/ viernes 23 de octubre de 2020

Avanzar en la vida

La facilidad hace a los niños y la dificultad a los hombres.

En nosotros consiste el ser de una manera o de otra. Nuestros cuerpos son huertos en los cuales nuestras voluntades deciden qué sembrar. Podemos plantar ortigas o sembrar rosales, o manzanos o duraznos. El plantar nuestros huertos con uno o más tipos de plantas, o el tenerlo estéril por pereza, o cultivarlo con entusiasmo, depende de nuestra voluntad.

Querer, eso es todo. Pero querer exige valor y paciencia. Exige la fuerza que pueda resistir y sostenerse a pesar de las dificultades. Necesita del esfuerzo de la voluntad, de la perseverancia. El perseverante siempre es un genio en lo que hace. Al principio podrá ser desconocido hasta para él mismo, pero despertará la admiración de la humanidad.

No se puede permanecer estacionario en la vida. Todo cuanto es humano tiene que caminar hacia delante… o hacia atrás. Cuando se presentan los obstáculos, debemos marchar contra ellos no obstante las dificultades.

La facilidad hace a los niños y la dificultad a los hombres. Muchas personas deben su buena suerte a alguna desventaja con la que han tropezado. Luchando contra ella han entrado en juego sus mejores facultades. La fuerza o la debilidad de carácter no se prueban nunca más claramente que cuando un individuo experimenta un cambio súbito en su vida, en su posición. Y los retos y obstáculos los estamos viviendo doblemente hoy en día, ya sea por cuestiones de salud, o por cuestiones del gobierno de AMLO que pretende que entremos en una dictadura. Y esto se observa especialmente cuando el cambio es perjudicial, como lo vemos y sentimos en la actualidad. La persona se ve entregada súbitamente a sus propios recursos y despliega todas aquellas cualidades de carácter inesperado que frecuentemente la conducen a una situación inminente o distinguida es en realidad todo un reto.

El sufrimiento es un pesado arado guiado por una mano de hierro. Se hunde en la tierra rebelde, y frecuentemente le procura las más ricas cosechas. Hasta el antagonismo más severo es uno de los mayores beneficios del hombre, pues despierta la fuerza, la perseverancia y la energía de nuestro carácter. Así nuestro rival se convierte en auxiliar nuestro. Los hombres pueden ser valientes, pero el valor sin la perseverancia no sirve de mucho. Las emociones que viven y mueren, como tales, ayudan muy poco. Únicamente a raíz del esfuerzo constante se logran las más grandes empresas. Los fracasos, dice un proverbio galo, son los cimientos del éxito.

Sin embargo, no todo es trabajo y esfuerzo. “Sin trabajo no hay descanso”, dice el proverbio. Sin embargo, puede uno trabajar y estar tan acostumbrado a hacerlo, que pueda ser incapaz de disfrutar del descanso. Los hombres no pueden llegar a los mejores atributos de su naturaleza cuando su vida se halla enteramente ocupada por el trabajo.

Algunos se consagran tan exclusivamente a su trabajo con objeto de descansar más adelante, que cuando han acumulado lo suficiente para realizar ese propósito, son ya enteramente incapaces de encontrar placer o alegría en el descanso. Avanzar en la vida requiere también del esparcimiento.

La facilidad hace a los niños y la dificultad a los hombres.

En nosotros consiste el ser de una manera o de otra. Nuestros cuerpos son huertos en los cuales nuestras voluntades deciden qué sembrar. Podemos plantar ortigas o sembrar rosales, o manzanos o duraznos. El plantar nuestros huertos con uno o más tipos de plantas, o el tenerlo estéril por pereza, o cultivarlo con entusiasmo, depende de nuestra voluntad.

Querer, eso es todo. Pero querer exige valor y paciencia. Exige la fuerza que pueda resistir y sostenerse a pesar de las dificultades. Necesita del esfuerzo de la voluntad, de la perseverancia. El perseverante siempre es un genio en lo que hace. Al principio podrá ser desconocido hasta para él mismo, pero despertará la admiración de la humanidad.

No se puede permanecer estacionario en la vida. Todo cuanto es humano tiene que caminar hacia delante… o hacia atrás. Cuando se presentan los obstáculos, debemos marchar contra ellos no obstante las dificultades.

La facilidad hace a los niños y la dificultad a los hombres. Muchas personas deben su buena suerte a alguna desventaja con la que han tropezado. Luchando contra ella han entrado en juego sus mejores facultades. La fuerza o la debilidad de carácter no se prueban nunca más claramente que cuando un individuo experimenta un cambio súbito en su vida, en su posición. Y los retos y obstáculos los estamos viviendo doblemente hoy en día, ya sea por cuestiones de salud, o por cuestiones del gobierno de AMLO que pretende que entremos en una dictadura. Y esto se observa especialmente cuando el cambio es perjudicial, como lo vemos y sentimos en la actualidad. La persona se ve entregada súbitamente a sus propios recursos y despliega todas aquellas cualidades de carácter inesperado que frecuentemente la conducen a una situación inminente o distinguida es en realidad todo un reto.

El sufrimiento es un pesado arado guiado por una mano de hierro. Se hunde en la tierra rebelde, y frecuentemente le procura las más ricas cosechas. Hasta el antagonismo más severo es uno de los mayores beneficios del hombre, pues despierta la fuerza, la perseverancia y la energía de nuestro carácter. Así nuestro rival se convierte en auxiliar nuestro. Los hombres pueden ser valientes, pero el valor sin la perseverancia no sirve de mucho. Las emociones que viven y mueren, como tales, ayudan muy poco. Únicamente a raíz del esfuerzo constante se logran las más grandes empresas. Los fracasos, dice un proverbio galo, son los cimientos del éxito.

Sin embargo, no todo es trabajo y esfuerzo. “Sin trabajo no hay descanso”, dice el proverbio. Sin embargo, puede uno trabajar y estar tan acostumbrado a hacerlo, que pueda ser incapaz de disfrutar del descanso. Los hombres no pueden llegar a los mejores atributos de su naturaleza cuando su vida se halla enteramente ocupada por el trabajo.

Algunos se consagran tan exclusivamente a su trabajo con objeto de descansar más adelante, que cuando han acumulado lo suficiente para realizar ese propósito, son ya enteramente incapaces de encontrar placer o alegría en el descanso. Avanzar en la vida requiere también del esparcimiento.