al fracaso.