/ martes 26 de julio de 2022

Conociendo Marruecos  

Por: Antonio Ríos Ramírez

Después de unos días en Portugal, volamos a Marrakech, una de las ciudades más importantes de Marruecos. Interesante fue la detallada revisión de migración y aduana al entrar a este país. Entre algunas calles angostas llegamos al hotel, de construcción antigua remodelada pero todavía con los acabados y mobiliario marroquí. Entre pasadizos llegamos al lugar de la cena, pareciera que nos remontábamos a las épocas de cientos de años atrás, en el centro una fuente de agua y fuego simultáneamente.

Mientras disfrutábamos de una ensalada única, pudimos apreciar bailes regionales con mujeres y hombres marroquíes que sólo habíamos visto en películas. Poco cansados por la desmañanada, a descansar y levantarnos temprano para iniciar nuestra travesía. Caminamos directo hacia uno de los “minaretes” más conocidos localmente, torre cuadrada donde en la punta se encuentran tres esferas representando, la más pequeña, nuestra diminuta vida pasando por este mundo, la segunda, la transición y preparación hacia la más grande que representa la eternidad.

Agradable ver los jardines y la ciudad amurallada, aprovechando para visitar los llamados zocos, mercados locales con un sinnúmero de productos principalmente alimentos y artesanías. Tuvimos un tiempo libre, y aprovechamos para dar una vuelta por la plaza central viviendo la experiencia de encantadores de cobras, los monos marroquíes, sin dejar la experiencia de tomar una serpiente en nuestras manos. Alrededor, decenas de estanquillos de comida, se dice que es el lugar para comer más grande.

Al día siguiente muy temprano pasaron por nosotros vehículos tipo Jeep para llevarnos a volar en globo aerostático. Batallamos para subirnos al canasto, se escuchaba el ruido del fuego que lanzaba para subirlo. Nos explicaba que, dependiendo del nivel de altura, por las corrientes de aire, le daba dirección al globo.

Toda una experiencia ver subir el globo y el espectáculo de la vista panorámica. Seguimos nuestro viaje con visitas y nos preparamos para ir al punto donde pasarían por nosotros para ir al campamento en el Sahara. Llegamos de noche, con una recepción de música local y una cena en grupo. Muy temprano ya nos estaban esperando los dromedarios que nos llevarían a un paseo por las grandes dunas.

Otra inolvidable experiencia, desde la subida al dromedario, ver el amanecer y las vistas increíbles del desierto. De regreso también la experiencia del Jeep entre las dunas. Visitamos varios artesanos de fósiles y esqueletos de dinosaurios. Majestuoso fue el paso por el cañón de las “gargantas”, viendo a familias disfrutar del río. Regresamos con una caminata, cruzando algunos predios sembrados de dátiles y otros productos.

Continuamos, y en el camino paramos a convivir, y dar cacahuates a monos que se encontraban en esa zona. Después de varias horas de camino llegamos a Fez, una ciudad muy concentrada, donde predomina el comercio, caminamos por las calles y nos adentramos en lo que llaman el zoco o mercado, con más de novecientos pasillos, algunos de ellos muy estrechos.

Ahí visitamos los talleres de telas-vestimentas, de cuero y de grabados en plata, únicos resultaron los procesos artesanales de cada uno. En el camino a la siguiente visita, pasamos por varias ciudades, conociendo lo más relevante. llamó la atención una ciudad denominada “Azul” por su gran cantidad de casas pintadas de azul, localizada en la ladera alta de una montaña, recorrimos pasajes clásicos y pintorescos todos pintados de azul, llegando a una de las partes altas y subiendo por una escalera estrecha, disfrutamos de una comida regional, la famosa ensalada marroquí, compuesta de tomate, cebolla, pepino y betabel, así como unas agujas de pollo y carne sazonadas. Hasta este punto, una increíble experiencia visitar varios lugares de Marruecos, de aquí continuamos nuestro viaje hacia el noroeste de este espectacular país, llegando a Tánger y cerrando en Casa Blanca.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

Por: Antonio Ríos Ramírez

Después de unos días en Portugal, volamos a Marrakech, una de las ciudades más importantes de Marruecos. Interesante fue la detallada revisión de migración y aduana al entrar a este país. Entre algunas calles angostas llegamos al hotel, de construcción antigua remodelada pero todavía con los acabados y mobiliario marroquí. Entre pasadizos llegamos al lugar de la cena, pareciera que nos remontábamos a las épocas de cientos de años atrás, en el centro una fuente de agua y fuego simultáneamente.

