/ miércoles 22 de agosto de 2018

Andrés Manuel López recibió el 8 de agosto la constancia de mayoría

Como presidente electo de México, es decir tomará protesta el 1 de diciembre e iniciará su administración, como lo marca la tradición; pero su mandato terminará dos meses antes, es decir en octubre de 2024, debido a la reforma política electoral establecida en 2014. La reforma adelanta la jornada electoral para el primer domingo de junio y cambia la fecha de toma de protesta del presidente electo para el 1 de octubre, el cual operará hasta la elección de 2024; el pasado 1 de julio, el Instituto Nacional Electoral (INE) informó que de acuerdo al conteo rápido AMLO había resultado virtual ganador de las elecciones, ahora es el “virtual presidente”. Pero dónde está el presidente constitucional de esta república. Porque como sabemos el sexenio termina hasta la toma de protesta del “virtual”, y aspiramos a que, quien hasta el último de noviembre está “en funciones”, cumpla con su encomienda.

Como menciona la ilustre maestra Catalina Noriega “hasta las cejas” de ver y escuchar a quien, en pleno desacato, actúa como si ya estuviera sentado en la silla del águila. Qué decir de quienes con él llegarán. Se les sueña, en una auténtica pesadilla. Un sexenio que de entrada y si no decide modificar la carta magna (porque podemos esperar cualquier cosa), durará seis años y medio. El que Peña Nieto esté por los suelos y el que millones se vomiten en el PRI, debería “picarles la cresta” y movilizarlos, como si su administración empezara.

Por otra parte, hay conciencia del chaqueterismo de un sinfín de medios y periodistas que, a la búsqueda de la chuleta, circulan de la agria crítica al panegírico. Otro ejército de funcionarios públicos intenta la misma estrategia, en la zozobra de perder el empleo. ¿Dignidad o cuando menos un ápice de congruencia? La respuesta es que les gusta comer tres veces al día y “el fin justifica lo que se tenga que hacer”. Mientras el tlatoani tabasqueño planea a lo grande. Va a construir el “ferrocarril maya”, caminos comunales, nueva refinería, arreglo de las existentes. Como maquinita compulsiva inventa, y habría que preguntarle: con qué ojos, divino tuerto.



Como presidente electo de México, es decir tomará protesta el 1 de diciembre e iniciará su administración, como lo marca la tradición; pero su mandato terminará dos meses antes, es decir en octubre de 2024, debido a la reforma política electoral establecida en 2014. La reforma adelanta la jornada electoral para el primer domingo de junio y cambia la fecha de toma de protesta del presidente electo para el 1 de octubre, el cual operará hasta la elección de 2024; el pasado 1 de julio, el Instituto Nacional Electoral (INE) informó que de acuerdo al conteo rápido AMLO había resultado virtual ganador de las elecciones, ahora es el “virtual presidente”. Pero dónde está el presidente constitucional de esta república. Porque como sabemos el sexenio termina hasta la toma de protesta del “virtual”, y aspiramos a que, quien hasta el último de noviembre está “en funciones”, cumpla con su encomienda.

Como menciona la ilustre maestra Catalina Noriega “hasta las cejas” de ver y escuchar a quien, en pleno desacato, actúa como si ya estuviera sentado en la silla del águila. Qué decir de quienes con él llegarán. Se les sueña, en una auténtica pesadilla. Un sexenio que de entrada y si no decide modificar la carta magna (porque podemos esperar cualquier cosa), durará seis años y medio. El que Peña Nieto esté por los suelos y el que millones se vomiten en el PRI, debería “picarles la cresta” y movilizarlos, como si su administración empezara.

Por otra parte, hay conciencia del chaqueterismo de un sinfín de medios y periodistas que, a la búsqueda de la chuleta, circulan de la agria crítica al panegírico. Otro ejército de funcionarios públicos intenta la misma estrategia, en la zozobra de perder el empleo. ¿Dignidad o cuando menos un ápice de congruencia? La respuesta es que les gusta comer tres veces al día y “el fin justifica lo que se tenga que hacer”. Mientras el tlatoani tabasqueño planea a lo grande. Va a construir el “ferrocarril maya”, caminos comunales, nueva refinería, arreglo de las existentes. Como maquinita compulsiva inventa, y habría que preguntarle: con qué ojos, divino tuerto.