/ sábado 21 de diciembre de 2019

Cartucheras al cañón…

Este artículo es tercero;

y no acabo de decir,

por Obrador mi sentir,

y aquí lo defino; espero.

Habiendo aclarado en mis dos artículos anteriores asuntos que me interesaba ventilar, llego por fin a mi enunciado principal.

Cuando el tristemente célebre Carlos Salinas de Gortari llegó mañosamente al poder, jamás nos dijo lo que era el neoliberalismo y menos su intención de política globalizadora; así, ajeno a todo eso, fui de los editorialistas que promovieron su candidatura -es un pecado de lesa humanidad que arrastraré hasta la tumba-. Años después, cuando privatizó los bienes de la nación, benefició sólo a la oligarquía nacional –quienes son sus deudores y compinches Prianistas; mi arrepentimiento fue tardío, el otrora PRI nacionalista y cuya meta era la de “justicia social”, ahora era la mayor mafia nacional que había suplantado e infiltrado al organismo para traicionar sus mayores logros y preceptos; desandando además los artículos revolucionarios de la Constitución de 1917; camuflándose a la vez todos los 20 de noviembre, como sentidos e incansables revolucionarios, que a su vez iban desmembrando y entregando al país. Tarde pero en 2008 renuncié al degradado partido.

Andrés Manuel López Obrador, un mexicano modesto como la mayoría de nosotros, amalgamaba multitudes, su mensaje era ponderar la honestidad; y culpaba la degradación del país por la deshonestidad extrema primero del sistema, luego de cada organismo que lo constituía y luego de la sociedad entera que se dejaba llevar en la muelle condición de la corrupción generalizada; casi un precepto de conducta nacional; casi una pícara característica folklórica del país.

Hablaba de un Benito Juárez con certidumbre, reconocimiento y respeto; y toda la mafia de corruptos encumbrados lo atacaba como hoy todavía lo hace; me sentí identificado con él, había que seguir a aquél hombre que verdaderamente buscaba la “justicia social”; había que creer en él, o sucumbir ante la idea de que México y sus pobladores no teníamos redención.

Las verdades que expresó Juárez eran evidentes: “Transigir con el vicio es costumbre criminal y vergonzosa, que envilece a los gobiernos y alienta a los criminales a imponerles condiciones degradantes”; García Luna y Culiacán lo atestiguan.

Dijo también: “Mi deber es no atender a los que sólo representan el deseo de un corto número de personas, sino la voluntad nacional”. Pero a los necios y deshonestos no les acaba de quedar claro. Afirmó en otra ocasión: “Al que no quiere oír es preciso hablarle recio y seguido”. Pero la gran mayoría disidente, son un “atajo de borricos”. Así también afirmó: “Nuestro cuerpo social está plagado de llagas añejas, que nosotros los reformadores debemos curar con cauterio y amputaciones, para detener la gangrena que lo conduce a la muerte. Nada de contemporizaciones con los hombres viciados y con los que se han acostumbrado a hacer su voluntad como moros sin señor”.

¿Sería Juárez vidente también? Y su siguiente expresión les acomoda a los descontentadizos: “El egoísta lo mismo que el esclavo no tiene patria ni honor. Amigo de su bien privado, y ciego tributario de sus pasiones, no atienden al bien de los demás; ve las leyes conculcadas, la inocencia perseguida, la libertad ultrajada por el más fiero despotismo, ve el suelo patrio profanado por la osada planta de un injusto invasor – las voraces trasnacionales- y sin embargo el insensato dice… Nada me importa, yo no he de remediar el mundo; ve sacrificar a sus hermanos al furor de una cruel tiranía –Ayotzinapa-, con la misma indiferencia que la oveja mira al lobo que desola el rebaño”. Por eso estoy y estaré con AMLO, aunque no me dé empleo burocrático; es por un México mejor; Obrador es el cambio pacífico, esforzado y reivindicador.

Este artículo es tercero;

y no acabo de decir,

por Obrador mi sentir,

y aquí lo defino; espero.

Habiendo aclarado en mis dos artículos anteriores asuntos que me interesaba ventilar, llego por fin a mi enunciado principal.

Cuando el tristemente célebre Carlos Salinas de Gortari llegó mañosamente al poder, jamás nos dijo lo que era el neoliberalismo y menos su intención de política globalizadora; así, ajeno a todo eso, fui de los editorialistas que promovieron su candidatura -es un pecado de lesa humanidad que arrastraré hasta la tumba-. Años después, cuando privatizó los bienes de la nación, benefició sólo a la oligarquía nacional –quienes son sus deudores y compinches Prianistas; mi arrepentimiento fue tardío, el otrora PRI nacionalista y cuya meta era la de “justicia social”, ahora era la mayor mafia nacional que había suplantado e infiltrado al organismo para traicionar sus mayores logros y preceptos; desandando además los artículos revolucionarios de la Constitución de 1917; camuflándose a la vez todos los 20 de noviembre, como sentidos e incansables revolucionarios, que a su vez iban desmembrando y entregando al país. Tarde pero en 2008 renuncié al degradado partido.

Andrés Manuel López Obrador, un mexicano modesto como la mayoría de nosotros, amalgamaba multitudes, su mensaje era ponderar la honestidad; y culpaba la degradación del país por la deshonestidad extrema primero del sistema, luego de cada organismo que lo constituía y luego de la sociedad entera que se dejaba llevar en la muelle condición de la corrupción generalizada; casi un precepto de conducta nacional; casi una pícara característica folklórica del país.

Hablaba de un Benito Juárez con certidumbre, reconocimiento y respeto; y toda la mafia de corruptos encumbrados lo atacaba como hoy todavía lo hace; me sentí identificado con él, había que seguir a aquél hombre que verdaderamente buscaba la “justicia social”; había que creer en él, o sucumbir ante la idea de que México y sus pobladores no teníamos redención.

Las verdades que expresó Juárez eran evidentes: “Transigir con el vicio es costumbre criminal y vergonzosa, que envilece a los gobiernos y alienta a los criminales a imponerles condiciones degradantes”; García Luna y Culiacán lo atestiguan.

Dijo también: “Mi deber es no atender a los que sólo representan el deseo de un corto número de personas, sino la voluntad nacional”. Pero a los necios y deshonestos no les acaba de quedar claro. Afirmó en otra ocasión: “Al que no quiere oír es preciso hablarle recio y seguido”. Pero la gran mayoría disidente, son un “atajo de borricos”. Así también afirmó: “Nuestro cuerpo social está plagado de llagas añejas, que nosotros los reformadores debemos curar con cauterio y amputaciones, para detener la gangrena que lo conduce a la muerte. Nada de contemporizaciones con los hombres viciados y con los que se han acostumbrado a hacer su voluntad como moros sin señor”.

¿Sería Juárez vidente también? Y su siguiente expresión les acomoda a los descontentadizos: “El egoísta lo mismo que el esclavo no tiene patria ni honor. Amigo de su bien privado, y ciego tributario de sus pasiones, no atienden al bien de los demás; ve las leyes conculcadas, la inocencia perseguida, la libertad ultrajada por el más fiero despotismo, ve el suelo patrio profanado por la osada planta de un injusto invasor – las voraces trasnacionales- y sin embargo el insensato dice… Nada me importa, yo no he de remediar el mundo; ve sacrificar a sus hermanos al furor de una cruel tiranía –Ayotzinapa-, con la misma indiferencia que la oveja mira al lobo que desola el rebaño”. Por eso estoy y estaré con AMLO, aunque no me dé empleo burocrático; es por un México mejor; Obrador es el cambio pacífico, esforzado y reivindicador.