Mientras disfrutábamos de una ensalada única, pudimos apreciar bailes regionales con mujeres y hombres marroquíes que sólo habíamos visto en películas. Poco cansados por la desmañanada, a descansar y levantarnos temprano para iniciar nuestra travesía. Caminamos directo hacia uno de los “minaretes” más conocidos localmente, torre cuadrada donde en la punta se encuentran tres esferas representando, la más pequeña, nuestra diminuta vida pasando por este mundo, la segunda, la transición y preparación hacia la más grande que representa la eternidad.

Agradable ver los jardines y la ciudad amurallada, aprovechando para visitar los llamados zocos, mercados locales con un sinnúmero de productos principalmente alimentos y artesanías. Tuvimos un tiempo libre, y aprovechamos para dar una vuelta por la plaza central viviendo la experiencia de encantadores de cobras, los monos marroquíes, sin dejar la experiencia de tomar una serpiente en nuestras manos. Alrededor, decenas de estanquillos de comida, se dice que es el lugar para comer más grande.

Al día siguiente muy temprano pasaron por nosotros vehículos tipo Jeep para llevarnos a volar en globo aerostático. Batallamos para subirnos al canasto, se escuchaba el ruido del fuego que lanzaba para subirlo. Nos explicaba que, dependiendo del nivel de altura, por las corrientes de aire, le daba dirección al globo.

Toda una experiencia ver subir el globo y el espectáculo de la vista panorámica. Seguimos nuestro viaje con visitas y nos preparamos para ir al punto donde pasarían por nosotros para ir al campamento en el Sahara. Llegamos de noche, con una recepción de música local y una cena en grupo. Muy temprano ya nos estaban esperando los dromedarios que nos llevarían a un paseo por las grandes dunas.

Otra inolvidable experiencia, desde la subida al dromedario, ver el amanecer y las vistas increíbles del desierto. De regreso también la experiencia del Jeep entre las dunas. Visitamos varios artesanos de fósiles y esqueletos de dinosaurios. Majestuoso fue el paso por el cañón de las “gargantas”, viendo a familias disfrutar del río. Regresamos con una caminata, cruzando algunos predios sembrados de dátiles y otros productos.

Continuamos, y en el camino paramos a convivir, y dar cacahuates a monos que se encontraban en esa zona. Después de varias horas de camino llegamos a Fez, una ciudad muy concentrada, donde predomina el comercio, caminamos por las calles y nos adentramos en lo que llaman el zoco o mercado, con más de novecientos pasillos, algunos de ellos muy estrechos.

Ahí visitamos los talleres de telas-vestimentas, de cuero y de grabados en plata, únicos resultaron los procesos artesanales de cada uno. En el camino a la siguiente visita, pasamos por varias ciudades, conociendo lo más relevante. llamó la atención una ciudad denominada “Azul” por su gran cantidad de casas pintadas de azul, localizada en la ladera alta de una montaña, recorrimos pasajes clásicos y pintorescos todos pintados de azul, llegando a una de las partes altas y subiendo por una escalera estrecha, disfrutamos de una comida regional, la famosa ensalada marroquí, compuesta de tomate, cebolla, pepino y betabel, así como unas agujas de pollo y carne sazonadas. Hasta este punto, una increíble experiencia visitar varios lugares de Marruecos, de aquí continuamos nuestro viaje hacia el noroeste de este espectacular país, llegando a Tánger y cerrando en Casa Blanca.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua