/ viernes 25 de enero de 2019

Tlahuelilpan: entre el dolor y las lecciones

Luego de la tragedia ocurrida en el municipio de Tlahuelilpan, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó que “todo esto es muy doloroso, pero también muy aleccionador para que, entre todos, como lo hemos venido haciendo, resolvamos el problema”. Así, con tanta ligereza (o sea, sin profundizar), es como el presidente se expresó en torno a un problema de enorme magnitud.

Sin duda alguna, es doloroso que en esta (ya histórica) tragedia hayan resultado más de 90 personas muertas y decenas de heridos. No obstante, es igual (o más) de doloroso y lamentable darse cuenta -a través de los comentarios y publicaciones en las redes sociales- del grado de deshumanización al que la sociedad mexicana ha llegado.

En relación a que lo sucedido en Tlahuelilpan es aleccionador, es porque se supone que habrá una modificación en las conductas. Sin embargo, el meollo del asunto no debe centrarse en la suposición de que “el pueblo bueno y sabio” ya aprendió la lección, sino en que haya una modificación (adecuada y a la altura de las circunstancias) de las conductas discursivas y del ejercicio del poder del presidente López Obrador y su gobierno.

Y es que de seguir haciendo las cosas como se han venido haciendo hasta ahora, el problema no se va a resolver; al contrario, va a aumentar, se va a diversificar y se va a expandir (como ya está sucediendo).

La solución tampoco está en encontrar culpables, sino en deslindar responsabilidades, aplicar la ley sin distinción alguna y que cada quién (gobierno y ciudadanos) cumpla cabalmente con sus responsabilidades, en el entendido de que lo bueno y malo que pasó, pasa y pasará en México, es responsabilidad de todos.

Si alguna lección queda de lo ocurrido en Tlahuelilpan, es que -hasta el momento- ni el presidente en turno, ni el gobierno (entendido como institución), ni “el pueblo bueno y sabio”, ni los delincuentes, han aprendido la lección. Y menos se aprenderá, si la impunidad se perpetúa gracias a la política del “borrón y cuenta nueva” que presidente López pretende efectuar.

En resumen, lo ocurrido en Tlahuelilpan es una clara muestra de que en México las cosas están muy mal. Es decir, que “el pueblo bueno y sabio” no es tan bueno ni tan sabio como para aprender de las lecciones del pasado y del presente, y que no basta con que alguien asegure que la corrupción puede desaparecer de la noche a la mañana.

En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el filósofo y escritor inglés Aldous Huxley: “Que las personas no aprenden mucho de las lecciones de la historia, es la más importante de todas las lecciones de la historia".


laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com


Luego de la tragedia ocurrida en el municipio de Tlahuelilpan, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó que “todo esto es muy doloroso, pero también muy aleccionador para que, entre todos, como lo hemos venido haciendo, resolvamos el problema”. Así, con tanta ligereza (o sea, sin profundizar), es como el presidente se expresó en torno a un problema de enorme magnitud.

Sin duda alguna, es doloroso que en esta (ya histórica) tragedia hayan resultado más de 90 personas muertas y decenas de heridos. No obstante, es igual (o más) de doloroso y lamentable darse cuenta -a través de los comentarios y publicaciones en las redes sociales- del grado de deshumanización al que la sociedad mexicana ha llegado.

En relación a que lo sucedido en Tlahuelilpan es aleccionador, es porque se supone que habrá una modificación en las conductas. Sin embargo, el meollo del asunto no debe centrarse en la suposición de que “el pueblo bueno y sabio” ya aprendió la lección, sino en que haya una modificación (adecuada y a la altura de las circunstancias) de las conductas discursivas y del ejercicio del poder del presidente López Obrador y su gobierno.

Y es que de seguir haciendo las cosas como se han venido haciendo hasta ahora, el problema no se va a resolver; al contrario, va a aumentar, se va a diversificar y se va a expandir (como ya está sucediendo).

La solución tampoco está en encontrar culpables, sino en deslindar responsabilidades, aplicar la ley sin distinción alguna y que cada quién (gobierno y ciudadanos) cumpla cabalmente con sus responsabilidades, en el entendido de que lo bueno y malo que pasó, pasa y pasará en México, es responsabilidad de todos.

Si alguna lección queda de lo ocurrido en Tlahuelilpan, es que -hasta el momento- ni el presidente en turno, ni el gobierno (entendido como institución), ni “el pueblo bueno y sabio”, ni los delincuentes, han aprendido la lección. Y menos se aprenderá, si la impunidad se perpetúa gracias a la política del “borrón y cuenta nueva” que presidente López pretende efectuar.

En resumen, lo ocurrido en Tlahuelilpan es una clara muestra de que en México las cosas están muy mal. Es decir, que “el pueblo bueno y sabio” no es tan bueno ni tan sabio como para aprender de las lecciones del pasado y del presente, y que no basta con que alguien asegure que la corrupción puede desaparecer de la noche a la mañana.

En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el filósofo y escritor inglés Aldous Huxley: “Que las personas no aprenden mucho de las lecciones de la historia, es la más importante de todas las lecciones de la historia".


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